Archivo de la etiqueta: objetivo

¿Cómo ser un líder auténtico para las personas?.

Escucha este episodio en SPOTIFY

Hoy quiero proponeros unos minutos para profundizar un poco más sobre el significado del liderazgo y la importancia de desarrollar nuestras habilidades en este ámbito, no solo para aplicarlo en lo profesional, sino también en nuestras relaciones con otras personas.  

Sin duda, una parte importante del liderazgo consiste en inspirar a los demás y en hacer que se sientan motivadas para dar lo mejor de sí mismos, y para eso lo primero que vas a necesitar es conectar con ellos.  

Cuando estableces una conexión sincera y personal se crea un vínculo de confianza; y a partir de esa confianza es cuando las personas se empiezan realmente a comprometerse y se involucran de verdad.   Ahora bien…, la confianza en tu liderazgo solo puede desarrollarse si eres auténtico y accesible, demostrando que tu prioridad es hacer que las personas mejoren, que se sientan bien con lo que hacen y con lo que aportan hacia el objetivo que compaten con los demás. Y para llegar a generar esa confianza, debes ser siempre coherente entre lo que dices y lo que haces.

Ten muy presente que tu labor es la de impulsar el trabajo del equipo o de las personas que pretendes liderar, y vas a tener que ponerte siempre en el lugar de los demás, tanto en el modo en el que te comunicas como en el que actuas. Esto no es fácil, y va te va requerir que seas capaz de hacer una profunda reflexión interior, te mires al espejo y te preguntes si realmente tu manera de comunicarte y de actuar se puede estar percibiendo realmente como tú crees que debería percibirse, algo que a menudo no sucede.  

Somos una sociedad en la que las dudas y el miedo están siempre presentes. Se tiene miedo a perder lo que tenemos, lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo, nuestra posición, nuestro puesto o nuestra propia autoestima… y eso nos condiciona en el trabajo, en nuestras relaciones personales y en nuestra capacidad de influir en los demás; de ahí la importancia de saber transmitir una sensación de seguridad cuando nos comunicamos o cuando tomamos una decisión que afecta a otros, sobre todo si es una decisión difícil, ya que esa seguridad es necesaria en las personas para sostener su estado emocional. Hay que proyectarles la sensación de que hay alguien frente a ellas que realmente sabe lo que hace, que afronta las dificultades con decisión, que se preocupa por lo que hacen y de que se sientan seguros haciéndolo.  

¿Pero cómo se consigue eso, si a menudo no somos capaces de transmitir suficiente confianza hacia nosotros mismos?.

En esto del liderazgo hay que intentar evitar el transmitir dudas. Por el contrario, se requiere mostrar mucha convicción y determinación para afrontar los problemas.   Otra cuestión importante es la solidaridad hacia las personas, la cual debe estar presente en todo momento, sobre todo cuando las situaciones se complican y se presentan dificultades que hay que resolver con rapidez. Eso sí…, esto de solucionar problemas siendo solidario no significa el estar dispuestos a tirarse por un barranco o inmolarse si fuese necesario; también la sinceridad es indispensable cuando no tienes respuestas a todos los problemas, porque es mejor reconocer una debilidad o una incapacidad que dar una mala respuesta.  

La sinceridad hacia los demás siempre ha sido una disciplina a respetar por encima de todo. Tú no estás para solucionar todos los problemas, sino para hacer que sean los miembros de tu equipo los que se consigan hacerlo por sí mismos. Cuando eso pase, habrás cumplido con una de tus principales atribuciones.  Eso sí…, llegados a ese punto, no se te ocurra hablar de lo que has conseguido tú; limítate a destacar el éxito de los demás por encima del tuyo. Porque el único éxito al que tú puedes aspirar como líder es a contribuir al éxito de los demás.

Céntrate en valorar positivamente lo que ha alcanzado tu equipo.   Esa es una buena forma de motivar, aunque siempre he pensado que las personas no podemos motivar a los demás. Lo que sí podemos llegar a hacer, por nuestro mal comportamiento, es llegar a desmotivar.

