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Cómo tomar la decisión correcta.

Cuantas veces nos habremos preguntado cómo habrían sido las cosas si hubiésemos pensado bien nuestras decisiones antes de tomarlas. Si en lugar de dar pasos precipitados los hubiésemos meditado mil veces previamente. Las personas a menudo estamos demasiado obcecados en nuestras propios intereses, tanto es así que lo único que queremos hacer es ponerlos en práctica, incluso sin tener en cuenta cómo esas decisiones podrían afectar a los demás o a nosotros mismos. En este camino de crecimiento y mejora personal que quieres emprender, tendrás que tomar decisiones frente a las dificultades que se te presentarán y va a ser importante que te prepares bien y cambies algunas pautas de comportamiento.

Todos sabemos que con frecuencia algunas tomas de decisión, sobre todo las se han tomado de forma unilateral, son el origen de nuevos problemas que tal vez no afrontemos inmediatamente, pero que con bastante seguridad habremos de hacerlo en el futuro. Serán consecuencias de decisiones que se tomaron a toda prisa, sin ser estudiadas, analizadas, discutidas y contrastadas; basadas en unos supuestos inconsistentes que tenían más de sueño o de capricho que de sentido común. Pero tranquilo, que en esto no nos salvamos ninguno. Así somos las personas en general, ya que vamos aprendiendo a fuerza de equivocarnos una y otra vez, pero eso no significa que no podamos hacer algunas cosas para mejorar en este apartado.

Hay quien estará de acuerdo y quien no, pero lo cierto es que los problemas a los que cualquier persona se enfrenta en el presente casi siempre vienen determinados, en alguna forma, por algún error o serie de errores cometidos en el pasado. Y estos errores a menudo se relacionan con nuestra poca disposición a la paciencia. En estas cuestiones, las prisas nunca son buenas compañeras de viaje; de hecho, alguien comentó alguna vez que una de las grandes desventajas de hacer algo con demasiada prisa es que suele acabar también llevando demasiado tiempo, principalmente porque después tienes que dedicarte a reparar lo que se ha hecho mal. También un proverbio chino dice que el hombre corriente, cuando emprende algo, suele echarlo a perder por tener excesiva prisa por terminarlo. Seguro que la ansiedad por encontrar soluciones rápidas a los problemas tiene mucho que ver con la limitaciones que eso produce en nuestra capacidad para conseguirlas y con ello tendemos a parchear situaciones en lugar de a arreglarlas, dejando así las cosas sin ser resueltas de forma definitiva. No es de extrañar entonces que tarde o temprano nos volvamos a encontrar con los mismos problemas, posiblemente aún peor de como los dejamos.

La precipitación en la toma de decisiones es algo muy común en los mortales, ya que a nadie le gusta permanecer en una situación difícil e incómoda ni cinco minutos, ni tener que superar dificultades para conseguir algo que se desea; todos queremos pasar por encima de ellas lo antes posible, lo que nos genera una ansiedad e impaciencia que puede hacernos actuar de forma poco sensata. De hecho, una de las constantes que se producen en los momentos de dificultad o crisis personal es la tendencia a la precipitación, ya sea invirtiendo tiempo y dinero en ideas repentinas o haciendo sobresfuerzos, como si el trabajar más rápido y durante más horas nos pudiera sacar más rápidamente del barro.

Si te estás hundiendo en una ciénaga de lodo espeso, probablemente el chapotear con todas tus fuerzas para no hundirte sea una mala idea. Mejor es tratar de mantener la calma y moverse con cuidado en las situaciones arriesgadas, porque si no se meditan bien los pasos que vas a dar y no se dirigen los esfuerzos en la dirección correcta, lo que acabaremos consiguiendo será que cuanto mayor sea la energía que se aplique para resolver el problema, mayor será la resistencia que ese problema ejercerá contra ti y más complicada será su resolución definitiva. Hagámonos a la idea de que es inútil cualquier decisión que se tome o acción que se lleve a cabo si no se piensa bien y no se orienta adecuadamente. Por esto es tan importante el ejercicio de pensar muy bien las cosas antes de actuar, de tener claro cual es el origen del problema y determinar el factor que lo desencadena, porque es justo lo que se necesita para saber donde habrá que enfocar cualquier actuación o decisión.

En este sentido, estoy seguro que todos hemos caído más de una vez en esa trampa de la que deberíamos estar  escarmentados, por lo que a esta alturas tendríamos que saber que el alcanzar una objetivo o resolver una situación difícil no está garantizado simplemente aplicando la ley del máximo esfuerzo en lo que tengamos que hacer. Quienes hacen esas cosas son los niños de corta edad, quienes no entienden lo de regular esfuerzos, sino que emplean durante una determinada etapa de su crecimiento una gran cantidad de energía no solo para su motricidad, sino también en labores que no tienen una finalidad concreta; simplemente aplican toda la intensidad posible en la ejecución de cada paso y en cada detalle de lo que hacen mientras les quede una caloría por quemar. El motivo de esto es porque para ellos lo más importante es el proceso y no el fin del mismo, justo lo contrario de lo que estamos hablando aquí. Para nosotros, sin duda, lo importante es el fin al que queremos llegar y para ello se necesita más cabeza que músculo, más planificación que fuerza. Es como cuando sales al monte con la bicicleta y después de varios kilómetros de ruta llana y cómoda te encuentras con una larga y empinada cuesta que pretendes subir al mismo ritmo que traías, sin valorar la pendiente ni tampoco tu capacidad de resistencia. Al final es muy probable que te quemes y tendrás que parar, eso si no llegas a lesionarte o te da antes una lipotimia que te deje para el arrastre.

De hecho, la vida cotidiana es en cierto modo como esa ruta en bicicleta; hay momentos en los que circulamos cómodos, avanzando con un ritmo razonable que podemos sobrellevar, incluso permitiéndonos disfrutar algo del paisaje. Pero de vez en cuando llegan repentinamente las subidas pronunciadas, a veces escondidas tras una curva, y es ahí donde tenemos que reaccionar correctamente y en segundos para poder afrontarlas sin que nos deje después agotados e incapacitados para continuar; ahí tenemos la clave. Y si no nos ha dado tiempo de analizar correctamente la ecuación antes de llegar a ese momento de dificultad, pues nos bajarnos de la bici y caminamos un rato; es mejor eso que correr un riesgo excesivo e innecesario. Ya habrán otros momentos mejores para dar un acelerón.

Pensemos que la vida nos pone contantemente a prueba y nos mantiene en un estado de tensión y presión permanente al que se van a añadir nuestras inseguridades, miedos o incluso momentos de pánico, los cuales podrían debilitarnos e incluso bloquearnos, pero en los que estamos igualmente obligados a tomar decisiones. Y ya sean estas decisiones grandes o pequeñas, todas van a ir encaminadas, de un modo u otro, a conseguir hacernos sentir mejor y más seguros; pero si convertimos este deseo en una obsesión, podríamos llegar a dejarnos arrastrar de tal forma que, ante cualquier problema, tendríamos la tentación de adoptar decisiones fáciles y cortoplacistas que nos aparten de él cuanto antes y así poder pasar página, pero sin resolverlo; algo que con el paso del tiempo se podría convertir en un boomerang que volverá para ponernos aún en mayores dificultades. Tengamos en cuenta que mientras más problemas a medio resolver vayamos dejando por el camino, peor futuro tendremos más adelante, porque nos los volveremos a encontrar nuevamente como un gran muro que seguramente ya no podremos sortear. A las personas nos cuesta entender que el motivo de estar hoy en una situación determinada de la que queremos salir no tiene porqué estar relacionado con una causa reciente, sino que puede venir como resultado de una situación anterior, incluso muy anterior, que no fue resuelta adecuadamente. Hay que cambiar de mentalidad y mantener otro tipo de actitud.

Las consecuencias de nuestras decisiones pasadas pueden manifestarse o influir de muchas formas en el futuro, por eso es tan importante tratar nuestros problemas de hoy desde una perspectiva más amplia que la de algo que simplemente nos llega sin más o nos viene impuesto por las circunstancias. Cuando se habla de cambiar de mentalidad, se trata en parte de entender nuestra realidad y de tenerla presente en nuestras decisiones, no de apartarnos de la parte de ella que nos incomoda, haciendo como si no existiera, dejando las dificultades y los obstáculos a un lado, sin enfrentarse y tratar de superarlos para seguir avanzando por el camino que nos lleva a nuestros objetivos. Ciertamente todos tenemos objetivos que de algún modo nos hemos marcado y sentimos instintivamente una especie de necesidad constante por querer alcanzarlos. Superar los problemas que nos vamos encontrando forma parte del juego; no sirve de nada ignorarlos salvo para convertirlos en un lastre cada vez más pesado.

