El ritmo actual que llevamos no es el mejor para sentirse en forma y con vitalidad. Sufrir estrés, angustia o ansiedad durante un periodo prolongado trae consigo consecuencias directas en la salud.
Las razones del estrés laboral son bastante comunes, con los matices que pueda haber en cada empresa. La mayoría de las veces, las principales causas que provocan agotamiento o en palabras coloquiales, que “te quemes”, tienen relación con factores que podemos controlar, pero otras veces no…
Visto lo visto, ¿qué tal si paramos un momento, respiramos profundamente y analizamos un poco la situación en el vídeo que te he preparado?.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Hay muchas razones por las que debes trabajar en tu marca personal. El mundo laboral ha cambiado mucho, igual que la propia sociedad; ahí fuera hay una jungla en la que para sobrevivir tienes que conseguir destacar, dar a conocer tus capacidades, tu forma de ser y de actuar. Pero esto hay que hacerlo con criterio y coherencia a partir de una estrategia adecuada para no transmitir una imagen equivocada sobre ti. Desarrollar tu marca personal siguiendo unas pautas adecuadas es lo que puede ayudarte a conseguirlo.
Seguro que mucha gente, cuando oyen hablar de “marca”, inmediatamente piensan en un producto o en una empresa; lo cual no deja de ser correcto. La marca es un conjunto de conceptos destinados a distinguir a una empresa en su mercado objetivo, así como a transmitir su misión y valores. La imagen, calidad y reputación de esa empresa están vinculadas a la marca y todo ello sirve para que sea identificada por el público al que se dirige y poder diferenciar ante él sus productos y servicios con respecto a sus competidores.
La marca personal viene a ser más o menos lo mismo, solo que obviamente está relacionada con el perfil de una persona y no el de una empresa o producto.
En cierto modo, todos disponemos de nuestra propia marca personal, ya que es lo que nos define e identifica ante los demás con respecto a nuestra forma de ser y de actuar, nuestras habilidades, valores, etc. La marca personal no deja de ser la imagen que queda de nosotros en la mente de otros a partir de la experiencia que compartimos con ellos. Por lo tanto, en la medida que podamos mejorar esa huella que dejamos en la percepción de los demás, ganaremos en capacidad de influencia y relevancia, conceptos que son imprescindibles para ir creciendo profesionalmente e ir avanzando hacia el éxito en lo que vayamos a emprender.
Nuestra marca personal tiene, en definitiva, el objetivo de conseguir diferenciarnos para tener éxito en nuestras metas personales y profesionales, algo que sucede a través del modo en el que nos relacionarnos e interactuamos con otras personas. Ya podrás imaginar lo importante que puede ser el contar con una marca personal, puesto que es lo que explicará cómo eres y qué se puede esperar de ti a partir de la interpretación que tengan los demás sobre ello.
Recuerda que la reputación es la opinión, acertada o no, que llegan a tener sobre ti otras personas
De la misma forma que una marca empresarial genera confianza en base a la reputación que ha ido construyendo alrededor de ella a lo largo del tiempo en el que ha desarrollado su actividad, tu marca personal también deberá transmitir esa confianza a partir de tu propia reputación, la cual habrás desarrollado a lo largo de los años a través de la relación que vayas teniendo con tu entorno. Por lo tanto, para conseguir una marca personal diferenciada y poderosa tendrás que asegurarte de que tus valores, capacidades y comportamiento mantengan coherencia con la imagen que transmitas, ya que será esto lo que definirá, de un modo u otro, la percepción que los demás tengan de ti. Por eso hay que trabajar esos tres aspectos permanentemente y mantenerlos alineados con una estrategia.
Recuerda que la reputación es la opinión, acertada o no, que llegan a tener sobre ti otras personas, algo que vas construyendo a lo largo de la vida a través de las experiencias, decisiones y comportamientos éticos y morales que vayas demostrando con quienes te relacionas.
Muchas de las marcas empresariales más famosas e importantes están siempre muy vinculadas con la reputación de la marca personal de los emprendedores que las han creado. Para tener éxito en cualquier proyecto que inicies, será clave el desarrollar la tuya, ya que aquellos a los que te vas a dirigir y que determinarán la evolución de ese proyecto, solo lo apoyarán si lo relacionan con alguien en quien se puede confiar. Y esto depende y mucho de la reputación personal que llegues a tener.
