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Las pautas del éxito en tu crecimiento personal

La mayoría de las personas tenemos deseos de destacar en nuestro puesto de trabajo para poder alcanzar nuevas oportunidades, mejores salarios o simplemente, para sentirnos reconocidos o satisfechos con nosotros mismos. Otras personas prefieren la seguridad y no asumir mayores responsabilidades. Cada uno es como es, pero en el mundo profesional actual es importante tener alguna ambición por mejorar y crecer, ya que no hay un trabajo realmente seguro y que dure toda la vida. Debemos prepararnos para ser capaces de hacer más cosas y hacerlas mejor. Y por supuesto…, también hay que conseguir que eso tenga alguna trascendencia en forma de reconocimiento o de promoción personal. Pero…, ¿cómo hacer que nuestra contribución a la empresa sea valorada y es su caso premiada?.

Si no consigues hacer visible tu potencial y dejar clara tu contribución en el entorno de tu puesto de trabajo, es fácil que acabes pasando desapercibido y que, finalmente, tanto tu aportación personal como tu posición no lleguen a ser reconocidos y valorados adecuadamente, con lo que resultará muy difícil que obtengas una compensación por ello o un ascenso profesional, si es que ese es tu interés.

Una forma de conseguir avanzar hacia el objetivo de crecer en una organización es salir de la rutina habitual de tu trabajo. Si haces siempre lo mismo y de la misma forma sin aportar algo que sea destacable, difícilmente conseguirás que eso que haces sea tenido en cuenta y llegue a las personas que realmente pueden influir en tu crecimiento personal.

Esto no va únicamente de trabajar más horas o de producir más de lo que se exige para tu puesto; de hecho, eso seguramente no será lo que va a hacerte crecer, al menos necesariamente. Si tan productivo eres en esa función específica, tal vez no interese a tus jefes el sacarte de ahí para poner a otro que no lo sea tanto. Sin embargo, si eres capaz de proponer una mejora en un proceso que permita que todos puedan ser más productivos, sin duda eso sí te hará destacar y con ello proyectarás notoriedad hacia la empresa.

Cuando se contribuye positivamente, más allá de la propia labor en el puesto, al mejor funcionamiento de una organización, no solo se demuestra tener capacidad e iniciativa, sino que se da a conocer el compromiso de quien lo hace. Y pocas cosas hay que gusten más a una organización que el compromiso que demuestres hacia ella y hacia la consecución de sus metas. No obstante, hasta en estas cosas hay que saber actuar. No se trata de estar permanentemente queriendo demostrar a los demás lo que vales con continuas propuestas o actuaciones, ya que posiblemente no consigas el efecto que buscas o incluso acabes provocando el efecto contrario.

Estas cosas deben dosificarse y, sobre todo, se debe estar muy seguro de que aportarán valor a los objetivos del equipo y de la empresa. Las propuestas, sean grandes o pequeñas, que tienen posibilidad de éxito son las que previamente se han meditado a conciencia. Hay que valorar los pros y contras, los riesgos y beneficios, así como las objeciones que puedan aparecer en el momento de hacer o implementar propuestas. Y sobre todo, hay que estar dispuestos a asumir la posibilidad de equivocarse y, en su caso, saber reconocer la responsabilidad de esa equivocación. Así son las reglas de este juego.

Pero no nos preocupemos en exceso por eso; solo se equivocan las personas que tienen iniciativa, las que afrontan las decisiones y las que se enfrentan de cara a los problemas para tratar de darles solución; los demás no se equivocan nunca, por eso no suelen llegar muy lejos. Además…, este es el único camino posible en el reto que te has marcado, así que hay que asumirlo. Pero lo cierto es que muchos no lo asumen…

De hecho, pese a que la mayoría de las personas tiene la ambición de crecer profesionalmente y mejorar sus condiciones salariales, un gran porcentaje de ellas llega cada día a su puesto de trabajo con un pensamiento fijo en el subconsciente…, la hora de terminar la jornada. Cumplen con la realización de su tarea, sí…, pero sin otra motivación que el disfrutar del dulce sabor del final de la jornada y cobrar a fin de mes por ello. No tienen más interés que ese, lo cual es perfectamente respetable. Pero si tu objetivo es destacar sobre los demás para alcanzar esas metas profesionales y salariales que deseas, la actitud debe ser distinta, ya que esto es un juego mental en el que el enemigo a vencer eres tú mismo.

La cuestión es simple…; mientras unos piensan cómo hacer que el tiempo pase más rápido, otros piensan cómo ahorrar tiempo para dedicarlo a otras cosas. Por lo tanto, intenta aplicar esto último en tu día a día. Porque hay una cosa que está muy clara; la única manera de ser reconocido en una organización es ser muy bueno en tu trabajo, y la única manera de ser muy bueno en tu trabajo es haciéndolo de forma extraordinaria. Pero hay mucha gente que tiene por costumbre estar más pendiente de acabar una tarea que de hacer una gran tarea. La diferencia entre quien piensa en lo primero y el que se enfoca en lo segundo es la línea que divide la mediocridad de la excelencia. Y en este sentido, la empresa siempre va a detectar en cualquier equipo quien se decanta por un lado de esa línea y quien lo hace por el otro. En esto de crecer no hay atajos, únicamente esfuerzo y determinación.

Como decía anteriormente, en cualquier puesto de una empresa no puede haber queja sobre quien completa su tarea cada día. Lo que pasa es que cuando hablamos de desarrollo profesional dentro de una organización, esta meta normalmente no la consigue quien simplemente hace su trabajo o quien más horas y producción aporta en su puesto, sino quien contribuye con más valor a los intereses y objetivos generales de la empresa.

Por lo tanto, antes de marcarte como objetivo el destacar, pregúntate qué puedes aportar a tu equipo y a tu empresa que signifique realmente valor para ellos. Éste es el primer paso que deberás dar en el camino hacia tu promoción profesional.

Es posible que estés leyendo esto y te estés diciendo a ti mismo que el tema no va contigo, que en tu puesto de trabajo eso no puede suceder porque no se tiene en cuenta el esfuerzo individual, que tu jefe es un cretino incapaz de valorar tu contribución, que la empresa no premia el talento, o que no te pagan para eso. Mucha gente no sale de esa percepción y se pasan la vida profesional regulando su esfuerzo en función de lo que consideran que reciben por él. Las empresas no funcionan así, al menos si lo que quieres es llegar a algo, ya sea un incremento salarial, un ascenso o nuevas oportunidades de trabajo. Lo siento, pero para eso vas a tener que cambiar de actitud o no llegarás a ninguna parte.

Antes de plantearte cualquier meta de crecimiento, empecemos por lo fundamental…, es necesario que te asegures de que cumples con las expectativas que se esperan de ti en las responsabilidades asociadas a tu puesto. Si no estás seguro de ello o crees que esas expectativas no están bien definidas, lo mejor es hablarlo con tu responsable, ya que su cumplimiento será el punto de partida hacia tu objetivo de promocionar. Para ello es fundamental el tener una métrica de lo que haces sobre la base de una expectativa previamente definida. Si no tienes claro cual es, dudo mucho que se pueda cuantificar el nivel de tu rendimiento y saber si superaste aquello que esperan que hagas.

Y todo esto no es más que el principio… Tendemos a pensar que el cumplir con el trabajo asociado al puesto es suficiente y no, no lo es. Si lo que quieres es destacar en la empresa, deberás hacer algo más que simplemente cumplir con esa métrica establecida. Y hay muchas cosas en las que puedes actuar.