Pero somos humanos, de esos seres que tropiezan dos o más veces en la misma piedra. Nos cuesta desprendernos de determinados vicios que cuelgan de nuestra personalidad, así que volverán a aparecer los miedos, las ansiedades y las prisas, por lo que una vez más tendremos la tentación de no meditar lo que vamos a hacer antes de fastidiarla. Y es que a esta sociedad de hoy no le gusta esperar a nada, todo se hace con la sensación de que el tiempo se acaba, de que nos pillará el tren, de que se nos pasará el arroz, sin entender que hay una verdad incuestionable que no podemos evitar: que las soluciones a los grandes problemas requieren de su tiempo. Esas soluciones a veces vienen de pequeñas acciones, de sencillos cambios en nuestro entorno; no existe la solución perfecta para nada, porque todo está sujeto y condicionado por muchas cosas.

Tal vez si fuésemos robots contaríamos con un sofisticado sistema de alerta que nos permitiera responder de forma automática y eficaz a cualquier situación que se produzca en nuestro entorno, pero no…, no somos robots; solo somos unos seres biológicos, enganchados a la endorfina, que actuamos más por reacción emocional que racional. Lo único que podemos hacer es conocer y tratar de gestionar nuestra forma de reaccionar, ya que el mecanismo del ser humano funciona de tal forma que nos resulta imposible mantenernos permanentemente alerta y ser capaces de percatarnos absolutamente de todo lo que sucede en nuestro alrededor para actuar de forma infalible, ya que eso probablemente nos volvería locos.

Nuestra tendencia natural es el reaccionar ante cualquier señal de peligro o necesidad casi de forma instintiva; a menudo sin paramos unos segundos a pensar cómo actuar; más bien reaccionamos de inmediato sin pensarlo lo suficiente y sin ser plenamente conscientes de las consecuencias de muchas cosas que hacemos o decimos. Estaría bien ser capaces de controlar todo eso, pero en la vida no podemos pretender analizar permanentemente y en profundidad hasta las problemáticas más simples del día a día, ya que para cuando hubiésemos llegado a una conclusión sobre la situación, ya nos habrían pasado por encima.

Está claro que es imposible tener control de todo y no equivocarnos en algunas cosas, pero podemos aplicar ciertas pautas que nos ayudarán a mejorar en ello. Ante todo, debes conocerte a ti mismo, ser consciente de tus emociones y de cómo estas condicionan tu actitud y forma de actuar frente a las condicionantes de tu entorno; eso sí…, me refiero a las condicionantes de hoy, no las que hubo en el pasado ni a las que supuestamente habrá en el futuro. El foco debes ponerlo en el presente, entender sus riesgos y ser consciente de tus posibilidades reales y de tus limitaciones. Intenta darte un margen de tiempo para tratar de ver las cosas desde diferentes perspectivas. En realidad, las decisiones no son correctas o incorrectas, solo son necesarias o irrelevantes, pero todas ellas son irrenunciables, porque la vida consiste en estar decidiendo constantemente, incluso a veces sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Unas decisiones que, en muchos casos, van a determinar nuestro futuro, pero que el no tomarlas nos impediría progresar positivamente hacia él.

Miguel Ángel Beltrán

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Si vas a emprender, inspírate en el fracaso.

Diría que una de las diferencias existentes entre las personas que siempre luchan por superar los obstáculos y las que se rinden al primer tropiezo, es que las primeras suelen creer en sí mismas y son conscientes de su propio potencial, mientras que las otras, ante las mismas dificultades, tienden a ser conscientes únicamente de sus circunstancias y a dejarse abandonar a ellas.

¿En qué grupo consideras que estás tú, en el del potencial o en el de las circunstancias?. Si estás pensando en emprender algo y crees verte más bien en el segundo grupo, déjame que comparta contigo algunas reflexiones sobre a qué te vas a enfrentar; al fin y al cabo las he sacado de mis propias experiencias y tengo la espalda metafóricamente llena de cicatrices por haber hecho durante mucho tiempo exactamente lo contrario a lo que ahora predico.

De entrada, debes saber que un emprendedor se define por su habilidad para identificar oportunidades, crear proyectos y llevarlos a cabo (o al menos intentarlo). No todo el mundo es emprendedor ni tienen por qué, faltaría más. Los emprendedores son personas con determinadas capacidades que llevan incorporadas de serie o que adquieren con preparación, pero sobre todo cuentan con una actitud que les empuja a desarrollar ideas para responder a necesidades concretas; es como un gusanillo cansino que tienen en el estómago y que no les deja en paz.


Pero además, lo que caracteriza al emprendedor es su determinación y carácter frente al desafío, el riesgo y la incertidumbre. Y es que un emprendedor de verdad no le tiene miedo a la incertidumbre, o al menos la sabe controlar muy bien. Incluso disfruta por el mero hecho de emprender algo; y si fracasa, pues fracasa… Con el panorama actual, todo un valiente, sin duda alguna…


Precisamente es en el fracaso donde el verdadero emprendedor demuestra su actitud y las razones que lo definen como tal. Él tiene claro que hasta de ello se obtiene un cierto beneficio, en forma de conocimiento y experiencia, que podrá aplicar después para estar más cerca del éxito que busca. Por eso, después de caer a plomo contra el suelo, se levanta, se limpia un poco la sangre de la nariz y lo vuelve a intentar, el muy cabezota…


Decía Churchill que el éxito es la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo; una gran verdad; todo mi reconocimiento a esa figura histórica. Pero además del entusiasmo, es de los errores y las decepciones de donde se endurece el músculo que nos permite fortalecernos, mejorar y poder avanzar. Sin duda, un emprendedor de verdad entiende estas reglas como lo que son: “píldoras de conocimiento imprescindibles para su propio desarrollo y crecimiento”.


Y no…, no hay aprendizaje sin errores, como no hay éxitos sin fracasos. Nada de excusas y de buscar culpables ante ellos, porque el sentirse un fracasado no es algo que te hayan transmitido o impuesto; el fracaso ni se transmite como un virus ni se impone como un castigo divino; es solo una percepción que depende únicamente de ti y solo de ti.


Pero cuidado…, más allá del motivo que tengas para emprender tu proyecto, plantearte un reto o de cualquier otra razón que te impulse a dar un paso al frente a pecho descubierto, lo que te debe empujar por encima de todo a hacerlo es la ilusión, porque es una de las pocas cosas capaces de hacerte reaccionar ante la incertidumbre y los obstáculos. Bueno…, eso y la desesperación…, pero esto último no es aconsejable. De hecho, tengamos clara una cosa; la decisión de crear un negocio o de iniciar un proyecto personal no puede ser la única razón de emprender. Si eso fuese así, puede que en realidad la decisión de hacerlo solo signifique una huida hacia adelante que viene provocada por motivos muy distintos al supuesto deseo de querer hacerlo. En estas cuestiones uno tiene que ser muy honesto consigo mismo.


Lo importante para emprender algo es, además de la idea, el tener suficiente motivación para ello. Puedes tener esa idea o una razón o necesidad poderosa para hacerlo, pero el combustible capaz de generar esa motivación siempre será, justamente, esa ilusión de hacer algo que merezca la pena.

“El único verdadero fracaso es aquel del que no hemos aprendido nada”.
Henry Ford

Otra cosa más…, si pese a dudas y miedos te vas a lanzar a la aventura de no conformarte con lo que eres y con donde estás, de construir un proyecto o de tratar de alcanzar un sueño, es importante que revises y te replantees el significado que tiene para ti el éxito y el fracaso, ya que el uno no existe sin el otro, sino que se complementan. Hasta que no aceptes esto, no estarás realmente preparado para afrontar lo obstáculos que debe superar cualquier emprendedor y con los que, sin duda alguna, te vas a encontrar de frente.


Pero no te desanimes por eso…, en cierto modo un recorrido que presente pequeños o grandes obstáculos y errores que vamos corrigiendo puede ser incluso más beneficioso que uno libre de ellos. Con los errores se aprende y se progresa, sin los errores no. Tener errores es inevitable y en cierta medida necesario, lo que verdaderamente importa es la experiencia que obtengamos de ellos. El fracaso real se produce cuando no obtenemos ningún aprendizaje y además, nos damos por vencidos.