Esto vendría a tener una cierta similitud con el objetivo que tenemos todos de alcanzar la ansiada felicidad… En realidad, la felicidad es un estado de ánimo que no se alcanza, como tampoco es el final del camino hacia una meta; sino que se trata de algo así como un estado mental en el que decidimos estar o no.  Supongo que cualquier persona, líder o no, puede contribuir a facilitar las cosas a otra para que consiga alcanzar ese estado mental de felicidad al que me refiero, pero desde mi punto de vista, en absoluto puede una persona hacer feliz a otra; eso es algo que nadie puede hacer salvo esta última.

No obstante y al igual que pasa con la motivación, lo que sí puede conseguir cualquiera a través de su actitud es hacer profundamente infeliz a cualquiera. Por esto digo que la función de un líder es guiar, inspirar y allanar el camino en lo posible para que sean los demás los que lo recorran por sí mismos.

Otro aspecto importante en el liderazgo es el de las relaciones personales. Tu estilo de liderazgo debe mostrarse abierto y accesible, priorizando la ayuda a los demás para hacer que se sientan capaces de superar sus límites y poder avanzar; pero si te pasas de frenada, puedes transmitir la imagen de alquien que se mete donde no le llaman, llegar a incomodar y a generar el efecto contrario al que se pretende. Cuidado con eso…

Una buena manera de evitar una situación como esas es desarrollar las habilidades de comunicación y la escucha activa para fortalecer la confianza personal.

Trata de encontrar momentos en los que compartir tus propios problemas y razonamientos para que se perciba apertura y sinceridad. Compartir detalles de las líneas generales que definen tu visión de las cosas es positivo para ganar esa confianza y para conectar con las personas, ya que permite que se entiendan mejor las motivaciones de tus decisiones y de tu manera de proceder.

Una vez más, recuerda que tu función principal es ser guía y apoyo con un objertivo principal: conseguir que las personas que lideras desplieguen lo mejor de sí mismos, tanto de forma individual como colectiva. No estás ahí para ser el padre o la madre protectora de todos ellos, pero tampoco lo estás para ser un simple controlador que marca normas y procedimientos a seguir.

En tu papel, debes demostrar flexibilidad, ya que todo lo positivo que pueda aportar tu personalidad natural, las particularidades que definan tu estilo de liderazgo o cualquier otro aspecto de valor que podamos plantear, no tendrán siempre un mismo resultado, ya que eso dependerá de un entorno y circustancias cambiantes. Por esto necesitarás tener capacidad de adaptación a esas circusntancias para poder sacar el máximo partido de tu labor.

Por ir resumiendo, la característica más importante de un buen líder es su capacidad de inspirar y motivar a otros. Un líder debe poder comunicar su visión y objetivos de una manera que resuene en la personas y en los equipos; ofrecer orientación y apoyo cuando sea necesario, y al mismo tiempo ser capaz de reconocer las fortalezas y debilidades individuales de los miembros del equipo y también las propias, para aprovecharlas o corregirlas.

No olvides que las habilidades de liderazgo no nacen con la persona; requieren tiempo, esfuerzo y constancia para poder desarrollarlas. Y esto no tiene final…, es necesario estar actualizándolas permanentemente en línea con esta sociedad tan cambiante en la nos encontramos.

No dejes de practicar la escucha activa siempre, ya que es indispensable poder comprender mejor las necesidades de las personas, ya que los líderes deben esforzarse por crear un entorno en el que todos se sientan cómodos expresando sus ideas y opiniones, ¿cómo va a sentirse cómodo alguien si no se siente escuchado?.

Si quieres llegar a ser un buen líder, mi consejo es que te pongas a trabajar en esto de inmediato, poco a poco pero sin pausa, ya que el desarrollo de estas habilidades aporta muchos beneficios, tanto para la persona que las adquiere como para los distintos ambitos donde las pueda aplicar después.

Ten presente que tener la capacidad de inspirar a otros y liderarlos positivamente es algo cada vez más valorado por las empresas y por las organizaciones, ya que quienes demuestran poder influir en ello pueden aportarles un gran valor fomentando la colaboración y la creatividad, contribuyendo a una mayor productividad y capacidad en la resolución de problemas y a fomentar un ambiente de relaciones sólidas entre las personas.