Aunque pueda parecer que el funcionamiento de tu entorno de trabajo va bien, eso no significa que no se pueda mejorar para que funcione aún mejor. Lo que se espera de alguien que desea crecer dentro de la organización es que aporte propuestas en este sentido. Cualquier acción que suponga un ahorro en tiempo y recursos significa un ahorro de costes para la empresa y esto siempre será reconocido. Busca áreas de mejora en tu trabajo, no importa tu posición o nivel, todos podemos mejorar nuestro entorno más inmediato y con ello también podemos ayudar a los demás. Si lo haces, no tardarás en ser reconocido por tu iniciativa y compromiso, tanto por compañeros como por la empresa. Empezarás a proyectar una imagen positiva de tu contribución y tu crecimiento profesional no tardará en llegar.

Puede parecer un poco duro el decirlo, pero debes mantener una idea fija y muy clara en la cabeza; a la empresa no tiene por qué importarle tus necesidades o problemas personales, solo le importan los suyos. Y lo que esperan de ti es que les ayudes a resolverlos. Por lo tanto, si te consideras un buen profesional, empieza a pensar de una forma profesional; tu meta es contribuir más que nadie a los objetivos que tiene la empresa; no estás ahí para que te tengan aprecio por cómo eres, por la formación que tienes o por lo simpático que resultas a los compañeros o al jefe. Se te valorará únicamente por la contribución y beneficios que aportes y has llegado a tu puesto de trabajo con esa única misión, que es por la que te pagan.

Por lo tanto, nunca olvides una regla fundamental en cualquier puesto de trabajo; si creces en la empresa lo harás por el valor que seas capaz de aportar a través de tu trabajo y de tu talento. Porque sí…, tienes talento. De hecho, la captación y retención del talento es algo absolutamente vital para las empresas y sabrán valorar el tuyo, solo tienes que mostrarlo y ponerlo a funcionar. Así que, pregúntate qué valor real tiene tu talento para la empresa y lo que que consigues hacer con él en tu trabajo, porque será en función ello el modo en el evolucionarás en tu vida profesional. Ten presente que nadie es imprescindible y siempre habrá un sustituto que posiblemente será capaz de hacer igual o mejor tu trabajo, la mejor manera de que no solo te mantengas, sino que destaques en él, será desarrollando continuamente tus capacidades aportando siempre lo mejor de ti.

En este sentido, productividad y excelencia son dos términos que describen las reglas del éxito en tu objetivo de crecer; la constante búsqueda del cómo hacer mejor tu trabajo, más rápido y de forma más rentable describe al profesional capaz de superarse y alcanzar sus metas. Pero no se trata solo de productividad, rapidez y rentabilidad…, también cuenta tu capacidad de comunicación con los demás y de qué forma interactúas con el resto del equipo para que esas habilidades se proyecten de forma positiva.

Comienza a reconocer tus capacidades y a ponerlas en práctica, pero ten presente algo; esto no va de hacerte ver mejor que los demás, ni tampoco de compararte con otros en una labor o responsabilidad concreta, ya que siempre va a haber quien tenga más capacidades que tú. Esto no es una competición, se trata de ser bueno en lo que haces y de ser constante en ello, pero trabajando en equipo, siendo humilde y estando siempre dispuesto a aprender de los demás. Conseguir tener éxito en la carrera profesional te va a requerir constancia, compromiso, empatía y responsabilidad.

El deseo de crecer, de alcanzar nuevas oportunidades y de sentirse realizado es algo digno, necesario y que la mayoría de personas desean o debería desear. Si quieres avanzar hacia estas metas, obtener reconocimiento por tu labor, capacidades y contribución, vas a necesitar superarte constantemente. Enfócate en las metas de tu empresa, mantente motivado, asume tus errores y aprende de ellos para encontrar soluciones mejores. Aprende también a comunicarte, demuestra tu disposición a ayudar, carácter resolutivo e interés por el éxito del equipo. Verás como las cosas empiezan a cambiar para bien.

Y por último, procura participar activamente en el trabajo conjunto, no seas individualista; recuerda que no estás solo, que formas parte de un equipo y que vas a necesitar la confianza de tus compañeros. Para esto se exige mucha empatía, respeto y paciencia. Si no eres capaz de mantener estas pautas en tu relación con los demás, difícilmente podrás crecer en una empresa en la actualidad. Hoy en día no está bien visto el perfil de compañero o jefe prepotente y dictatorial, o el no estar atento a los problemas y a las dificultades para superarlas, o la falta de lealtad… Las empresas buscan personas con dotes de liderazgo y compromiso, capaces de motivar y de sacar lo mejor de los demás en beneficio del conjunto y de la consecución de los objetivos compartidos.

Miguel Ángel Beltrán

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Crea tu plan de crecimiento personal y libera tu potencial.

La forma que tienes de comportarte y de actuar ante las circunstancias es una proyección de tu carácter, vitalidad y capacidad; una definición de ti mismo que, a su vez, es única e irrepetible. No existe otra persona que piense, actúe o se comporte exactamente igual que lo haces tú, porque cada persona es un conjunto de valores, vivencias y sentimientos diferentes. Por lo tanto, tu forma de interactuar con el entorno es tu sello personal e intransferible. Así que…, déjate de darle vueltas a tu encaje social, ya que tú eres tú; y por mucho que te empeñes o se empeñen otros, eso no va a cambiar. Mientras no aceptes esa realidad no serás capaz de entender hacia donde vas y qué es lo que realmente quieres conseguir. Y si no sabes qué es lo que quieres conseguir, ¿cómo vas a saber qué debes hacer para avanzar hacia ello?.

Es por esto, entre otras cosas, que yo no creo demasiado en ciertos libros de autoayuda que explican qué hacer, punto por punto, para obtener el éxito en determinadas cosas. Podemos aplicar ciertas pautas genéricas sobre cómo enfocar nuestros esfuerzos para mejorar y alcanzar las metas, pero no creo en fórmulas infalibles en el desarrollo personal que sirvan para todo el mundo, ya que cada uno de nosotros es un mundo aparte.

Cuando se trata de proponernos el reforzar la vitalidad, el carácter y las capacidades propias, empecemos primero por entender estos conceptos como si estuvieran contenidos en baterías. A más energía contenida en ellas, mayor es la capacidad que tenemos de superar las distintas situaciones del día a día. Por lo tanto, si queremos ser más fuertes, vitales y eficaces, el primer paso antes de iniciar cualquier proceso, ya sea un ejercicio mental o práctico, debería ser el optimizar al máximo esa energía que tienes disponible, eliminando los factores no deseados que la reducen.

Todos estamos expuestos a elementos externos que consumen constantemente nuestros recursos morales y que son capaces de dejarte sin fuerzas, porque impactan directamente en tu estado de ánimo y afectan a tu motivación para continuar avanzando. Por lo tanto, antes de ponerte a desarrollar planes de mejora, primero tienes que ordenar un poco tu espacio vital, hacer limpieza y despejar el camino.

Eso empieza por controlar los hábitos tóxicos y reemplazarlos por otros que aporten energía positiva. No des opción a verte afectado por críticas o valoraciones que hagan los demás por cómo eres, piensas o actúas y empieza a recargar esas baterías de las que hablaba anteriormente. Es tu vida y ya va siendo hora de que pongas coto a determinadas cosas.