Por ir acabando, por aquello de insistir…; lo que permite a cualquier persona alcanzar el éxito en el reto que se plantee, tenga o no tenga aptitudes para ello, es su capacidad de superar adversidades y reponerse ante las caídas, de ser perseverante, luchador y capaz de no perder la confianza en sí mismo.
Si no tienes ese espíritu luchador, tendrás que buscar la manera de desarrollarlo. Y si no eres capaz de hacerlo, mejor no emprendas y sigue remando.

Miguel Ángel Beltrán

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Las pautas del éxito en tu crecimiento personal

La mayoría de las personas tenemos deseos de destacar en nuestro puesto de trabajo para poder alcanzar nuevas oportunidades, mejores salarios o simplemente, para sentirnos reconocidos o satisfechos con nosotros mismos. Otras personas prefieren la seguridad y no asumir mayores responsabilidades. Cada uno es como es, pero en el mundo profesional actual es importante tener alguna ambición por mejorar y crecer, ya que no hay un trabajo realmente seguro y que dure toda la vida. Debemos prepararnos para ser capaces de hacer más cosas y hacerlas mejor. Y por supuesto…, también hay que conseguir que eso tenga alguna trascendencia en forma de reconocimiento o de promoción personal. Pero…, ¿cómo hacer que nuestra contribución a la empresa sea valorada y es su caso premiada?.

Si no consigues hacer visible tu potencial y dejar clara tu contribución en el entorno de tu puesto de trabajo, es fácil que acabes pasando desapercibido y que, finalmente, tanto tu aportación personal como tu posición no lleguen a ser reconocidos y valorados adecuadamente, con lo que resultará muy difícil que obtengas una compensación por ello o un ascenso profesional, si es que ese es tu interés.

Una forma de conseguir avanzar hacia el objetivo de crecer en una organización es salir de la rutina habitual de tu trabajo. Si haces siempre lo mismo y de la misma forma sin aportar algo que sea destacable, difícilmente conseguirás que eso que haces sea tenido en cuenta y llegue a las personas que realmente pueden influir en tu crecimiento personal.

Esto no va únicamente de trabajar más horas o de producir más de lo que se exige para tu puesto; de hecho, eso seguramente no será lo que va a hacerte crecer, al menos necesariamente. Si tan productivo eres en esa función específica, tal vez no interese a tus jefes el sacarte de ahí para poner a otro que no lo sea tanto. Sin embargo, si eres capaz de proponer una mejora en un proceso que permita que todos puedan ser más productivos, sin duda eso sí te hará destacar y con ello proyectarás notoriedad hacia la empresa.

Cuando se contribuye positivamente, más allá de la propia labor en el puesto, al mejor funcionamiento de una organización, no solo se demuestra tener capacidad e iniciativa, sino que se da a conocer el compromiso de quien lo hace. Y pocas cosas hay que gusten más a una organización que el compromiso que demuestres hacia ella y hacia la consecución de sus metas. No obstante, hasta en estas cosas hay que saber actuar. No se trata de estar permanentemente queriendo demostrar a los demás lo que vales con continuas propuestas o actuaciones, ya que posiblemente no consigas el efecto que buscas o incluso acabes provocando el efecto contrario.

Estas cosas deben dosificarse y, sobre todo, se debe estar muy seguro de que aportarán valor a los objetivos del equipo y de la empresa. Las propuestas, sean grandes o pequeñas, que tienen posibilidad de éxito son las que previamente se han meditado a conciencia. Hay que valorar los pros y contras, los riesgos y beneficios, así como las objeciones que puedan aparecer en el momento de hacer o implementar propuestas. Y sobre todo, hay que estar dispuestos a asumir la posibilidad de equivocarse y, en su caso, saber reconocer la responsabilidad de esa equivocación. Así son las reglas de este juego.

Pero no nos preocupemos en exceso por eso; solo se equivocan las personas que tienen iniciativa, las que afrontan las decisiones y las que se enfrentan de cara a los problemas para tratar de darles solución; los demás no se equivocan nunca, por eso no suelen llegar muy lejos. Además…, este es el único camino posible en el reto que te has marcado, así que hay que asumirlo. Pero lo cierto es que muchos no lo asumen…

De hecho, pese a que la mayoría de las personas tiene la ambición de crecer profesionalmente y mejorar sus condiciones salariales, un gran porcentaje de ellas llega cada día a su puesto de trabajo con un pensamiento fijo en el subconsciente…, la hora de terminar la jornada. Cumplen con la realización de su tarea, sí…, pero sin otra motivación que el disfrutar del dulce sabor del final de la jornada y cobrar a fin de mes por ello. No tienen más interés que ese, lo cual es perfectamente respetable. Pero si tu objetivo es destacar sobre los demás para alcanzar esas metas profesionales y salariales que deseas, la actitud debe ser distinta, ya que esto es un juego mental en el que el enemigo a vencer eres tú mismo.

La cuestión es simple…; mientras unos piensan cómo hacer que el tiempo pase más rápido, otros piensan cómo ahorrar tiempo para dedicarlo a otras cosas. Por lo tanto, intenta aplicar esto último en tu día a día. Porque hay una cosa que está muy clara; la única manera de ser reconocido en una organización es ser muy bueno en tu trabajo, y la única manera de ser muy bueno en tu trabajo es haciéndolo de forma extraordinaria. Pero hay mucha gente que tiene por costumbre estar más pendiente de acabar una tarea que de hacer una gran tarea. La diferencia entre quien piensa en lo primero y el que se enfoca en lo segundo es la línea que divide la mediocridad de la excelencia. Y en este sentido, la empresa siempre va a detectar en cualquier equipo quien se decanta por un lado de esa línea y quien lo hace por el otro. En esto de crecer no hay atajos, únicamente esfuerzo y determinación.

Como decía anteriormente, en cualquier puesto de una empresa no puede haber queja sobre quien completa su tarea cada día. Lo que pasa es que cuando hablamos de desarrollo profesional dentro de una organización, esta meta normalmente no la consigue quien simplemente hace su trabajo o quien más horas y producción aporta en su puesto, sino quien contribuye con más valor a los intereses y objetivos generales de la empresa.

Por lo tanto, antes de marcarte como objetivo el destacar, pregúntate qué puedes aportar a tu equipo y a tu empresa que signifique realmente valor para ellos. Éste es el primer paso que deberás dar en el camino hacia tu promoción profesional.

Es posible que estés leyendo esto y te estés diciendo a ti mismo que el tema no va contigo, que en tu puesto de trabajo eso no puede suceder porque no se tiene en cuenta el esfuerzo individual, que tu jefe es un cretino incapaz de valorar tu contribución, que la empresa no premia el talento, o que no te pagan para eso. Mucha gente no sale de esa percepción y se pasan la vida profesional regulando su esfuerzo en función de lo que consideran que reciben por él. Las empresas no funcionan así, al menos si lo que quieres es llegar a algo, ya sea un incremento salarial, un ascenso o nuevas oportunidades de trabajo. Lo siento, pero para eso vas a tener que cambiar de actitud o no llegarás a ninguna parte.

Antes de plantearte cualquier meta de crecimiento, empecemos por lo fundamental…, es necesario que te asegures de que cumples con las expectativas que se esperan de ti en las responsabilidades asociadas a tu puesto. Si no estás seguro de ello o crees que esas expectativas no están bien definidas, lo mejor es hablarlo con tu responsable, ya que su cumplimiento será el punto de partida hacia tu objetivo de promocionar. Para ello es fundamental el tener una métrica de lo que haces sobre la base de una expectativa previamente definida. Si no tienes claro cual es, dudo mucho que se pueda cuantificar el nivel de tu rendimiento y saber si superaste aquello que esperan que hagas.

Y todo esto no es más que el principio… Tendemos a pensar que el cumplir con el trabajo asociado al puesto es suficiente y no, no lo es. Si lo que quieres es destacar en la empresa, deberás hacer algo más que simplemente cumplir con esa métrica establecida. Y hay muchas cosas en las que puedes actuar.

Aunque pueda parecer que el funcionamiento de tu entorno de trabajo va bien, eso no significa que no se pueda mejorar para que funcione aún mejor. Lo que se espera de alguien que desea crecer dentro de la organización es que aporte propuestas en este sentido. Cualquier acción que suponga un ahorro en tiempo y recursos significa un ahorro de costes para la empresa y esto siempre será reconocido. Busca áreas de mejora en tu trabajo, no importa tu posición o nivel, todos podemos mejorar nuestro entorno más inmediato y con ello también podemos ayudar a los demás. Si lo haces, no tardarás en ser reconocido por tu iniciativa y compromiso, tanto por compañeros como por la empresa. Empezarás a proyectar una imagen positiva de tu contribución y tu crecimiento profesional no tardará en llegar.