La reputación es lo que te permitirá hacer crecer tu marca y te hará crecer a ti. Comprenderás con ello lo difícil que puede ser alcanzar tus objetivos si lo que transmites a través de tu marca personal es la imagen de una persona poco formal, sin criterio o sin ética. Una vez más…, recuerda que la reputación no deja de ser el resultado de una percepción en la mente de las personas con las que te relacionas; puedes ser alguien con elevadas capacidades y valores, pero si tu marca personal no los refleja correctamente, no tendrán un impacto positivo en esa percepción o incluso se te valorará de forma totalmente alejada de la realidad por un mal planteamiento de la estrategia de marca que pongas en marcha.
El impacto que consigas a través de la reputación de tu marca personal en un determinado grupo de interés o mercado en el que estás interesado, dependerá del grado de conocimiento que estos lleguen a alcanzar sobre la imagen y valores que transmites. Toda persona de éxito ha llegado a serlo porque ha invertido esfuerzos en desarrollar su marca personal y porque ha tenido claro desde el principio sus objetivos. Si decides empezar a construir la tuya, lo primero que necesitarás es tener muy claro qué es lo que pretendes alcanzar.
Y hay muchos objetivos a elegir en los que el tener una marca personal atractiva será determinante para alcanzarlos. Por ejemplo, si tu intención es crear una empresa, tu marca personal aportará confianza y lealtad a tus clientes, y es muy probable que otros posibles nuevos clientes potenciales les consulten a ellos sobre tus conocimientos, experiencia o forma de actuar; aspectos que obviamente están ligados con tu marca personal.
También podría ser que te decidas por tratar de ampliar tu círculo de relaciones y de amistades, conseguir socios o clientes para un proyecto, ganar visibilidad en redes sociales, un mayor reconocimiento en la empresa donde trabajas o que otra se interese por ti para una determinada posición. Cualquiera que sea el objetivo que te plantees, tu marca personal podrá ayudarte a conseguirlo.
Llegados a este punto, ¿cómo empezar a desarrollarla?.
Lo primero es entender en qué condiciones está tu marca personal hoy. Para eso podemos trabajar con un análisis DAFO que supongo conocerás o del que seguro habrás oido hablar. El Análisis DAFO es un método de autoconocimiento que nos permite describir nuestras Debilidades, Fortalezas, Amenazas y Oportunidades ante el objetivo que nos queramos plantear para saber que deberemos hacer para intentar alcanzarlo.
El Análisis DAFO es un método de autoconocimiento que nos permite describir nuestras Debilidades, Fortalezas, Amenazas y Oportunidades.
Son cuatro apartados en los que iremos describiendo todo lo se nos ocurra sobre cada uno de ellos, algo que nos ayudará después a entender con mayor claridad nuestra posición actual frente al reto que nos planteamos y su entorno. Nos aportará información importante para preparar nuestro plan estratégico y de acción. Cuanto más precisos seamos en este ejercicio, mejor será el análisis que podamos realizar con posterioridad.
El análisis DAFO personal es una herramienta con un proceso sencillo y práctico de autodescubrimiento, ideal para las personas que necesitan identificar con precisión de qué modo transcurren sus vidas y determinar qué acciones acometer y hacia donde hacerlo para poder mejorar y avanzar. Pero es un sistema que, si quieres que funcione, deberás afrontarlo con espíritu de autocrítica y de forma muy honesta, ya que es la única manera de llegar a conocer los aspectos internos de tu personalidad. No puedes engañarte a ti mismo en esto, ya que acabarías mostrando una imagen irreal que no te servirá para lo que pretendes conseguir.
Siguiendo el proceso DAFO vamos a determinar cuáles son las competencias que te diferencian y las que necesitas desarrollar. Por lógica, se requiere esto para poder actuar en tu desarrollo y mejora personal; saber en qué debes enfocar tus mayores esfuerzos. Defines una meta, identificas los recursos que necesitas para alcanzarla, indagas para saber con cuales de ellos ya cuentas y con cuales de ellos no, e inicias tu trabajo de capacitación para obtener o reforzar estos últimos.