Comienza por eliminar lastres, como esas cuestiones que no te aportan nada excepto incomodidad o irritabilidad, o las que te distraen de otros asuntos que sí son importantes. Dedica los primeros días a elaborar una lista de cosas que te gustaría hacer, otra de aquellas que no quieres hacer pero sabes que son necesarias y también de otras cosas a las que dedicas tiempo pero que sabes que no son ni prioritarias, ni importantes. Después valora el resultado; es un ejercicio interesante para entender la importancia de ordenar nuestro día a día.

También es curioso ver que todas estas cosas a las que dedicamos tanto tiempo y esfuerzo suelen dividirse en dos enfoques, uno emocional y otro afectivo. Y aunque parezcan lo mismo, no lo son… En lo emocional están esas cosas que hacemos buscando la manera de agradarnos a nosotros mismos, mientras que en lo afectivo nos centramos constantemente en intentar agradar a los demás pese a que, en realidad, ni tienes tiempo, ni tienes energía que debas desperdiciar en ello. De hecho, estas cosas deben venir por sí mismas como resultado de lo que haces y no porque dediques tus esfuerzos en ese particular,ñ incluso hasta el punto de aguantar cinismos, arrogancias o mala educación justo por parte de aquellos de los que intentas conseguir su aceptación.

Si no agradas a alguien por ser quien eres y cómo eres, ¿qué haces tratando de cambiarte tú para ajustarte a sus gustos?. Aparta eso y no pienses más en ello, ésta es una losa que no te dejará moverte. Si tan importante es para ti el relacionarte con quienes aparentan no mostrar interés por ti, ya habrá tiempo de retomar ese objetivo cuando no hayan otras prioridades más urgentes. Por lo tanto, vamos a centrarnos en lo que realmente importa, que es aceptarte a ti mismo.

Por cierto…, esa necesidad de aceptarnos a nosotros mismos no consiste en buscar compulsivamente “likes” por una foto o comentario compartido en las redes sociales, ni trabajar para esperar que reconozcan tu valía por lo que eres capaz de hacer y de lo que te sientes orgulloso. Te agradas a ti mismo cuando, por tus buenos actos, ya sea en lo familiar, profesional o social, aportas algo de valor a los demás y llegas a ser consciente con ello de que te genera un estado emocional positivo.

Sin poner antes en orden todo eso es muy difícil que avances con éxito hacia ningún objetivo, porque siempre te condicionarán en exceso. Pero si aún así lo consigues, ten en cuenta que el empezar a construir un edificio sobre una base poco firme hará que tarde o temprano ceda. Si quieres avanzar y crecer debes saber gestionar las circunstancias más básicas de tu vida, sobre todo aquellas que sabes bien que te afectan negativamente y te limitan. Cuando te veas suficientemente seguro en esto, estarás preparado para empezar a desarrollar tu plan de crecimiento personal.

Al llegar ese momento deberás tener en cuenta tus propias capacidades, educación, habilidades y forma de ser; algo que se ha construido sobre la base de unos valores y experiencias adquiridas a lo largo de tu vida. Por lo tanto, en lo que respecta a crecer en vitalidad, carácter y autoestima, todo plan que se establezca necesariamente deberá estar adaptado a esas particularidades individuales, por eso no hay “remedios de la abuela” que sirvan para todo el mundo, pero sí hay ciertos pasos que nos pueden servir como guía para su desarrollo y de los que te hablaré seguidamente.

El primer paso es evaluar tu contexto.

No hace falta ser un psicólogo para hacer un autoanálisis íntimo y sincero de tu propia situación personal. Por lo tanto, respira hondo y piensa en lo que realmente quieres hacer y donde quieres llegar. Hazlo sin prisas ya que, aunque no lo parezca, esta es la parte más difícil e importante del proceso, puesto que será de aquí de donde va a salir la definición de tus objetivos, metas y acciones…, los cuales deberán tener en cuenta tu situación particular, tus relaciones con los demás y tus expectativas…

Define cuales son tus fortalezas y debilidades.

Coge una libreta y empieza a anotar qué cosas crees que haces bien y que otras te resultan difíciles o se te dan mal. No importa si son importantes o no, tú apúntalas. Mientras más líneas que te describan puedas incluir en tu lista mucho mejor, ya que entender tus fortalezas y debilidades serán muy importantes para concretar después tu plan personal. Añade todas las que se te ocurran, no solo las competenciales, comunicativas, de gestión o de relación social. Hay personas que son buenas en la cocina o que se le da bien la mecánica o hablar en público, pero tienen poco control en su carácter y dificultades en sus relaciones personales o son poco constantes y abandonan rápidamente cualquier cosa que inician porque pierden la motivación.

Cuando termines de completar tu lista, dedica un tiempo a analizarla, ya que serás capaz de entender mucho mejor qué áreas de tu vida son las que debes mejorar y donde tienes que concentrar tus esfuerzos. 

Concreta tus objetivos.

Ahora que ya sabes cuales son tus áreas de mejora, define qué objetivos quieres plantear para cada una de ellas. Vuelve a coger tu libreta y haz una relación de los que te interesen, no hay límites en el número que te plantees. Incluye en tu lista todos los que se te pasen por la cabeza, por pequeños que sean, pero es importante que sean objetivos realistas y que puedas alcanzar. Y deben ser también concretos; tener claro qué quieres exactamente en cada uno de ellos.

Establece la prioridad de cada objetivo y fija las metas.

Coge ahora tu lista de objetivos y numéralos en función de su urgencia o relevancia. Posiblemente esto lo tengas que hacer varias veces; no es algo fácil y hay que pensarlo bien. El ir superando pasos ayudará mucho, ya que la motivación y la confianza van a ser factores determinantes para ir avanzando y no abandonar a mitad del camino. 

Una vez ordenadas estas prioridades deberás definir y cuantificar lo que pretendes conseguir en cada una de ellas. Por ejemplo, lo de querer ser rico es un objetivo ambicioso, eso sin duda, pero se puede ser rico en muchos aspectos, niveles y desde diversos puntos de vista. ¿Cómo de rico quieres llegar a ser y en qué sentido concreto quieres serlo?.

En esto de los objetivos y las metas hay que ser muy específicos. Por lo tanto, define con claridad cuales son y qué resultados esperas alcanzar en cada uno de ellos. Esos resultados deben ser realistas y cuantificables, además de ser planificados en el tiempo. Es decir, tenemos que establecer las metas a corto, medio y largo plazo e ir haciendo un seguimiento y valoración de los resultados.

Crea tu plan de acción.

Ahora que ya tenemos claro cuales son nuestros objetivos ordenados por prioridad y establecidas ya sus metas, las cuales son realistas y cuantificables, es el momento de crear nuestro plan de acción, en el que detallarás el conjunto de actividades a realizar para alcanzarlas y que tendrás que poner en tu agenda, ya sea el emplear una hora diaria al estudio de idiomas, el salir tres días a la semana a caminar o el dedicar los sábados por la mañana al bricolaje en casa o a desayunar con los amigos.

No importa cómo decidas plantear tu plan de acción para tu mejora personal, lo que importa es que aquellas actividades que decidas establecer las realices de forma puntual y constante. Recuerda que esto no es un proceso con un inicio y un final. Se trata de un cambio personal; una manera de comportarnos que debemos implantar como forma de vida, ya que si lo hacemos bien, nos aportará el beneficio de sentirnos mejor con nosotros mismos, tanto en salud física como en autoestima.