Puede parecer un poco duro el decirlo, pero debes mantener una idea fija y muy clara en la cabeza; a la empresa no tiene por qué importarle tus necesidades o problemas personales, solo le importan los suyos. Y lo que esperan de ti es que les ayudes a resolverlos. Por lo tanto, si te consideras un buen profesional, empieza a pensar de una forma profesional; tu meta es contribuir más que nadie a los objetivos que tiene la empresa; no estás ahí para que te tengan aprecio por cómo eres, por la formación que tienes o por lo simpático que resultas a los compañeros o al jefe. Se te valorará únicamente por la contribución y beneficios que aportes y has llegado a tu puesto de trabajo con esa única misión, que es por la que te pagan.

Por lo tanto, nunca olvides una regla fundamental en cualquier puesto de trabajo; si creces en la empresa lo harás por el valor que seas capaz de aportar a través de tu trabajo y de tu talento. Porque sí…, tienes talento. De hecho, la captación y retención del talento es algo absolutamente vital para las empresas y sabrán valorar el tuyo, solo tienes que mostrarlo y ponerlo a funcionar. Así que, pregúntate qué valor real tiene tu talento para la empresa y lo que que consigues hacer con él en tu trabajo, porque será en función ello el modo en el evolucionarás en tu vida profesional. Ten presente que nadie es imprescindible y siempre habrá un sustituto que posiblemente será capaz de hacer igual o mejor tu trabajo, la mejor manera de que no solo te mantengas, sino que destaques en él, será desarrollando continuamente tus capacidades aportando siempre lo mejor de ti.

En este sentido, productividad y excelencia son dos términos que describen las reglas del éxito en tu objetivo de crecer; la constante búsqueda del cómo hacer mejor tu trabajo, más rápido y de forma más rentable describe al profesional capaz de superarse y alcanzar sus metas. Pero no se trata solo de productividad, rapidez y rentabilidad…, también cuenta tu capacidad de comunicación con los demás y de qué forma interactúas con el resto del equipo para que esas habilidades se proyecten de forma positiva.

Comienza a reconocer tus capacidades y a ponerlas en práctica, pero ten presente algo; esto no va de hacerte ver mejor que los demás, ni tampoco de compararte con otros en una labor o responsabilidad concreta, ya que siempre va a haber quien tenga más capacidades que tú. Esto no es una competición, se trata de ser bueno en lo que haces y de ser constante en ello, pero trabajando en equipo, siendo humilde y estando siempre dispuesto a aprender de los demás. Conseguir tener éxito en la carrera profesional te va a requerir constancia, compromiso, empatía y responsabilidad.

El deseo de crecer, de alcanzar nuevas oportunidades y de sentirse realizado es algo digno, necesario y que la mayoría de personas desean o debería desear. Si quieres avanzar hacia estas metas, obtener reconocimiento por tu labor, capacidades y contribución, vas a necesitar superarte constantemente. Enfócate en las metas de tu empresa, mantente motivado, asume tus errores y aprende de ellos para encontrar soluciones mejores. Aprende también a comunicarte, demuestra tu disposición a ayudar, carácter resolutivo e interés por el éxito del equipo. Verás como las cosas empiezan a cambiar para bien.

Y por último, procura participar activamente en el trabajo conjunto, no seas individualista; recuerda que no estás solo, que formas parte de un equipo y que vas a necesitar la confianza de tus compañeros. Para esto se exige mucha empatía, respeto y paciencia. Si no eres capaz de mantener estas pautas en tu relación con los demás, difícilmente podrás crecer en una empresa en la actualidad. Hoy en día no está bien visto el perfil de compañero o jefe prepotente y dictatorial, o el no estar atento a los problemas y a las dificultades para superarlas, o la falta de lealtad… Las empresas buscan personas con dotes de liderazgo y compromiso, capaces de motivar y de sacar lo mejor de los demás en beneficio del conjunto y de la consecución de los objetivos compartidos.

Miguel Ángel Beltrán

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Crea tu plan de crecimiento personal y libera tu potencial.

La forma que tienes de comportarte y de actuar ante las circunstancias es una proyección de tu carácter, vitalidad y capacidad; una definición de ti mismo que, a su vez, es única e irrepetible. No existe otra persona que piense, actúe o se comporte exactamente igual que lo haces tú, porque cada persona es un conjunto de valores, vivencias y sentimientos diferentes. Por lo tanto, tu forma de interactuar con el entorno es tu sello personal e intransferible. Así que…, déjate de darle vueltas a tu encaje social, ya que tú eres tú; y por mucho que te empeñes o se empeñen otros, eso no va a cambiar. Mientras no aceptes esa realidad no serás capaz de entender hacia donde vas y qué es lo que realmente quieres conseguir. Y si no sabes qué es lo que quieres conseguir, ¿cómo vas a saber qué debes hacer para avanzar hacia ello?.

Es por esto, entre otras cosas, que yo no creo demasiado en ciertos libros de autoayuda que explican qué hacer, punto por punto, para obtener el éxito en determinadas cosas. Podemos aplicar ciertas pautas genéricas sobre cómo enfocar nuestros esfuerzos para mejorar y alcanzar las metas, pero no creo en fórmulas infalibles en el desarrollo personal que sirvan para todo el mundo, ya que cada uno de nosotros es un mundo aparte.

Cuando se trata de proponernos el reforzar la vitalidad, el carácter y las capacidades propias, empecemos primero por entender estos conceptos como si estuvieran contenidos en baterías. A más energía contenida en ellas, mayor es la capacidad que tenemos de superar las distintas situaciones del día a día. Por lo tanto, si queremos ser más fuertes, vitales y eficaces, el primer paso antes de iniciar cualquier proceso, ya sea un ejercicio mental o práctico, debería ser el optimizar al máximo esa energía que tienes disponible, eliminando los factores no deseados que la reducen.

Todos estamos expuestos a elementos externos que consumen constantemente nuestros recursos morales y que son capaces de dejarte sin fuerzas, porque impactan directamente en tu estado de ánimo y afectan a tu motivación para continuar avanzando. Por lo tanto, antes de ponerte a desarrollar planes de mejora, primero tienes que ordenar un poco tu espacio vital, hacer limpieza y despejar el camino.

Eso empieza por controlar los hábitos tóxicos y reemplazarlos por otros que aporten energía positiva. No des opción a verte afectado por críticas o valoraciones que hagan los demás por cómo eres, piensas o actúas y empieza a recargar esas baterías de las que hablaba anteriormente. Es tu vida y ya va siendo hora de que pongas coto a determinadas cosas.

Comienza por eliminar lastres, como esas cuestiones que no te aportan nada excepto incomodidad o irritabilidad, o las que te distraen de otros asuntos que sí son importantes. Dedica los primeros días a elaborar una lista de cosas que te gustaría hacer, otra de aquellas que no quieres hacer pero sabes que son necesarias y también de otras cosas a las que dedicas tiempo pero que sabes que no son ni prioritarias, ni importantes. Después valora el resultado; es un ejercicio interesante para entender la importancia de ordenar nuestro día a día.

También es curioso ver que todas estas cosas a las que dedicamos tanto tiempo y esfuerzo suelen dividirse en dos enfoques, uno emocional y otro afectivo. Y aunque parezcan lo mismo, no lo son… En lo emocional están esas cosas que hacemos buscando la manera de agradarnos a nosotros mismos, mientras que en lo afectivo nos centramos constantemente en intentar agradar a los demás pese a que, en realidad, ni tienes tiempo, ni tienes energía que debas desperdiciar en ello. De hecho, estas cosas deben venir por sí mismas como resultado de lo que haces y no porque dediques tus esfuerzos en ese particular,ñ incluso hasta el punto de aguantar cinismos, arrogancias o mala educación justo por parte de aquellos de los que intentas conseguir su aceptación.

Si no agradas a alguien por ser quien eres y cómo eres, ¿qué haces tratando de cambiarte tú para ajustarte a sus gustos?. Aparta eso y no pienses más en ello, ésta es una losa que no te dejará moverte. Si tan importante es para ti el relacionarte con quienes aparentan no mostrar interés por ti, ya habrá tiempo de retomar ese objetivo cuando no hayan otras prioridades más urgentes. Por lo tanto, vamos a centrarnos en lo que realmente importa, que es aceptarte a ti mismo.