Pero el proceso DAFO no se queda ahí, también sirve para reconocer el entorno en el que tendrás que moverte, ofreciendo una definición de factores externos que te afectan tanto en tus capacidades como en tu modo de actuar. Aquí es donde se describen las amenazas y las oportunidades; dos aspectos en los que no tenemos control para poder cambiarlos, ya que no dependen de nosotros. Reconocer ese entorno e identificar las dificultades a afrontar es lo que te ofrecerá pistas para establecer tu plan de acción y estar preparado para manejarlas.
El proceso es muy sencillo; empieza por dibujar un cuadro que a su vez dividirás en cuatro partes iguales. En el cuadrante superior izquierdo irás escribiendo tus fortalezas y en el superior derecho tus debilidades. Los dos cuadrantes inferiores son los que identifican al entorno; el izquierdo será para las oportunidades y el derecho para las amenazas. Puedes encontrar fácilmente plantillas DAFO en internet con las que practicar.
En el apartado de las FORTALEZAS nos centraremos en las competencias personales y profesionales en las que consideras que puedes destacar respecto a los demás o simplemente en las que tienes más habilidad. Incluye otras cosas que se te dan particularmente bien y que también podrían ayudarte a ser más competitivo. Si te cuesta identificarlas, prueba por hacerte preguntas como
Cuáles son las cosas que hago mejor.
De qué formación y conocimientos dispongo
Qué cosas me gusta hacer y me motivan.
En qué aspectos destaco frente a los demás.
En el apartado de las DEBILIDADES habrá que describir aquellas capacidades personales y profesionales en las que pensamos que estamos más flojos y en las que debemos mejorar. Nos basaremos en lo relacionado con nuestra formación y conocimientos, pero también con nuestra actitud, carácter, control emocional, comunicación, relaciones personales y con cualquier otro aspecto que pueda representar una limitación que debilite nuestras opciones. Algunas cuestiones que te podrías plantear son:
Qué cosas no se me dan bien o no me motivan
Qué defectos o hábitos pueden afectarme negativamente
Qué aspectos de mi personalidad pueden frenar mi desarrollo
En qué creo que debería mejorar.
Pasando a los cuadrantes que definen el entorno, empezamos por el de las AMENAZAS, donde vamos a describir qué factores pueden limitar tu desarrollo personal y profesional, así como los posibles cambios o situaciones de tu día a día que podrían poner en riesgo tu hacia los objetivos.
Como decía antes, las AMENAZAS son factores externos, por lo que las cosas que describamos en este cuadrante del DAFO tienen en común que no están bajo nuestro control, pero forman parte de tu realidad, aunque afectan a todas las personas o puede que te ocurran solo a ti de forma inesperada y frenar tu desarrollo; ya sea por un momento de crisis económica, perdida del empleo, enfermedad o cualquier otra cosa. Probablemente ninguna de ellas podrás evitarlas, pero sí anticiparte a sus consecuencias y tomar medidas con antelación para reducir su impacto en lo posible. Puedes trabajar este apartado haciéndote preguntas como…
Qué factores externos pueden frenarme en mis objetivos.
Cuál es la tendencia económica general y su previsible evolución.
Qué cambios en el entorno puede producirse a medio plazo que puedan afectarme.
Qué situación tengo con respecto a mis competidores.
Y finalmente, en el grupo de OPORTUNIDADES, señalaremos las principales opciones y situaciones que puedan representar una ayuda para poder avanzar y cuáles son las ventajas que nos aportarían para ello.
Las oportunidades se pueden entender como factores o situaciones personales de las que se obtendrá un beneficio si se trabaja sobre ella. Podemos determinar esas oportunidades cuestionándote cosas como…
Qué circunstancias de tu entorno podrían mejorar tu vida
Donde podrías aportar valor diferenciador con las fortalezas de que dispones.
Qué tendencias hay en el mercado objetivo al que te dirijes.
Qué aspectos de los que te definen son más demandados por ese mercado.
Mientras más información incluyas en los cuatro cuadrantes, mejor. Después tendrás que analizar toda esa información, de la que deberás una serie de conclusiones que te ayudarán a determinar hacia dónde y cómo dirigir tu plan estratégico y de acción.