Recuerda lo que te decía al principio, si quieres mejorar debes ser capaz de gestionar las circunstancias más básicas de tu vida, sobre todo aquellas que sabes bien que te condicionan.

Deja atrás tus hábitos tóxicos y sustitúyelos por otros que te aporten cosas positivas. Si quieres ser más fuerte, vital y feliz contigo mismo, neutraliza los factores que te roban energía, ordena tu interior, haz limpieza, suelta lastre y ponte a caminar mientras de repites a ti mismo que no existe otra persona que piense, actúe o se comporte exactamente igual que lo haces tú. Eres alguien único e irrepetible, así que toma el control de tu propia vida y actúa.

Miguel Ángel Beltrán

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¿Has preparado bien tu entrevista de empleo?.

Tu entrevista de trabajo representa un primer contacto formal con la empresa y sin duda es un momento importante, ya que en ella deberás desplegar la mejor versión de ti mismo. Así que deberás que prepararte para hacer un buen papel y si tienes unos minutos, te sugeriré en este artículo algunas cosas sobre lo que se debe hacer y no se debe hacer en una entrevista laboral

Lo primero que debes tener presente es que esto no va a ir únicamente de hacer una exposición detallada de tu formación y experiencia, sino de explicar con claridad quien eres y qué es lo que te hace a ti el mejor para ese puesto. Puede parecer lo mismo, pero te aseguro que no lo es; no se te va a elegir únicamente por lo que diga tu currículum, sino que van a haber otros aspectos que se tomarán muy en consideración y que debes saber.

*Sobre el enfoque de tu preparación.

Un error muy habitual de los aspirantes en las entrevistas de empleo es el prepararlas en base a la memorización de detalladas respuestas centradas en destacar al máximo su formación y experiencia, esa misma que previamente han detallado en el currículum. Obviamente, el hablar de tu experiencia y formación es muy importante; de hecho, es muy aconsejable el preparar un guion de posibles preguntas y sus correspondientes respuestas sobre ello, memorizarlas y ensayarlas mil veces delante del espejo si es necesario. Pero llegado el momento de expresar todo esto ante quien selecciona o contrata, debemos ser muy concisos y hacerlo con sinceridad y mucha naturalidad. Hay que evitar desperdiciar tiempo en detalles poco relevantes para la valoración final que hará de ti el entrevistador. Recuerda que las entrevistas tienen una duración limitada, no hay tiempo para recrearse en excesivos detalles.

Mantén una postura abierta y decidida, muestra madurez y carisma; la cortesía y el tacto a la hora de preguntar o comentar los distintos aspectos relacionados con el puesto también deben tenerse en cuenta. Sé educado y delicado en las formas, pero ve al grano.

Es fundamental el saber orientar los aspectos que te definen como un buen candidato hacia las particularidades del puesto al que intentas acceder, unas particularidades que necesitas saber y que es posible que aún no sepas, por lo que deberás averiguarlas previamente. Y no solo tendrás que hablar sobre lo referente a tu capacitación para las tareas propias de esa función que se ofrece; también es muy importante que muestres tus aptitudes y actitudes en otros aspectos, como tu disposición al trabajo en equipo, tu flexibilidad y capacidad de adaptación a las distintas circunstancias y necesidades que se den en el trabajo, tu interés por aprender y mejorar para aportar más valor para la empresa, o tu compromiso en los objetivos individuales y colectivos que se deban plantear.

Puedes pensar que estas cosas no son importantes, ya que crees que el puesto de trabajo al que aspiras tampoco lo es…, “¿qué importancia puede tener el trabajo en equipo, la capacidad de adaptación y de comunicación o los objetivos individuales y colectivos si a lo que aspiro es a un trabajo como un simple auxiliar con mínimas responsabilidades?”. Pues sí que tiene importancia…, el hecho de que la empresa haya decidido buscar a alguien para ello es porque esa función también forma parte ineludible de su buen funcionamiento y es justo por eso que se debe cubrir. Alguien debe hacer ese trabajo y ese alguien eres tú.

Ten presente que, independientemente de cual sea la actividad que cubras en la empresa, se deposita en ti la confianza de quien te contrata y de las personas que, de un modo u otro, necesitan de tu labor para hacer adecuadamente la suya. No hay puesto en el funcionamiento de una correcta organización que no sea importante, todos lo son y por eso existen.

*Sobre lo que puedes aportar.

Para empezar, te tienes que poner en valor…, y eso sólo lo puedes hacer tú mismo. Pero debes ser, ante todo, muy honesto y creíble; nada de aprender de memoria un diálogo y soltarlo como si estuvieras leyendo un discurso. En importante transmitir autenticidad, hablar de lo que realmente eres capaz de hacer, ya que quien entrevista va a estar muy atento a lo que digas y a cómo lo digas. Debes ser sincero, sobre todo porque tarde o temprano tendrás que demostrar todas esas cualidades de las que has hablado.

Pero tampoco nos pasemos de prudentes; no se trata de que quites importancia a tus capacidades, de hecho no lo hagas… Habla con claridad y resalta tus puntos fuertes, tus conocimientos, formación y experiencia, pero sobre todo enfócalo desde el punto de vista de la aportación de valor que con todo ello puedes ofrecer a la empresa, ya que es justo esto lo que les interesa.

Un consejo importante…, infórmate sobre la empresa. Busca sus metas, motivaciones e intereses… entiende el contexto en el que se posiciona. Conoce algo sobre su historia y valores. En algún momento de esta entrevista es muy posible que te pregunten qué sabes de ella, si la conoces o qué has oído hablar, incluso puede que hasta de qué opinas de sus productos o servicios. Si en ese momento sabes manejar bien tus respuestas, eso te ayudará mucho para ganar puntos en la valoración; primero porque te permitirá alinear tus argumentos a esos valores y metas de la empresa, segundo porque darás a entender que tu interés por incorporarte a ella va más allá de obtener un simple salario y que te has interesado realmente por lo que hacen. Eso gusta más de lo que crees.

Cuidado con todo esto, porque sin duda aparecerán ciertas preguntas, ya sea de forma directa o no, que tratarán de buscar incoherencias entre lo que dices ser y lo que en realidad transmites. Ten en cuenta que el análisis que se haga de esas incoherencias se tendrán muy en cuenta en la valoración de tu candidatura.

*Sobre tu actitud y personalidad.

A veces es difícil el evitar dar una cierta imagen de escepticismo o de pesimismo durante una entrevista de trabajo, sobre todo cuando ya llevas demasiadas de ellas tachadas en la agenda por haberlas fracasado y de las que acabaste bastante frustrado, pero es muy importante el no dar esa impresión. El entusiasmo y una visión positiva del futuro, las ganas de aprender y de aportar, la perseverancia…, estos son enfoques mucho más atractivos. Intenta prepararte en este sentido.

Jamás hables de malas experiencias en trabajos anteriores o negativamente de las empresas para las que trabajaste. Debes dar a entender que de todas conseguiste experiencia profesional y solo puedes mostrar agradecimiento por haber tenido esa oportunidad. Mi consejo, para este y cualquier otro trabajo en el futuro, es que de las empresas de las que te marches siembre lo hagas de forma correcta y profesional, independientemente de las razones de esa salida. Nunca se sabe qué puede pasar el día de mañana o donde podemos acabar.