Por cierto…, esa necesidad de aceptarnos a nosotros mismos no consiste en buscar compulsivamente “likes” por una foto o comentario compartido en las redes sociales, ni trabajar para esperar que reconozcan tu valía por lo que eres capaz de hacer y de lo que te sientes orgulloso. Te agradas a ti mismo cuando, por tus buenos actos, ya sea en lo familiar, profesional o social, aportas algo de valor a los demás y llegas a ser consciente con ello de que te genera un estado emocional positivo.

Sin poner antes en orden todo eso es muy difícil que avances con éxito hacia ningún objetivo, porque siempre te condicionarán en exceso. Pero si aún así lo consigues, ten en cuenta que el empezar a construir un edificio sobre una base poco firme hará que tarde o temprano ceda. Si quieres avanzar y crecer debes saber gestionar las circunstancias más básicas de tu vida, sobre todo aquellas que sabes bien que te afectan negativamente y te limitan. Cuando te veas suficientemente seguro en esto, estarás preparado para empezar a desarrollar tu plan de crecimiento personal.

Al llegar ese momento deberás tener en cuenta tus propias capacidades, educación, habilidades y forma de ser; algo que se ha construido sobre la base de unos valores y experiencias adquiridas a lo largo de tu vida. Por lo tanto, en lo que respecta a crecer en vitalidad, carácter y autoestima, todo plan que se establezca necesariamente deberá estar adaptado a esas particularidades individuales, por eso no hay “remedios de la abuela” que sirvan para todo el mundo, pero sí hay ciertos pasos que nos pueden servir como guía para su desarrollo y de los que te hablaré seguidamente.

El primer paso es evaluar tu contexto.

No hace falta ser un psicólogo para hacer un autoanálisis íntimo y sincero de tu propia situación personal. Por lo tanto, respira hondo y piensa en lo que realmente quieres hacer y donde quieres llegar. Hazlo sin prisas ya que, aunque no lo parezca, esta es la parte más difícil e importante del proceso, puesto que será de aquí de donde va a salir la definición de tus objetivos, metas y acciones…, los cuales deberán tener en cuenta tu situación particular, tus relaciones con los demás y tus expectativas…

Define cuales son tus fortalezas y debilidades.

Coge una libreta y empieza a anotar qué cosas crees que haces bien y que otras te resultan difíciles o se te dan mal. No importa si son importantes o no, tú apúntalas. Mientras más líneas que te describan puedas incluir en tu lista mucho mejor, ya que entender tus fortalezas y debilidades serán muy importantes para concretar después tu plan personal. Añade todas las que se te ocurran, no solo las competenciales, comunicativas, de gestión o de relación social. Hay personas que son buenas en la cocina o que se le da bien la mecánica o hablar en público, pero tienen poco control en su carácter y dificultades en sus relaciones personales o son poco constantes y abandonan rápidamente cualquier cosa que inician porque pierden la motivación.

Cuando termines de completar tu lista, dedica un tiempo a analizarla, ya que serás capaz de entender mucho mejor qué áreas de tu vida son las que debes mejorar y donde tienes que concentrar tus esfuerzos. 

Concreta tus objetivos.

Ahora que ya sabes cuales son tus áreas de mejora, define qué objetivos quieres plantear para cada una de ellas. Vuelve a coger tu libreta y haz una relación de los que te interesen, no hay límites en el número que te plantees. Incluye en tu lista todos los que se te pasen por la cabeza, por pequeños que sean, pero es importante que sean objetivos realistas y que puedas alcanzar. Y deben ser también concretos; tener claro qué quieres exactamente en cada uno de ellos.

Establece la prioridad de cada objetivo y fija las metas.

Coge ahora tu lista de objetivos y numéralos en función de su urgencia o relevancia. Posiblemente esto lo tengas que hacer varias veces; no es algo fácil y hay que pensarlo bien. El ir superando pasos ayudará mucho, ya que la motivación y la confianza van a ser factores determinantes para ir avanzando y no abandonar a mitad del camino. 

Una vez ordenadas estas prioridades deberás definir y cuantificar lo que pretendes conseguir en cada una de ellas. Por ejemplo, lo de querer ser rico es un objetivo ambicioso, eso sin duda, pero se puede ser rico en muchos aspectos, niveles y desde diversos puntos de vista. ¿Cómo de rico quieres llegar a ser y en qué sentido concreto quieres serlo?.

En esto de los objetivos y las metas hay que ser muy específicos. Por lo tanto, define con claridad cuales son y qué resultados esperas alcanzar en cada uno de ellos. Esos resultados deben ser realistas y cuantificables, además de ser planificados en el tiempo. Es decir, tenemos que establecer las metas a corto, medio y largo plazo e ir haciendo un seguimiento y valoración de los resultados.

Crea tu plan de acción.

Ahora que ya tenemos claro cuales son nuestros objetivos ordenados por prioridad y establecidas ya sus metas, las cuales son realistas y cuantificables, es el momento de crear nuestro plan de acción, en el que detallarás el conjunto de actividades a realizar para alcanzarlas y que tendrás que poner en tu agenda, ya sea el emplear una hora diaria al estudio de idiomas, el salir tres días a la semana a caminar o el dedicar los sábados por la mañana al bricolaje en casa o a desayunar con los amigos.

No importa cómo decidas plantear tu plan de acción para tu mejora personal, lo que importa es que aquellas actividades que decidas establecer las realices de forma puntual y constante. Recuerda que esto no es un proceso con un inicio y un final. Se trata de un cambio personal; una manera de comportarnos que debemos implantar como forma de vida, ya que si lo hacemos bien, nos aportará el beneficio de sentirnos mejor con nosotros mismos, tanto en salud física como en autoestima.

Recuerda lo que te decía al principio, si quieres mejorar debes ser capaz de gestionar las circunstancias más básicas de tu vida, sobre todo aquellas que sabes bien que te condicionan.

Deja atrás tus hábitos tóxicos y sustitúyelos por otros que te aporten cosas positivas. Si quieres ser más fuerte, vital y feliz contigo mismo, neutraliza los factores que te roban energía, ordena tu interior, haz limpieza, suelta lastre y ponte a caminar mientras de repites a ti mismo que no existe otra persona que piense, actúe o se comporte exactamente igual que lo haces tú. Eres alguien único e irrepetible, así que toma el control de tu propia vida y actúa.

Miguel Ángel Beltrán

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¿Has preparado bien tu entrevista de empleo?.

Tu entrevista de trabajo representa un primer contacto formal con la empresa y sin duda es un momento importante, ya que en ella deberás desplegar la mejor versión de ti mismo. Así que deberás que prepararte para hacer un buen papel y si tienes unos minutos, te sugeriré en este artículo algunas cosas sobre lo que se debe hacer y no se debe hacer en una entrevista laboral

Lo primero que debes tener presente es que esto no va a ir únicamente de hacer una exposición detallada de tu formación y experiencia, sino de explicar con claridad quien eres y qué es lo que te hace a ti el mejor para ese puesto. Puede parecer lo mismo, pero te aseguro que no lo es; no se te va a elegir únicamente por lo que diga tu currículum, sino que van a haber otros aspectos que se tomarán muy en consideración y que debes saber.

*Sobre el enfoque de tu preparación.

Un error muy habitual de los aspirantes en las entrevistas de empleo es el prepararlas en base a la memorización de detalladas respuestas centradas en destacar al máximo su formación y experiencia, esa misma que previamente han detallado en el currículum. Obviamente, el hablar de tu experiencia y formación es muy importante; de hecho, es muy aconsejable el preparar un guion de posibles preguntas y sus correspondientes respuestas sobre ello, memorizarlas y ensayarlas mil veces delante del espejo si es necesario. Pero llegado el momento de expresar todo esto ante quien selecciona o contrata, debemos ser muy concisos y hacerlo con sinceridad y mucha naturalidad. Hay que evitar desperdiciar tiempo en detalles poco relevantes para la valoración final que hará de ti el entrevistador. Recuerda que las entrevistas tienen una duración limitada, no hay tiempo para recrearse en excesivos detalles.

Mantén una postura abierta y decidida, muestra madurez y carisma; la cortesía y el tacto a la hora de preguntar o comentar los distintos aspectos relacionados con el puesto también deben tenerse en cuenta. Sé educado y delicado en las formas, pero ve al grano.