Y hasta aquí el episodio de hoy. Te invito a que me sigas a través de este podcast para que no te pierdas el próximo episodio de La Guarida de Lycon.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

DONATIVOS

Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora. Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.

1,00 €

Cómo emprender sin romperte la crisma.

Escúchalo en Youtube👆. Toca la imagen

Hoy me apetece cambiar de tercio; no tengo ganas de hablar de ventas ni de desarrollo personal, ni de liderazgo. El día está frío y ventoso, me duele la espalda y no estoy de humor para ponerme serio, valga la contradicción.

Quiero hablaros de verdades incómodas, sobre todo a los que seguís persiguiendo sueños como pollos sin cabeza y que, obsesionados en conseguirlo, os empeñáis en dar tumbos entre ideas repentinas que empiezan por la ilusión e intentos fallidos por hacerlas realidad que acaban en la frustración.

Me dirijo a los que alguna vez se han levantado dormidos en mitad de una madrugada de calor asfixiante, se han dirigido hacia la nevera de la cocina para remojar un gaznate absolutamente reseco y por error le han dado un largo trago a una botella de vino abierta hace tres semanas, vino completamente agriado, pensando que era agua fresca. A mi me pasó…, fue toda una experiencia que me hizo despertar de golpe.

Un momento inolvidable de desagradables ardores de estómago y de irritación de mucosas que me sirven hoy de metáfora para describir las consecuencias de quienes se lanzan a emprender algo medio adormilados y después sufren las consecuencias de lo que ellos mismos suelen definir como una mala decisión tomada con la mejor de las intenciones.

Pues sí…, después de muchos intentos frustrados de llegar a hacer algo por ti mismo, acabas por darte cuenta, gracias al batacazo sufrido, de que el riesgo que debes asumir al tomar una decisión debe ser, como mínimo, el doble del resultado que deseas alcanzar y directamente proporcional a tu falta de sentido común. Son matemáticas simples; no existen los atajos o las recetas milagrosas salvo en las películas y en los podcast de advenedizos que pretenden ir de gurús diciendo a los demás cómo tienen que planificar sus vidas. Y yo no pretendo hacerlo aquí, lo juro por Snoopy.

Las posibilidades de alcanzar el éxito en aquello que buscamos, pero sin asumir el riesgo de que nos abramos la cabeza, son extremadamente pequeñas. Tan pequeñas como que aún logrando salir airoso del trance, tengamos alguna posibilidad de que el resultado final se corresponda con lo soñado; vamos…, ni por asomo.

El 80% de las emprendedurías fracasan antes de los dos años de vida, el 90% en el caso de las que se atrevan a hacerlas en el ámbito de la tecnología; así están las cosas. ¿Significa esto que 8 de cada 10 emprendedores son unos irresponsables o unos auténticos inútiles?; en absoluto. Si pensáramos así, posiblemente estaríamos todavía viviendo en cavernas.

Si hay una regla básica que deberíamos aceptar en cualquiera que sea nuestro objetivo en la vida, es que cuanto mayor es el premio que queremos conseguir, mayor es el riesgo que debemos afrontar en nuestras decisiones. Plantear un objetivo personal o profesional sin pasar por el trance de exponerse a perder algo, aunque solo sea el tiempo y esfuerzo empleados, no lleva a ninguna parte. Y si nos apoyáramos en la suerte para alcanzar nuestros objetivos, ¿qué sentido tendría el reflexionar sobre cómo tomar nuestras decisiones y planificar nuestros esfuerzos, si todo dependería de cómo estén dispuestas las estrellas o de lo que digan las cábalas?. Si quieres jugar tienes que prepararte, actuar y arriesgar, punto.

Ciertamente en la aventura de emprender no puedes contar con la suerte, la única oportunidad realista de alcanzar el objetivo que te marques la tendrás si llevas en las alforjas un cierto conjunto de cosas; digamos que una mezcla de conocimiento, motivación y determinación, todo ello aderezado con un poquito de ambición y de mucha perseverancia. Si te falta alguno de estos ingredientes mejor ni lo intentes, porque a menos de que seas bendecido por el poder celestial, lo más probable es que te equivoques y le pegues un trago a la botella de vino agrio.