Pero con el DAFO no acaba la cosa…, también tendrás que analizar a tu público objetivo y sus características antes de determinar el mensaje que quieres transmitir y el enfoque que utilizarás para hacerlo. También tendrás que establecer un procedimiento que te ayude a planificar el despliegue de esa estrategia y un modo de ir midiendo los resultados de lo que vayas haciendo, algo imprescindible para ir haciendo las correcciones que sean necesarias.
El modo en el que elabores esa estrategia y plan de acción se tendrá que apoyar en tres conceptos: la Misión, la Visión y los Valores de tu marca personal. Esto es más importante de lo que puedas pensar, ya que son la base que nos permitirá dar un sentido coherente al mensaje que transmita nuestra marca personal.
Por definir estos tres conceptos un poco…. Al igual que en el caso de la marca empresarial, en la marca personal la Misión es lo que define su actividad; qué es y qué hace.
Por otra parte, la Visión es la perspectiva de futuro de la propia empresa o persona; hacia donde se dirige, cuál es el objetivo final de su actividad y a dónde quiere llegar.
Y finalmente, los Valores se refieren al modo en el que ambos realizan su actividad; sobre qué principios éticos y profesionales se apoya para ofrecer lo que hace o el modo en el que interactúa entre las personas que estén de algún modo relacionadas con ese proceso, tanto las que pertenecen a la propia empresa o equipo, como las que están fuera de ella, como proveedores o clientes.
Por ir concluyendo…; el desarrollo de tu marca personal parte de tres preguntas esenciales que tienes que responder de forma clara y escueta antes de dar cualquier otro paso:
¿Qué hago?, ¿A dónde quiero llegar? y ¿Cómo lo hago?.
Por ejemplo, en mi caso particular…
¿Cuál es mi Misión o qué es lo que hago?.
Me dedico a “crear contenidos destinados al desarrollo personal y profesional para ayudar a las personas a mejorar”.
¿Cuál es mi Visión o dónde quiero llegar?.
Pretendo llegar a ser un buen referente para las personas que quieren reforzar sus capacidades y crecer profesionalmente.
¿Cuáles son mis Valores ó cómo lo actúo en lo que hago?.
Lo hago con humildad y honestidad, siempre con espíritu emprendedor y con ánimo de ayudar a los demás.
Una vez hemos trabajado nuestro DAFO, desarrollado nuestro plan estratégico y de acción a partir de sus conclusiones, analizado en profundidad nuestro mercado y público objetivos y definidas la Misión, La Visión y los Valores que queremos transmitir a través de nuestra marca personal, lo que tocará hacer es decidir cuál será nuestro posicionamiento en el ámbito, mercado o grupo social al que nos dirigimos, pero esto es algo que compartiré contigo en un próximo episodio, ya que debo acabar aquí.
Espero que te haya parecido interesante este contenido; si es así, no olvides darle al botoncito de suscripción para que no pierdas el próximo.
Te espero.
Miguel Á. Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Tener capacidad de oratoria y un buen dominio de la dialéctica y de la retórica para comunicar algo son habilidades que merece la pena desarrollar, ya que pueden ser clave para tu crecimiento personal y tu éxito profesional.
Con ellas podemos transmitir nuestros argumentos con fluidez y precisión. Y lo cierto es que, si consigues dominar estas habilidades, no solo crecerás como profesional, también ganarás el respeto y admiración de quienes te escuchen, ya que la verdad es que no son muchos los que se atreven a coger el micrófono delante de una audiencia para explicar con fluidez algo interesante y conseguir captar la atención, y eso siempre es valorado. La razón de que hayan pocos que se atrevan con esto es que el miedo al ridículo, a la crítica y a ser el centro de atención suele provocar un cierto rechazo en la mayoría de las personas. Sin embargo, se puede llegar a desarrollar nuestra capacidad de ser elocuentes en nuestro modo de comunicarnos y a controlar nuestras inseguridades siguiendo determinadas pautas que están sobradamente definidas desde hace mucho tiempo.