Es fundamental el saber orientar los aspectos que te definen como un buen candidato hacia las particularidades del puesto al que intentas acceder, unas particularidades que necesitas saber y que es posible que aún no sepas, por lo que deberás averiguarlas previamente. Y no solo tendrás que hablar sobre lo referente a tu capacitación para las tareas propias de esa función que se ofrece; también es muy importante que muestres tus aptitudes y actitudes en otros aspectos, como tu disposición al trabajo en equipo, tu flexibilidad y capacidad de adaptación a las distintas circunstancias y necesidades que se den en el trabajo, tu interés por aprender y mejorar para aportar más valor para la empresa, o tu compromiso en los objetivos individuales y colectivos que se deban plantear.

Puedes pensar que estas cosas no son importantes, ya que crees que el puesto de trabajo al que aspiras tampoco lo es…, “¿qué importancia puede tener el trabajo en equipo, la capacidad de adaptación y de comunicación o los objetivos individuales y colectivos si a lo que aspiro es a un trabajo como un simple auxiliar con mínimas responsabilidades?”. Pues sí que tiene importancia…, el hecho de que la empresa haya decidido buscar a alguien para ello es porque esa función también forma parte ineludible de su buen funcionamiento y es justo por eso que se debe cubrir. Alguien debe hacer ese trabajo y ese alguien eres tú.

Ten presente que, independientemente de cual sea la actividad que cubras en la empresa, se deposita en ti la confianza de quien te contrata y de las personas que, de un modo u otro, necesitan de tu labor para hacer adecuadamente la suya. No hay puesto en el funcionamiento de una correcta organización que no sea importante, todos lo son y por eso existen.

*Sobre lo que puedes aportar.

Para empezar, te tienes que poner en valor…, y eso sólo lo puedes hacer tú mismo. Pero debes ser, ante todo, muy honesto y creíble; nada de aprender de memoria un diálogo y soltarlo como si estuvieras leyendo un discurso. En importante transmitir autenticidad, hablar de lo que realmente eres capaz de hacer, ya que quien entrevista va a estar muy atento a lo que digas y a cómo lo digas. Debes ser sincero, sobre todo porque tarde o temprano tendrás que demostrar todas esas cualidades de las que has hablado.

Pero tampoco nos pasemos de prudentes; no se trata de que quites importancia a tus capacidades, de hecho no lo hagas… Habla con claridad y resalta tus puntos fuertes, tus conocimientos, formación y experiencia, pero sobre todo enfócalo desde el punto de vista de la aportación de valor que con todo ello puedes ofrecer a la empresa, ya que es justo esto lo que les interesa.

Un consejo importante…, infórmate sobre la empresa. Busca sus metas, motivaciones e intereses… entiende el contexto en el que se posiciona. Conoce algo sobre su historia y valores. En algún momento de esta entrevista es muy posible que te pregunten qué sabes de ella, si la conoces o qué has oído hablar, incluso puede que hasta de qué opinas de sus productos o servicios. Si en ese momento sabes manejar bien tus respuestas, eso te ayudará mucho para ganar puntos en la valoración; primero porque te permitirá alinear tus argumentos a esos valores y metas de la empresa, segundo porque darás a entender que tu interés por incorporarte a ella va más allá de obtener un simple salario y que te has interesado realmente por lo que hacen. Eso gusta más de lo que crees.

Cuidado con todo esto, porque sin duda aparecerán ciertas preguntas, ya sea de forma directa o no, que tratarán de buscar incoherencias entre lo que dices ser y lo que en realidad transmites. Ten en cuenta que el análisis que se haga de esas incoherencias se tendrán muy en cuenta en la valoración de tu candidatura.

*Sobre tu actitud y personalidad.

A veces es difícil el evitar dar una cierta imagen de escepticismo o de pesimismo durante una entrevista de trabajo, sobre todo cuando ya llevas demasiadas de ellas tachadas en la agenda por haberlas fracasado y de las que acabaste bastante frustrado, pero es muy importante el no dar esa impresión. El entusiasmo y una visión positiva del futuro, las ganas de aprender y de aportar, la perseverancia…, estos son enfoques mucho más atractivos. Intenta prepararte en este sentido.

Jamás hables de malas experiencias en trabajos anteriores o negativamente de las empresas para las que trabajaste. Debes dar a entender que de todas conseguiste experiencia profesional y solo puedes mostrar agradecimiento por haber tenido esa oportunidad. Mi consejo, para este y cualquier otro trabajo en el futuro, es que de las empresas de las que te marches siembre lo hagas de forma correcta y profesional, independientemente de las razones de esa salida. Nunca se sabe qué puede pasar el día de mañana o donde podemos acabar.

Trata de mostrar seguridad y confianza en ti mismo, (qué fácil es decirlo, ¿verdad?). Los nervios en una entrevista de trabajo siempre están presentes y te pueden meter en problemas; pero tranquilo, que esto le pasa a casi todo el mundo. Y si eso te ocurre a ti, procura no precipitarte al responder las preguntas, date unos segundos para hacerlo que no pasa nada. Si necesitas más tiempo, solicita que te las repitan y gana unos segundos mientras piensas la respuesta. Empieza a hablar despacio y ve cogiendo poco a poco ritmo, esto va bien para evitar balbuceos y tartamudeos que quedan mal y dan una imagen de inseguridad.

Jamás digas cosas como “¿entiende lo que quiero decir?”, es una expresión poco respetuosa, aunque no se diga con esa intención; mucha gente tiene ese tic y es una costumbre que queda peor de lo que parece. Es mejor decir, por ejemplo: “espero haber contestado o haberme explicado correctamente”. Y es que la responsabilidad de hacer entender una información nunca es de quien escucha, sino de quien debe transmitirla correctamente para que se entienda.

Y sobre todo, no intentes acaparar el tiempo hablando sin parar; deja que sea el entrevistador quien maneje eso. Sé escueto en las explicaciones, directo al grano y evitando las florituras; si hay algo que no gusta son los fantasmas y su egocentrismo. Recuerda que tu objetivo en esa primera toma de contacto es, simplemente, el explicar con claridad y de forma concisa quien eres, qué sabes hacer y por qué crees que eres el mejor para ese puesto.

*Sobre la imagen que transmites.

En una entrevista de trabajo se van a tener en cuenta muchas cosas. Sin duda, el aspecto que tengas cuando entres por la puerta será importante. Intenta imaginarte en el puesto del entrevistador, él o ella son responsables de valorar todos los detalles del candidato, incluido el aspecto, el cual suele decir mucho de la persona que eres. La percepción que tenga de ti la va a medir no en base a su criterio personal, sino del criterio que tiene quien contrata. Es su trabajo y no se va a arriesgar a hacerlo mal; si no percibe que cuidas tu aspecto en un momento que se supone importante como este, lo más probable es que pensará que no cuidarás de otras cosas, como las responsabilidades que deberás asumir.

La vestimenta debe ser adecuada, nada de estridencias; ni excesivamente sobrios, ni excesivamente informales. Aunque no se trata necesariamente de presentarse como si fueses a una boda o a una fiesta de fin de año. Por descontado, siempre le va a causar mejor impresión un candidato con un cierto nivel de elegancia y sobre todo, con un aspecto e higiene cuidados.

Además del aspecto, hay otros factores que forman parte de la imagen que transmites. Hay un concepto que se llama “comunicación o lenguaje no verbal” que es también importante en este sentido. Podemos expresarnos con un lenguaje correcto, mostrarnos muy profesionales en los argumentos y vestir de punta en solfa, pero la manera que tengas después de expresarte va a ir más allá de las todo ello. A menudo no somos conscientes de cómo afecta lo subjetivo a nuestra imagen como candidato. Los gestos, la forma de sentarnos, hacia donde dirigimos la mirada cuando hablamos o nos hablan, como movemos las manos mientras conversamos… Hay muchas cosas que decimos sin necesidad de abrir la boca.

Por ejemplo, el mirar a los ojos cuando se dice algo transmite sinceridad, pero si continuamente desvías la mirada hacia otro lado lo que transmites es todo lo contrario. Y si te pasas con la fijación de esa mirada, puedes dar sensación de agresividad u otras cosas, así que… ¡cuidado!. El apretón de manos firme, las expresiones faciales, los gestos…; el lenguaje no verbal aporta mucha información sobre ti y la mayoría de los entrevistadores se han formado para captar estos detalles, así que mejor será que los tengas en cuenta..

*Sobre tu marca personal.