Trata de mostrar seguridad y confianza en ti mismo, (qué fácil es decirlo, ¿verdad?). Los nervios en una entrevista de trabajo siempre están presentes y te pueden meter en problemas; pero tranquilo, que esto le pasa a casi todo el mundo. Y si eso te ocurre a ti, procura no precipitarte al responder las preguntas, date unos segundos para hacerlo que no pasa nada. Si necesitas más tiempo, solicita que te las repitan y gana unos segundos mientras piensas la respuesta. Empieza a hablar despacio y ve cogiendo poco a poco ritmo, esto va bien para evitar balbuceos y tartamudeos que quedan mal y dan una imagen de inseguridad.

Jamás digas cosas como “¿entiende lo que quiero decir?”, es una expresión poco respetuosa, aunque no se diga con esa intención; mucha gente tiene ese tic y es una costumbre que queda peor de lo que parece. Es mejor decir, por ejemplo: “espero haber contestado o haberme explicado correctamente”. Y es que la responsabilidad de hacer entender una información nunca es de quien escucha, sino de quien debe transmitirla correctamente para que se entienda.

Y sobre todo, no intentes acaparar el tiempo hablando sin parar; deja que sea el entrevistador quien maneje eso. Sé escueto en las explicaciones, directo al grano y evitando las florituras; si hay algo que no gusta son los fantasmas y su egocentrismo. Recuerda que tu objetivo en esa primera toma de contacto es, simplemente, el explicar con claridad y de forma concisa quien eres, qué sabes hacer y por qué crees que eres el mejor para ese puesto.

*Sobre la imagen que transmites.

En una entrevista de trabajo se van a tener en cuenta muchas cosas. Sin duda, el aspecto que tengas cuando entres por la puerta será importante. Intenta imaginarte en el puesto del entrevistador, él o ella son responsables de valorar todos los detalles del candidato, incluido el aspecto, el cual suele decir mucho de la persona que eres. La percepción que tenga de ti la va a medir no en base a su criterio personal, sino del criterio que tiene quien contrata. Es su trabajo y no se va a arriesgar a hacerlo mal; si no percibe que cuidas tu aspecto en un momento que se supone importante como este, lo más probable es que pensará que no cuidarás de otras cosas, como las responsabilidades que deberás asumir.

La vestimenta debe ser adecuada, nada de estridencias; ni excesivamente sobrios, ni excesivamente informales. Aunque no se trata necesariamente de presentarse como si fueses a una boda o a una fiesta de fin de año. Por descontado, siempre le va a causar mejor impresión un candidato con un cierto nivel de elegancia y sobre todo, con un aspecto e higiene cuidados.

Además del aspecto, hay otros factores que forman parte de la imagen que transmites. Hay un concepto que se llama “comunicación o lenguaje no verbal” que es también importante en este sentido. Podemos expresarnos con un lenguaje correcto, mostrarnos muy profesionales en los argumentos y vestir de punta en solfa, pero la manera que tengas después de expresarte va a ir más allá de las todo ello. A menudo no somos conscientes de cómo afecta lo subjetivo a nuestra imagen como candidato. Los gestos, la forma de sentarnos, hacia donde dirigimos la mirada cuando hablamos o nos hablan, como movemos las manos mientras conversamos… Hay muchas cosas que decimos sin necesidad de abrir la boca.

Por ejemplo, el mirar a los ojos cuando se dice algo transmite sinceridad, pero si continuamente desvías la mirada hacia otro lado lo que transmites es todo lo contrario. Y si te pasas con la fijación de esa mirada, puedes dar sensación de agresividad u otras cosas, así que… ¡cuidado!. El apretón de manos firme, las expresiones faciales, los gestos…; el lenguaje no verbal aporta mucha información sobre ti y la mayoría de los entrevistadores se han formado para captar estos detalles, así que mejor será que los tengas en cuenta..

*Sobre tu marca personal.

Por ir acabando este capítulo…, en esto de prepararte para competir en el mundo laboral debes tener muy claro qué es lo te diferencia de los demás. Dedica tu tiempo para definirlo, ya que esa es la base de tu marca personal. Ten presente que la marca personal se apoya en aspectos como la formación y la experiencia, pero por encima de eso también están el talento, la actitud, la pasión por lo que haces, tu capacidad de contribuir para mejorar tu entorno y también de influir en los demás con todo ello.

Se trata de tu propia imagen corporativa, la que comunica cosas sobre ti aún sin estar presente, la que genera confianza en aquellos que se interesan por conocerte. En definitiva, es la marca personal la que te ayuda a diferenciarte de los demás, ya que es la proyección de ti mismo, mientras que el producto que ofreces es todo aquello que puedes hacer por los demás. Es preciso el comprender esto a la hora de prepararte para destacar en una entrevista de trabajo. Las empresas saben bien de la importancia que tiene su propia marca para ganar la confianza de los clientes a los que se dirige. Adopta tú esa misma visión sobre ti mismo, ya que en esta sociedad cada vez más competitiva, tu marca personal no es lo que haces y dices de ti, sino lo que perciben los demás de lo que dices y haces.

Y hasta aquí estos consejos sobre cómo afrontar, correctamente y con opciones de éxito, una entrevista de trabajo. Tanto si te has interesado por este contendido porque te estrenas en el mundo laboral o porque buscas nuevas oportunidades que mejoren tu situación en él, espero que te sirvan de ayuda para afrontar ese reto.

Miguel Ángel Beltrán

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Protegido: ¿Sabes gestionar tus propios conflictos?

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No tengas miedo a fracasar, enfréntate a tus retos.

El miedo a fracasar y a quedar en evidencia es muy humano. Ante esto, cuando te toca el turno de salir ahí fuera a afrontar otro desafío y te surgen las dudas propias de la inseguridad ante lo nuevo, parece que algo te empuje a maldecir el momento en el que accediste a aceptarla, incluso llegas a preguntarte el porqué no te has quedado haciendo lo que hacías antes; ahí atrás…, acurrucadito en tu área de confort y casi libre de todo mal…

Piensas que habría sido mejor el abandonarte en un rincón, ese que crees controlar, y dejar que sean otros los que salgan al campo de batalla, que sean otros los que hablen, los que compartan, los que tomen la iniciativa… En definitiva, te ves tentado a rechazar los retos y sus riesgos, a evitar tener que pasar por el mal trago de la decepción, de quedar en evidencia, de sufrir la sensación del ridículo…

Pero no lo haces…, tú te niegas a renunciar, no te echas atrás y decides enfrentarte a todos esos temores. No te permites ceder ni por valentía, ni por arrojo, ni por afán de protagonismo…, lo haces por coherencia y responsabilidad. Por coherencia porque te presentaste ante tu gente como profesional y porque tu responsabilidad es no decepcionarlos.

Te dices a ti mismo que esa coherencia supone la obligación de aprovechar las oportunidades que se te ofrezcan para poder aportar valor al proyecto en el que decidas comprometerte, que de ningún modo podemos desperdiciar oportunidades de mejorar lo que hacemos. Sabes bien que los retos no solo suponen un riesgo de fracasar ante los demás, también es una oportunidad de todo lo contrario. Es tu ocasión para contribuir al objetivo común que compartes con los que han decidido confiar en ti, de reforzar tu propia imagen personal, de acrecentar el respeto y seguridad en ti mismo.