Pero no quiero quitar a nadie la ilusión de tratar de alcanzar sus sueños, ni mucho menos… Yo soy el primero que lo ha intentado varias veces y probablemente lo seguiré intentando en el futuro. El que nace con ese gusanillo nunca se lo quita de encima totalmente, eso va incluido de serie en el carácter para lo bueno y lo malo. “No aprendes”, me ha dicho más de uno después de algún fracaso, aunque la verdad es que tampoco es eso exactamente…; me refiero a un fracaso del que no has aprendido nada; porque ya lo creo que aprendes…; lo haces cada vez que te estampas contra una pared.

De hecho, ciertamente algunos solo podemos aprender a golpes, pero aprendes al fin y al cabo, siempre y cuando tomes consciencia de tus propios errores y aproveches esa mala experiencia para mejorar. Que sepas que, desde mi discutible punto de vista, esa será tu única oportunidad de llegar a alguna parte; no es seguro si al lugar que deseas, pero tal vez a algún destino razonablemente bueno después de todo. El problema es que hay muchos cabezotas que son incapaces de reconocer su torpeza, ni aunque ésta les deje en evidencia de forma vergonzosa. Estos nunca aprenden nada.

Recuerdo a un jefe infame que tuve hace tiempo. Un personaje retorcido y manipulador, un verdadero demonio, pero que tenía momentos de lucidez que después de muchos años he sabido reconocer. Contaba con una habilidad natural para sacar a relucir la incapacidad que tienen muchas personas a la hora de aceptar, sin tapujos ni excusas baratas, las responsabilidades de los errores derivados de sus propias decisiones o de no haberlas tomado.

La mayoría de las personas tienden a eludir culpas ante una equivocación que provoque un daño o pérdida a terceros o incluso a sí mismos. Es una reacción muy humana que viene dada unas veces por el miedo a las consecuencias y otras por la negativa a perder un poquito del propio ego tras la posibilidad de tener que reconocer que has quedado como un idiota. Somos tan sensibles frente a las situaciones en las que quedamos en evidencia ante los demás, que estamos dispuestos a negarlas ante cualquiera con mil razonamientos, correr un tupido velo y agarrarnos al primer clavo ardiendo que nos permita salir del trance lo antes posible.

Uno de los numerosos días en los que aquel director nos reunía a todos los responsables de sección para arengarnos en nuestras tareas nos explicó, con toda la vehemencia que su carácter prepotente y narcisista podía permitirle, que una empresa es como un barco en el que conviven dos clases de tripulantes; una está formada por aquellos que, cuando llegan a la línea roja que supone la toma de una decisión difícil o trascendental, optarán por no saltarla para evitar el riesgo de equivocarse y quedar expuestos a las consecuencias de la crítica y del daño a su imagen personal o a su autoestima. La otra parte la forman los que, al llegar a esa línea, no dudan en saltarla. Son los que no eluden los problemas, ni tienen miedo a los desafíos o a las consecuencias que puedan derivarse de fallar al intentarlo y prefieren asumir el riesgo de dar el paso, siempre y cuando ese paso y riesgo merezcan la pena. Estas personas suelen tener inquietud de liderazgo; son ambiciosos, innovadores y emprendedores; gente ideal para afrontar grandes empresas. El problema es que también se pueden incluir en este grupo aquellos que se pasan de frenada; los imprudentes, los irreflexivos, los irresponsables y los locos.

Siguiendo con la metáfora marinera, hay personas que prefieren ser simples remeros en galeras durante toda la vida y hay otros que necesitan trabajar en cubierta, sentir el viento en la cara mientras el barco navega, participar en su gobierno y mojarse durante cualquier tormenta si es preciso, aunque eso suponga el riesgo de caer por la borda en cualquier golpe de mar. Estos no están exentos de acabar igualmente agarrando el remo como los primeros, pero tendrán muchas más posibilidades de alcanzar cualquier meta en la vida.