Por ir acabando este capítulo…, en esto de prepararte para competir en el mundo laboral debes tener muy claro qué es lo te diferencia de los demás. Dedica tu tiempo para definirlo, ya que esa es la base de tu marca personal. Ten presente que la marca personal se apoya en aspectos como la formación y la experiencia, pero por encima de eso también están el talento, la actitud, la pasión por lo que haces, tu capacidad de contribuir para mejorar tu entorno y también de influir en los demás con todo ello.

Se trata de tu propia imagen corporativa, la que comunica cosas sobre ti aún sin estar presente, la que genera confianza en aquellos que se interesan por conocerte. En definitiva, es la marca personal la que te ayuda a diferenciarte de los demás, ya que es la proyección de ti mismo, mientras que el producto que ofreces es todo aquello que puedes hacer por los demás. Es preciso el comprender esto a la hora de prepararte para destacar en una entrevista de trabajo. Las empresas saben bien de la importancia que tiene su propia marca para ganar la confianza de los clientes a los que se dirige. Adopta tú esa misma visión sobre ti mismo, ya que en esta sociedad cada vez más competitiva, tu marca personal no es lo que haces y dices de ti, sino lo que perciben los demás de lo que dices y haces.

Y hasta aquí estos consejos sobre cómo afrontar, correctamente y con opciones de éxito, una entrevista de trabajo. Tanto si te has interesado por este contendido porque te estrenas en el mundo laboral o porque buscas nuevas oportunidades que mejoren tu situación en él, espero que te sirvan de ayuda para afrontar ese reto.

Miguel Ángel Beltrán

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La venta es éxito cuando conecta con expectativas.

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Siempre se cumple el mismo patrón…, todas las personas tratamos permanentemente de vender algo a alguien; vendemos una visión, una forma de pensar, un ideal, una meta. Vendemos los valores de nuestra propia marca personal y lo hacemos cuando nos relacionamos con los amigos, cuando conversamos con un cliente, cuando queremos iniciar o consolidar una relación sentimental o incluso cuando intentamos compartir nuestra manera de entender esa realidad en una red social o en cualquier foro de debate.

Y en esa tarea de lograr convencer a otros, nos esforzamos en dar a entender de nosotros algo más que una imagen superficial; queremos transmitir esos valores de forma que conecten emocionalmente con nuestro entorno, que nos hagan más atractivos y diferentes, o dicho de otra forma…, que dejen una “huella” positiva en algún subconsciente que finalmente nos “compre” nuestras ideas, propuestas, deseos o sueños, sean los que sean. Algo parecido a lo que hacemos cuando tratamos de promocionar o vender un producto o servicio determinado.

Estas son parte de las razones por las que las marcas invierten y concentran tantos esfuerzos en desarrollar unas relaciones con los clientes que vayan más allá. El objetivo es transmitirles confianza y generarles lealtad hacia ellas; también algo muy similar a nuestros intentos de comunicarnos y relacionarnos con las personas que nos interesa mantener permanentemente en nuestro entorno personal.

Pero es muy difícil el poder establecer unos mismos argumentos o estrategias con tanta diversidad de percepciones, creencias y valores, lo que hace muy complicado el concretar un mensaje que sirva para aplicarlo con éxito en la venta de un producto de la misma forma que como cuando intentas vender una idea u opinión a alguien de tu círculo personal. O si utilizamos los tecnicismos del marketing moderno: “conseguir atravesar el abismo en la curva de adopción para llegar al mercado masivo sin pasar antes por la fase de adopción”. Vamos, que en palabras llanas…, o conectas rápido con la percepción, gustos y prioridades cliente y logras convencerlo a través de todo ello, o te vas olvidando de tus expectativas de venta.

Si es que el cliente está saturado de información y de mensajes que llegan de todas partes intentando colocarle algo que posiblemente no necesita. Ha generado una coraza para protegerlo de semejante montón de ruido. Es por esto que no se puede plantear ya la típica estrategia comercial a partir de un mensaje basado únicamente en lo racional, como el “dato” o el “precio”, o en algo subjetivo y sin fondo, como lo buenos que supuestamente somos frente a lo malos que supuestamente son los demás, pretendiendo así conseguir con todo ello el convencer al mercado masivo para que nos adopte, como si esos dos tercios de la población que lo integran, entre compradores tempranos y tardíos, tomaran sus decisiones únicamente en función de nuestra astucia argumental. No…, ya no se creen nada de eso.

Desde mi punto de vista y a riesgo que me crucifiquen los grandes genios del desarrollo comercial, me atrevo a asegurar que esa forma de estrategia ya no funciona. De hecho, hace mucho tiempo que no lo hace, o mejor dicho y ya puestos a meter el dedo en el ojo ajeno…, en realidad creo que no ha funcionado desde hace mucho, mucho tiempo…

Pero aún así, hay una gran cantidad de profesionales que siguen aplicando los mismos patrones de estrategia y comunicación frente al cliente, imponiendo ese enfoque de actuación a sus equipos de ventas. Ya sabes…, como lo del “cómpreme este producto, que es el más innovador y mire qué cosas hace, pero sin saber explicarle exactamente cómo esa innovación beneficia en concreto al cliente, a menos que el beneficio sea el ofrecerle una caja de vinos de regalo o darle un precio de derribo.

Y así siguen muchos…, sin entender el cambio que ya tenemos encima, sin decidir cambiar la forma de relacionarse o de comunicarse con el cliente y sin adaptarse al nuevo contexto y tendencias en los que estamos. En esta dinámica hasta que, irremediablemente, se acabe sucumbiendo frente a la presión de la competencia, sacrifiquen más margen tirando por tierra los precios, ya que son incapaces de defender la propuesta de valor, e hipotequen el futuro de la empresa un poco más, hasta su completa extinción en esta selva que se llama mercado. Habrá desaparecido y seguirán sin haber caído en la cuenta de que el cliente lo que necesita, a veces sin saberlo él mismo, es que le ayudes a resolver su problema, que es para lo que estamos desde su perspectiva y no simplemente que le vendas como sea lo que llevas en cartera. La venta solo es un éxito cuando conecta con las expectativas y necesidades del cliente, todo lo demás es, simplemente, el sacrificio de su confianza para el futuro.

Miguel Ángel beltrán

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Dos meses y un día…

Treinta días de confinamiento, con perspectiva de que acaben siendo dos meses y un día, dan para muchas cosas… Por ejemplo, dan para una reflexión sobre el antes y el después de esta tragedia en forma de pandemia que compartimos como humanidad y para unas cuantas cosas más…

Reflexiones sobre lo que no quieres pensar, porque sabes que posiblemente generará aún más ansiedad de la que ya sufres en un momento en el que conviene evitarla más que nunca. Esa maldita ansiedad que provoca el no saber qué nos espera a la salida del túnel; el no saber cómo cambiarán nuestras rutinas de vida de los últimos años o de toda una vida; el de no saber en qué quedará la seguridad que creías haber alcanzado para ti y tu familia; la de vernos más vulnerables que nunca, más inseguros que nunca… Y en esta reclusión vamos abriendo unos ojos que se nos habían cerrado, impidiendo el poder valorar muchas cosas y el entender correctamente muchas otras.

Cuando entras en los 50 parece que se perciba más el paso del tiempo; no quieres perderlo porque pasa muy, muy deprisa… Y este es otro factor generador de angustia, sobre todo cuando te ves obligado a encerrarte entre cuatro paredes y ver como pasa por la ventana sin poder saborearlo. Nos sentimos más frágiles ante un futuro incierto del cual percibimos el riesgo de no poder seguir disfrutando en él de ese nivel de vida que tanto nos había costado alcanzar; o lo que es peor, el de tener que sufrir otro aún más lamentable del que ya teníamos. Ciertamente, siempre se puede estar peor de lo que ya estabas antes…

Lo mires por donde lo mires, la incertidumbre normalmente es una mala compañera de viaje, no te deja ver ni pensar con claridad; es como cuando te quedas bloqueado por el miedo en un mal sueño que, incluso estando dormido, notas como te impide mover las piernas bajo las sábanas…

Pensar excesivamente en el mañana es tan peligroso como obsesionarnos con el pasado. Ahora nos empezamos a dar cuenta de que, hace tan solo dos meses, pensábamos en qué hacer con nuestros merecidos días de vacaciones; sin embargo, en lo que pensamos hoy es en ese familiar o en ese amigo que tenemos ingresado luchando por su vida; o en el número aterrador de personas que nos sigue dejado cada día, arrasados por una nueva enfermedad que no tiene compasión alguna, que no entiende de fronteras, ni de ideologías, ni de gobiernos, ni de religiones. Sí…, como todas las enfermedades, pero esta es distinta…; parece una grotesca y cruel lección por nuestra forma de vida, basada en el consumo desmedido y en una falta atroz de respeto por el medioambiente y por nosotros mismos; un monstruo que quiere llevarse, de un solo golpe mortal, toda la autocomplacencia e insultante confianza en nuestras capacidades de superación, junto a ese egoísmo social rebozado en desidia moral que poco a poco nos ha estado anulando como sociedad; pero también un golpe que está arrastrando como un tsunami a miles de víctimas, a nuestras ilusiones y a nuestra libertad, en un tiempo tan corto que nos deja absolutamente aturdidos y abrumados, hasta el punto de ser incapaces de asimilarlo.