Si todo fuese tan fácil como eso, seguramente no sería necesario hablar de ello. Lo cierto es que no hay reglas fijas para adquirir seguridad en uno mismo, ni recetas mágicas para el éxito en la mejora personal. Por descontado, yo tampoco sé exactamente cómo debemos actuar, pero sí creo que el primer paso debería ser el sincerarse con uno mismo y hacerse preguntas correctas con respuestas honestas.

Preguntas como cuál es el valor real de mi contribución o hasta qué punto ese valor tiene un impacto positivo para el objetivo que comparto con los demás. Debería preguntarme si ese valor representa todo lo que realmente puedo hacer o si tal vez podría hacer alguna cosa adicional para incrementarlo.

Supongo que la motivación tiene mucho que ver con esto, aunque ciertamente esa motivación tiende a ser más limitada a medida que bajamos en el escalafón de responsabilidades dentro de la estructura de una empresa. No obstante, no hay puesto en una empresa bien estructurada que no tenga una razón de existir; desde el puesto del gerente hasta el del último auxiliar. Todos tienen un cometido necesario para alcanzar el objetivo común y ese cometido va más allá de la simple labor asociada a ellos, ya sea en la gestión de un pedido, en la puesta en marcha de una máquina, en el mantenimiento de la planta o en la propia dirección de la empresa; todas estas posiciones también tienen la responsabilidad de detectar áreas de mejora en su entorno, proponer soluciones a los problemas e incluso implementarlas. Debemos hacerlo…, puesto que somos los mejores conocedores de las particularidades de la labor de la que somos responsables y por consiguiente, los primeros que deberíamos hacer propuestas que aporten valor añadido a nuestro trabajo.

El valor añadido…, ese “extra” que podemos aportar individualmente es muy importante, ya que es el combustible del que se alimenta nuestra empresa para ser competitiva. El valor añadido contribuye a diferenciar nuestra propuesta y a alejarnos de la mediocridad…, y de la mediocridad hay que alejarse como de la peste.

Hablaba antes del miedo ante el fracaso, del miedo a hacer el ridículo ante una decisión equivocada y del quedar en evidencia por ello. Personalmente yo tengo más miedo a la mediocridad que a hacer el ridículo. Y es que el quedar en ridículo o en evidencia por fracasar ante un reto o por intentar cambiar las cosas para mejorar es algo a lo que todo profesional se debe enfrentar muchas veces a lo largo de su vida. Sin embargo, lamentablemente hay quien por miedo al fracaso y al ridículo acepta la mediocridad como camino y con ello se convierte en simple elemento ornamental perfectamente prescindible.

De hecho, la mediocridad es una concesión que las personas nos permitimos para justificarnos a nosotros mismos cuando no queremos hacer más o mejorar lo que hacemos aún siendo conscientes de que somos capaces de ello, ya sea porque creemos que no sirve de nada, porque no nos lo valoran, porque los demás no lo hacen o porque simplemente no nos apetece.

Deberíamos acostumbrarnos a movernos siempre lo más cerca posible de nuestros niveles de incompetencia, pero jamás acomodarnos por debajo de ellos; debemos intentar alcanzarlos y tratar de superarlos siempre. No se consigue la excelencia actuando con el ritmo del mínimo esfuerzo, sabiendo además que ese ritmo está por debajo de nuestras capacidades.

Nuestro camino debería estar siempre orientado hacia la excelencia en todo lo que hacemos y hacer de ello casi un modo de vida. No obstante, en realidad la excelencia no se alcanza nunca; la excelencia es únicamente un horizonte al cual decidimos dirigirnos o no. Y no existe un manual de instrucciones que nos lleve allí, lo que sí existen son ciertas pautas que nos pueden marcar el camino.

Ante todo, debemos marcarnos la META. Nuestra meta debe ser ambiciosa pero realista, no una quimera que probablemente no podamos alcanzar jamás y que nos llevará al fracaso y a la frustración, algo que no nos interesa.

Otra pauta es el CONOCIMIENTO. Pero no únicamente el que hace referencia a nuestra formación académica o experiencia profesional, sino al conocimiento de nuestro entorno: el de nuestro equipo de trabajo, el de sus fortalezas o debilidades y el de las nuestras, el de nuestros competidores, el de las necesidades de nuestros clientes, el de sus prioridades y expectativas, el de la realidad del mercado… Necesitamos información a tiempo real, es preciso conocer y comprender el escenario donde estamos.

También necesitamos de un PROCEDIMIENTO. No podemos hacer el camino como pollos sin cabeza. Es necesario trazar la ruta, establecer puntos de control y protocolos de actuación, es necesario saber hacia dónde vamos y cómo vamos a recorrerlo.

Necesitamos RECURSOS. No solo los tecnológicos, también los humanos; los que tienen que ver con el compromiso y motivación de las personas ante el objetivo, su aportación en el trabajo en equipo…

Y finalmente la ACTITUD. La actitud es el factor más importante de todos. Podemos tener mucho conocimiento, un procedimiento bien elaborado y unos recursos suficientes, pero si no tenemos actitud probablemente fracasaremos.

Ciertamente hay personas que pueden contar con un elevado nivel de formación y con varias carreras e idiomas, pero a veces también con una actitud deficiente, con poco compromiso en el trabajo en equipo, nula ambición por mejorar y aceptar retos o con la única perspectiva de mantenerse en un determinado puesto cuanto más tiempo mejor. Estas personas pueden alcanzar buenas posiciones profesionales, pero teniendo en cuenta la realidad actual, probablemente acabarán muy por debajo de las expectativas que se espera de ellas. Por el contrario, la actitud positiva, la disposición a asumir retos para tratar de aportar valor y a comprometerse en el objetivo de superar los límites, la ambición por mejorar y contribuir más y mejor, puede llevar a cualquiera, independientemente de su formación académica, a un alto nivel de liderazgo.

Estamos ante un cambio del modelo profesional que sin duda nos obliga a cambiar también nuestra percepción de nosotros mismos y nuestra actitud. La actitud es una medicina poderosa, algo que debemos cultivar ante la necesidad de adaptarnos a un entorno cambiante, a un mercado cada vez más exigente y a una revolución tecnológica que empieza a superar nuestra capacidad de entenderla y de asimilarla.

Pero hay más pautas a tener en cuenta en la eterna búsqueda de la excelencia en lo que hacemos y sin duda el TALENTO es una de ellas; la capacidad de aprender y de aplicar lo aprendido, nuestra habilidad en hacer cosas relevantes a través del conocimiento adquirido a lo largo de muchos años de esfuerzo. También nuestra capacidad de INNOVAR, de crear y renovar lo creado para mejorar el resultado; de avanzar continuamente en lo que somos capaces de construir. El ser PROACTIVOS…, tomar la iniciativa, ser audaces, no tener miedo sino ambición por aprender, mejorar y crecer. Debemos ser FLEXIBLES, por que nuestro escenario es cambiante, muy activo y complejo. Ser capaces de adaptarnos al entorno y de actualizarnos continuamente. Y por supuesto, debemos ser PERSEVERANTES y firmes en nuestra convicción de que no debemos conformarnos con los éxitos obtenidos; hay que continuar.