Lo que queda claro es que resulta imposible el alcanzar metas sin tomar decisiones y asumir sus riesgos, aunque, de todas formas, en esto de perseguir sueños, plantearse retos y superar objetivos, la realidad es mucho más compleja que la imaginada a través de cualquier metáfora simplista.

De entrada, una decisión importante no se puede tomar nunca a la ligera; debe estar meditada, tomando en cuenta sus pros y contras, los riesgos asociados y la preparación adecuada para afrontarlos. En este sentido, nuestro deseo interior por emprender algo que nos ilusiona y que soñamos alcanzar suele ir a menudo más deprisa que nuestro sentido común, tanto que puede acabar pasándonos por encima, (créeme…, sé bien de lo que hablo por propia experiencia), por lo que no vamos a descubrir nada extraordinario al afirmar que los retos que decidamos afrontar y las decisiones que se tomen al respecto, deben ser planteados en proporción a los riesgos asociados y a las consecuencias que estemos dispuestos a asumir.

El emprender no es un juego, es algo muy serio. Cuando le estamos dando vueltas a esa idea hay que tener bien desarrollado nuestro autoconocimiento; una palabra que suena un poco rebuscada, pero no me sale otra más adecuada. Tienes que conocer realmente qué es lo que pasa por tu cabeza y tus motivos, ya que es posible que en tu deseo de iniciar un proyecto personal te estés centrando únicamente en lo que te gustaría hacer y eso puede ser un grave error. Si quieres tener éxito en lo que emprendas, no intentes basar esa idea en hacer lo que más te gusta; eso de que no hay nada mejor que trabajar en lo que a uno le gusta es una memez desde un punto de vista emprendedor. En lo que debes enfocarte a la hora de emprender algo, si lo que quieres es tener éxito de verdad, es en aquello que sepas hacer mejor, y seguro que hay algo en lo que destacas, aunque todavía no hayas tomado conciencia de ello.

Tienes que descubrir en qué eres realmente bueno y darle vueltas hasta saber cómo sacarle partido. Cuando aclares esto, el siguiente paso será determinar la verdadera razón por la que deseas emprender. ¿Qué es lo que quieres conseguir?, ¿cuál es tu propósito en la vida?, ¿cuál es tu meta?, ¿para qué demonios te quieres meter en líos, con lo calentito y tranquilo que se está en casa?. Pero ya veo que finalmente estoy tendiendo a hacer lo que no quería…, decir a los demás lo que tienen que hacer para poder avanzar, cuando en realidad solo existen ciertas sugerencias a valorar en lugar de directrices a seguir que además no te garantizan absolutamente nada.

Llegados a éste punto, debo confesar que me resulta paradójico que esté escribiendo el episodio 24 de un podcast que se supone tiene el propósito de compartir planteamientos para ayudar a otros a ir avanzando hacia sus metas, cuando es posible que su verdadero objetivo sea el ayudarme a mi mismo. Si esto es así, ¿qué meta puedo estar buscando para estar empleando parte de mi tiempo libre en escribir y en grabar estos audios si probablemente los escuchen cuatro o cinco personas y por casualidad?.

Te contaré un secreto…, si a mi me preocupara el fracaso que pueda suponer el que estos audios no tengan interés para nadie o que no me reporten ningún beneficio concreto, podría pensar que invierto mi tiempo para nada; pero la verdad es que no me preocupa en absoluto. Creo que, por lo general, los emprendedores hacemos las cosas por otra razón distinta que poco tiene que ver con la ambición personal o con el ego.

Es posible que la razón de no estarse quieto sea el deseo de ganar notoriedad para sentirnos realizados o simplemente sentir que hemos hecho algo de valor por nosotros mismos y que además pueda servir de ayuda a otras personas. Sea la razón que sea, lo que me preocupa no es fracasar al poner en marcha una iniciativa personal que me parezca motivadora, sino el dejar pasar el tiempo sin ni siquiera haberlo intentado.

Miguel Ángel Beltrán

DONATIVOS

Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora. Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.

1,00 €