Un impacto cruel y directo a nuestra línea de flotación moral, porque no hay mayor miedo que el de perder a los seres queridos y el cariño de la familia, que son el mayor tesoro que podemos tener y un pilar fundamental para soportar la dureza de la existencia. Porque te han quitado el calor del abrazo de los amigos, aunque ahora te des cuenta de que no los ves desde hace años y de que has perdido todo ese tiempo de una forma lamentable. Porque te han quitado el contacto con la naturaleza, esa que tanto hemos maltratado y que ahora se defiende del virus en el que nosotros mismos nos hemos convertido…

Precisamente porque no hay nada que reemplace todo eso, es ahora, cuando los días son más largos pero las noches parecen mucho más oscuras, que las consignas mentales deben convertirse en una vacuna frente al desánimo; en una especie de cura de saneamiento interior. Es hora de decirnos a nosotros mismos que el temor no nos sobrecogerá si nuestra conciencia y esperanza permanecen intactas; que somos un milagro cuya supervivencia depende fundamentalmente de nosotros mismos; que debemos pensar en como afrontaremos el nuevo futuro que vendrá; que tenemos la responsabilidad de aprender de esta experiencia de desgarro emocional y económico para que todo este sufrimiento personal y el de tantas otras personas que se han sacrificado por nosotros no sea finalmente en vano…

La postguerra se presenta muy dura y dolorosa, pero saldremos de esta situación y debemos creer que es la oportunidad de corregir nuestro camino; de valorar más y mejor todo lo que se nos ha dado; por responsabilidad, por nuestros hijos, por los que vengan después… Queda mucho que sufrir y un largo sendero lleno de dolor y angustia que recorrer, pero quiero pensar que, en algún momento de ese camino, nos encontraremos nuevamente con las cosas importantes que dejamos atrás y dejaremos atrás las que nos hicieron perderlo en algún momento de nuestras vidas.

Miguel Ángel Beltrán

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Protegido: ¿Sabes gestionar tus propios conflictos?

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Empatía y Liderazgo

Toda empresa necesita del compromiso y determinación de su mayor patrimonio, las personas. En ese compromiso, las emociones juegan un papel irrenunciable, pues forman parte de nuestra naturaleza vital y son algo que debemos proteger, pues su ausencia nos llevaría a destruir lo que es imprescindible en toda labor en equipo, el sentido de pertenencia al mismo y el deseo de contribuir en su crecimiento colectivo.

Despreciar los vínculos emocionales para centrarnos únicamente en los resultados, nos dirige a un escenario en el que las personas actuarán de forma mecánica, irreflexiva y egoista. Con ello contribuiremos a perder algo fundamental en el liderazgo de equipos; la motivación y la empatía…

La empatía es un punto de unión emocional, es uno de los pilares donde se sustenta el respeto y la confianza, el deseo honesto de ayudar a otros en beneficio común, es nuestra capacidad de dejarnos afectar por una situación que nos resulta ajena y de permitir que esa afectación condicione positivamente nuestra postura ante la del resto de personas con las que compartimos el camino y los objetivos.

La empatía es sentir y emocionarse ante el sentimiento y la emoción de otros. Es el querer entender el porqué de las cosas, es el desear ayudar para reparar, es dejarse llevar para comprender, ya que es lo contrario al prejuicio, lo opuesto al desprecio, la antítesis del odio… La empatía no rima con fascismo, ni con racismo, ni con nacionalismo…, es nuestra vacuna natural contra la intolerancia, el rechazo, el cinismo…

La empatía no tiene nada que ver con la imposición de reglas, sino con la del diálogo para el acuerdo. Ni con el romper con lo establecido, sino con llegar al entendimiento que nos ayude a valorar, amar, compartir, reforzar lazos y mantenernos juntos en el camino. La empatía nos ayuda a relacionarnos con nuestro entorno, a interpretar correctamente su realidad, a moldear nuestra actitud; nos enseña a convivir ante las dificultades.

La empatía no va de la imposición de castigos, sino de aplicar remedios, de encontrar soluciones y de llegar a consensos… La empatía es parte de la energía que necesitamos para llegar a ese punto en el espacio y en el tiempo donde se encuentra el verdadero sentido de nuestras vidas y de nuestra trayectoria en ella, donde está descrita nuestra misión como personas, donde reside el éxito de nuestra misión colectiva. De la misma manera que en la vida, la verdadera misión no es en realidad la que se dicta en un libro de normas, ni es la que cubre la sombra de una gran bandera, ni tan siquiera la que dicta un gran pensador, ni la que defiende a ultranza un gran patriota dispuesto a inmolarse por ella.

El sentido de lo que hacemos, nuestras razones, nuestra pasión por llevar nuestros deseos a hacerlos realidad, no son justificación para anteponerlos al sentido, razón y pasión de quien comparte con nosotros el camino. ¿De qué sirve mi razón si esa razón no le sirve a los demás?. ¿De qué sirve la imposición si no aporta valor al proyecto común?, ¿qué sentido tiene?.

Todos tenemos una misión, un proyecto en la vida que suele costar interpretar, pero que en realidad debería tener un solo sentido…, el de aportar valor para ayudar a los demás a conseguir superar el suyo y avanzar juntos hacia la consecución de un objetivo colectivo: “mejorar y crecer”.

Miguel Ángel Beltrán

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Dogmatismo Vs Liderazgo

Muchas empresas actuales adolecen de falta de liderazgo en su organización interna; permanecen estancadas en un funcionamiento encorsetado en dogmatismos que chocan con la cultura empresarial moderna, donde a las personas no se las gestiona, sino que se las lidera. Pero…, ¿qué significa realmente el liderar?.

Liderar es conocer y respetar, es transmitir pasión por lo que se hace y desplegar ilusión y reconocimiento por lo que se consigue. Liderar es buscar un equilibrio entre lo pragmático y lo emocional, porque ambas cosas forman parte fundamental de nuestro entorno. Un líder debe gestionar las emociones porque son un vínculo en las relaciones interpersonales dentro y fuera de su equipo. Y éstas, a su vez, son el lubricante que hace funcionar correctamente su engranaje. Por ese motivo, la función de esas emociones no puede sustituirse por normas y procedimientos, o por una especie de autismo profesional.

Los líderes deben huir de la rigidez en los planteamientos, deben ser flexibles, proactivos, cercanos y humildes. Ser concientes de que las personas son parte fundamental del proyecto colectivo, de que su contribución es irrenunciable en la misión de conseguir el éxito y deben sentirse como tales en todo momento, porque son el más importante patrimonio de la empresa.

La cultura organizacional debe promover que los integrantes de un equipo sientan que son parte de él y de su razón de existir, deben hacer que el talento individual y la inspiración afloren sin miedos y ambos se desarrollen en un ambiente de trabajo positivo, optimista y orientado a mejorar y a crecer. La capacidad de liderazgo es vital y una organización que aspira al éxito debe saber elegir a líderes que sepan contribuir en su desarrollo.

Estos líderes tendrán como objetivo principal el establecer pautas de trabajo en equipo que sean eficientes y con un fuerte enfoque colaborativo. No hay cabida para dogmas e imposiciones unilaterales, ya que cuando éstos se apoderan de las dinámicas de un equipo, desestimando la confianza en las capacidades y compromisos individuales, se empiezan a deteriorar los vínculos emocionales, la propia confianza y la motivación. Con ello, poco a poco la maquinaria que aporta valor se bloquea y la contribución del equipo a la empresa inicia un camino acelerado de caída hasta estrellarse es un sonoro fracaso.

Saber liderar permite gestionar el potencial de un equipo y llevarlo a su mayores niveles de eficiencia y contribución, pero también de compromiso hacia los objetivos generales de la empresa.

Miguel Ángel Beltrán

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