Todas estas pautas son fundamentales para conseguir nuestro objetivo, pero no hay metas alcanzables, éxitos individuales o colectivos, retos que podamos enfrentar que no requieran el tener PASIÓN por hacerlo. Personalmente se me hace imposible participar en un proyecto que no me apasione; es como engañarse a sí mismo y engañar a los demás. Sientes PASIÓN por participar en algo cuando crees que puedes contribuir en su éxito, por eso es tan importante el ser honestos con nosotros mismos y conscientes del valor real de nuestra contribución individual; porque si entendemos que esa contribución no está a la altura, debemos ponernos a trabajar inmediatamente para mejorarla. Pero si aún así nos vemos incapaces de hacerlo por que entendemos que hemos llegado finalmente a nuestro particular nivel de incompetencia, tal vez sea el momento de cambiar de proyecto profesional y de buscar otro al cual podamos aportar valor y seguir creciendo en nuestro afán de alcanzar ese deseado horizonte de excelencia.

Miguel Ángel Beltrán

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La actitud ante los retos

Se habla de la “actitud” ante los retos como si fuese una especie de fuerza oculta que todo lo puede y donde reside la clave de todo éxito, algo así como un Santo Grial de la felicidad…

Pero…, ¿qué es exactamente la actitud?, ¿forma parte simplemente de nuestra forma de reaccionar ante una situación y de cómo te tomas las cosas cuando se te presenta la necesidad de responder ante ellas o simplemente es la expresión de un estado de ánimo al que le estamos dando excesivo protagonismo en nuestro empeño por avanzar en lo que hacemos?.

Y llegado el caso…, ¿cómo se determina si una “actitud” es la buena y bajo qué reglas se valora?. ¿Cómo puedo saber si mi forma de responder ante esa situación es la que mandan los cánones de la correcta “actitud”?.

Tal vez el reflexionar en calma de vez en cuando sobre nuestro modo de entender y reaccionar en la vida y sobre nuestra relación con ella merezca la pena. Deberíamos tomarlo por costumbre, como si fuese una medida de higiene…, algo así como una revisión y mantenimiento de la chimenea por la que expulsamos los malos humos para evitar que nos dejen toxinas en el salón.

A lo largo de la vida nos enfrentamos continuamente a situaciones en las que nuestra forma de reaccionar ante ellas determinará nuestra capacidad para superarlas y también de evitar que nos afecten negativamente. Tengamos presente que en un escenario personal difícil, como la enfermedad propia o la de un ser querido, los problemas económicos, las decepciones en la relación con las personas, los fracasos en el trabajo, etc., nuestra capacidad de control sobre nuestro estado de ánimo se ve de un modo u otro alterada. Siendo conscientes de ello hay que intentar prepararse, ya que todas estas situaciones realmente no se acaban nunca…; siempre vuelven a presentarse en formas distintas e independientemente de si la has superado satisfactoriamente o no con anterioridad. Dicho de otra forma, se te pondrá nuevamente a prueba y deberás estar preparado para ello, de ahí la necesidad de evitar que los daños que puedan originarse en cada lucha nos debiliten en exceso a la hora de enfrentarnos a lo que pueda venir más adelante. Y vendrá…, no nos quepa la menor duda.

Ante todas esas circunstancias por las que necesariamente deberemos pasar en la vida, más que tener actitud yo empezaría por tratar de “tener consciencia”.  La consciencia es la capacidad del ser humano de reconocerse a sí mismo y a lo que le rodea y de ser capaz de reflexionar sobre ello. Una persona no se irrita, indigna, entristece o desilusiona porque desee hacerlo o por que la obliguen, lo hace porque no ha encontrado la fortaleza o recursos suficientes para responder con serenidad a una situación, por lo que su ánimo tiende a verse afectado y su “actitud” también. Ser consciente de lo que te está pasando te ayuda a reflexionar y a actuar, pero a esa capacidad no se llega sin preparación previa, ya que no es fácil reflexionar con claridad cuando tus neuronas están sufriendo una estampida.

Pero ya sabemos que prepararse para ello no es tarea fácil. ¿Quién no tiene muy cerca, incluso en su ámbito familiar, a personas que sufren de esa situación?. Yo no soy psicólogo, tampoco pretendo dar consejos sobre temas para los que no he recibido formación y de los que no dispongo de suficientes conocimientos, así que tómense estas reflexiones como algo muy personal y en riesgo claro de estar equivocadas. No obstante y al igual que le pasa a la mayoría de la gente, lo cierto es que yo también he sido testigo de las consecuencias que tiene o ha tenido en personas de mi entorno el no haber sido capaces de desarrollar una coraza suficientemente fuerte que las proteja ante los golpes que les da el desarrollo de sus propias vidas y cómo eso las ha hecho candidatas al fracaso en lo personal o en lo profesional, con el posterior riesgo de un “derrumbe espiritual”, por evitar llamarlo depresión o algo peor.

Por otra parte, si lo miramos desde la perspectiva del ámbito profesional, se tiende a concentrar los esfuerzos de capacitación de las personas en los aspectos directamente relacionados con los procedimientos en el trabajo, pero no tanto en los de la inteligencia emocional de quienes participan en ellos. Ciertamente, las personas deben prepararse no solo en cuestiones técnicas, de gestión o de producción, también deben desarrollar sus capacidades emocionales para poder enfrentarse a las situaciones de complejidad, de riesgo o de toma de decisiones y esto es algo perfectamente extrapolable a la vida cotidiana, donde también deberemos estar a la altura de las circunstancias.

La “actitud” individual frente a esos retos (porque no nos engañemos…, la vida misma es una sucesión de retos que debemos superar), y ya sea esa actitud positiva o no, se podría interpretar como una señal del estado en el que se encuentra nuestra autoestima, ya que ambas (actitud y autoestima) guardan un delicado equilibrio y se condicionan entre sí. El no mantener ese equilibrio puede tener un efecto tóxico y potentemente letal ante el objetivo de mantener una actitud constructiva ante las situaciones, pero ciertamente el evitar esa situación suele ser muy complejo. Por descontado, nadie dispone de recetas magistrales, únicamente de ciertas directrices y de algunas pistas que, correctamente entendidas y adecuadamente implementadas, tal vez nos ayuden a encontrar el camino correcto hacia la éxito en la vida o hacia la soñada felicidad.

Lo que resulta difícil de discutir es que el grado de felicidad que disfrutes (o sufras) en tu vida no lo determinará las dificultades que puedas afrontar en su recorrido, ya que esas dificultades son inevitables, sino de la actitud que decidas tener ante ellas.

 

Miguel Ángel Beltrán

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El sendero recorrido.

Después de mas de 25 años en lo profesional, siento que es hora de hacer algún balance de los logros alcanzados y de los fracasos afrontados, del tiempo aprovechado y del desperdiciado. ¿Qué es lo que me habría gustado?, ¿qué podría haber hecho mejor?.

Supongo que todos llegamos a un momento en nuestra etapa profesional en el que nos hacemos preguntas sobre nuestras experiencias vividas a través de ella y tratamos de compararlas con las expectativas que fueron marcadas antes de comenzar a afrontar retos y compromisos. Dicho esto y ya que la cosa va de senderos recorridos, debo reconocer que la primera sensación que percibo es la de un cierto desasosiego, ya que mi trazado no ha sido el que marqué en el mapa, ni fue mi objetivo soñado. Por lo tanto, si el balance final debe establecerse comparándolo con mi horizonte inicial, entonces debería entender mi trayectoria como un fracaso, puesto que ha salido definitivamente desviada y me ha llevado muy lejos de donde esperaba estar.

Pero un momento…, ¿me estoy haciendo las preguntas correctas o es que me estoy equivocando en las respuestas?. ¿Realmente son tan importantes nuestras expectativas iniciales en nuestra valoración final o hay algo erróneo que parte de ese deseo, a veces enfermizo, por conseguir la plena satisfacción profesional para colmar un ego interior inconfesable?.

¿Realmente nuestra misión en la vida es simplemente alcanzar el nivel de incompetencia y entonces sentarnos en un sillón a contemplar la obra o se trata de otra cosa algo más compleja?. La verdad es que, más allá del orgullo de destacar en algo, no hay muchas cosas que puedan ser más satisfactorias para un auténtico profesional que el haber contribuido al éxito de un equipo o de una empresa y poder compartirlo con el resto.

Tal vez nuestra humanidad no sea tan egoísta como aparenta ser, si es que es verdad eso de que al final su naturaleza nos empuja instintivamente hacia lo que verdaderamente importa. No obstante, puede que nuestro principal problema sea que somos incapaces de darnos cuenta de ello y esto represente una de las causas por las que algunas personas tienden a ver desequilibrada su autoestima o a acabar ahogados en frustración, sentimiento de culpabilidad o de mediocridad.

Pero lo cierto es que resulta indiferente cual sea tu profesión, tu responsabilidad, el nivel del puesto que alcanzarás…, al final estarás ahí para hacer una labor que de alguna forma estará destinada a ayudar a otros a realizar la suya como parte de un objetivo común. Aunque siendo honestos…, la realidad no es en muchos casos así de ideal.

Para empezar, ni somos sinceros con nosotros mismos ni tampoco lo somos con los demás. En lo profesional impera el egoismo y la falta de generosidad, no comparamos nuestro rendimiento con las expectativas iniciales sino con las de los demás, medimos nuestro éxito en el fracaso de otros y nuestra frustación proviene en realidad de una mezcla corrosiva e inflamable de envidia y ambición que prende frente al fracaso propio y ante el éxito ajeno. Tendemos a dosificar esfuerzos en función de nuestros propios intereses individuales y no en los del equipo, no compartimos experiencia en la estúpida creencia que eso nos mantendrá a salvo en nuestro puesto de trabajo, ni ponemos interés en ser mejores para ser más útiles… En realidad no hay un compromiso real, solo una fachada interesada e individualista que representa un auténtico cáncer para el futuro de cualquier empresa; una lacra contra la que vale la pena perder un par de horas rompiéndose la cabeza para escribir este ladrillo a altas horas de la noche que posiblemente no interese a nadie.

Por lo tanto, si quieres valorar la propia trayectoria profesional, déjate de medallas y de golpes de pecho y piensa con sinceridad en cual ha sido tu aportación a la trayectoria del resto, en qué modo esa aportación ha contribuido a que otros alcancen sus metas y cual ha sido su impacto en el objetivo común establecido. Entonces sabrás si has tenido éxito en tu vida profesional o si en realidad no has sido más que un “bluf” perfectamente prescindible y culpable de su propia frustración, en cuyo caso te invito a trabajar desde ahora en establecer nuevos objetivos, en buscar otro sendero distinto que te lleve a la meta correcta.

Miguel Ángel Beltrán

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Los atajos y recetas mágicas para alcanzar al éxito profesional.

 

Van pasando los años, nos hacemos mayores mientras acumulamos experiencias, éxitos, golpes y frustraciones. Sí…, el tiempo va pasando inexorablemente y se diría que tan rápido que los días suelen acabar con esa sensación del trabajo no completado, del tiempo no aprovechado…

Te levantas pensando en qué nuevas dificultades vendrán, en lo que le dirás a tu cliente, en qué forma deberás afrontar sus exigencias, en qué puedes hacer para superar los obstáculos que te impiden responder eficazmente a ellas. Y no es nada fácil…, sobre todo cuando te has propuesto ser paciente, ético, respetuoso y honesto con los demás y también contigo mismo…

Pero el caso es que las circunstancias marcan las pautas del trabajo; cuando crees haber conseguido centrar tus pensamientos en la búsqueda de una respuesta, de una solución factible o de esa cifra o argumento clave que te permita pensar que eres competitivo, entonces empiezas a percibir que hay algo erróneo en lo que haces. Es esa sensación que te lleva a creer que tu enfoque no es el correcto, que lo único que haces es lo mismo que hacen los demás, que no estás aportando nada nuevo y que, por lo tanto, nada te diferencia respecto del resto.

Las preguntas entonces no se resisten a pasar por tu cabeza, de hecho pasan a través de ella como una apisonadora…; ¿realmente puedo diferenciarme?, ¿estoy haciendo lo correcto?, ¿estoy preparado para esto?, ¿qué demonios estoy haciendo…?

Comienzas entonces a poner en duda tu propio convencimiento y la confianza que siempre has tenido en ti mismo, a flaquear ante el desánimo, empiezas a dudar, empiezas a caer… Pierdes orientación y entras en un bucle de preguntas sin respuesta sobre posibles “recetas mágicas” que te lleven a través del camino correcto, eliges una de ellas y… vuelves a equivocarte.

La parte positiva de esto es que, aunque el ser humano supuestamente es el único animal que tiende a tropezar más de una vez en la misma piedra, también tiene la capacidad de aprender del golpe, de rectificar, de cambiar…, pero eso solo ocurre si logra controlar su consciencia para aprender de sus errores, reconocer sus debilidades e identificar el origen de las mismas para actuar sobre ellas en consecuencia. Éste debería ser el primer paso para mejorar en nuestro mundo profesional, ya que únicamente después de él se estará en condiciones para intentar definir algo tan fundamental como nuestra propuesta de valor, tanto desde el punto de vista profesional como también desde el personal. Y es que… ¿cómo puedes promocionar el valor de un producto si no sabes promocionarte antes a ti mismo y a los valores que te definen como persona?.

En el mundo de los negocios y de la industria se entremezclan pasiones, miedos, desconfianzas y riesgos. La capacidad de transmitir ilusión, pasión y convencimiento en lo que se hace es fundamental y forma parte ineludible de la receta del éxito para un profesional; se trata del combustible que aporta la fuerza necesaria para afrontar los desafíos a los que todos nos tenemos que enfrentar en el día a día de nuestro trabajo. Sin esas claves no hay nada, solo una previsible mediocridad y un más que probable fracaso.

Por lo tanto, no es cuestión únicamente de rebuscar en libros de autoayuda en la tienda del aeropuerto, tampoco de trastear Internet a deshoras o de asistir a sesiones de gurús para que te expliquen las verdades de la vida. No…, no se trata de buscar “recetas mágicas” que ofrezcan milagros, por que realmente nadie las tiene. De lo que se trata es de saber reconducir nuestros pasos y adaptarlos a las circunstancias cuando los golpes de viento nos desvían de nuestro camino.

¿Realmente buscas el éxito profesional?, entonces comienza preguntándote a ti mismo qué significa el éxito para ti. Cuando consigas entenderlo, cuando descubras su verdadero significado y te des cuenta de lo mucho que estabas equivocado, cuando corrijas el desvío en tu camino y logres alcanzar tu meta, entonces trata de compartir tu experiencia para que otros sepan que pueden lograr enderezar el suyo. Transmite tu conocimiento y genera con ello valor útil para otros…, por que en el valor que generes en tu vida profesional estará sin duda alguna el germen del ansiado éxito.

Miguel Ángel Beltrán

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