La elocuencia a la hora de expresarnos es la capacidad de transmitir con claridad lo que queremos decir y llegar a ser persuasivos ante los demás. Con ella puedes atraer el interés de otras personas en cualquier ámbito en el que te encuentres y ser capaz de convencer a muchos de lo que dices e incluso convertirte en alguien que puede inspirar a otros. Sin duda, es una potente herramienta de proyección personal, ya que el poder expresar con facilidad, rigor y claridad una argumentación, es lo que te acerca a la posibilidad de destacar e influir en el comportamiento o en la manera de pensar de quienes te escuchen.
La elocuencia a la hora de expresarnos es la capacidad de transmitir con claridad lo que queremos decir y llegar a ser persuasivos ante los demás.
Hay quienes demuestran tener mucha habilidad para hablar y ser el foco de atención durante una conversación con un grupo de familiares o conocidos; sin embargo, frente a un micrófono y un público que los mira con atención a la espera de que empiecen a explicarse, las cosas cambian; esa facilidad de palabra con la que siempre han contado tiende a convertirse en inseguridad en muchos casos, mientras que la claridad y la contundencia de ideas con las que habitualmente se expresan en un entorno más informal y relajado desaparece y surgen los nervios y las dificultades para expresarse de manera fluida y coherente. Es la reacción común al miedo escénico y a quedar en evidencia.
Sin duda, uno de los principales temores del orador suele ser que, en el momento de verse delante de docenas o centenares de miradas expectantes, la mente se le quede en blanco y de repente no recuerde nada de lo que quería decir, ni de lo que tanto había ensayado durante varios días o semanas.
Es bastante probable que en alguna ocasión te veas en la obligación de hacer ese ejercicio de oratoria frente a un grupo más o menos numeroso de personas, ya sea para una ponencia sobre un tema concreto, la presentación de un proyecto o incluso para presidir una junta de vecinos; hay muchas más situaciones de las que parece en las que te puede pasar, tanto en tu vida profesional como en la personal.
Sea en un caso o en otro, cuando nos vemos en esa necesidad, todos tratamos de prepararnos lo mejor posible. Lo primero que hace la mayoría es escribir sobre un papel lo que se pretende decir para repetirlo una y otra vez hasta que se les quede grabado en la memoria y después exponerlo casi de forma literal. La razón de hacer esto tiene más que ver con el miedo a fallar y hacer el ridículo que con aprovechar esa oportunidad para hacer algo destacable.
En mi caso y después de haber realizado un número considerable de presentaciones en público, he llegado a la conclusión de que hay que intentar relajarse un poco con esto y plantear las preparación de otra forma. Desde mi punto de vista, es mejor trabajarla sin empeñarse en aprender de memoria un diálogo que previamente se ha redactado sobre un papel. La experiencia demuestra que la mejor manera de evitar el riesgo de quedarse en blanco es asimilar el significado de lo que se quiere transmitir y no tanto el memorizar párrafos que en realidad nunca se podrán exponer literalmente, ya que siempre surgirá algo que lo impedirá y que podría hacer perder el hilo de lo que se está diciendo, además de poner al orador en un aprieto. Yo no creo en la presentación sin fallos imprevistos, para mi no existe esa posibilidad; siempre ocurre alguna cosa que, por pequeña que sea, nos complicará la situación.
Decía Dale Carnegie, un famoso escritor especializado en relaciones humanas y comunicación, que “siempre hay tres discursos por cada discurso que dar: el que practicaste, el que diste y el que te hubiese gustado dar”. Lo que quería decir con esto es que no hay un speech o una presentación que pueda ser perfecta; siempre habrá alguna cosa que saldrá de una manera distinta a la que habíamos pensado inicialmente y deberemos recurrir a la improvisación; así que el buscar la perfección absoluta a través de la memorización posiblemente será un esfuerzo inútil.
Siempre hay tres discursos por cada discurso que dar: el que practicaste, el que diste y el que te hubiese gustado dar.
Ten muy presente que se te ha dado la oportunidad de ser escuchado, de compartir ideas y valores, de transmitir conocimiento y de poder influir en los demás, por eso es más importante haber asimilado bien lo que vas a explicar y creer en ello que pretender relatarlo como si leyeras un libro y sin saber realmente el significado de buena parte de lo que afirmas, ya que además de no resultar natural, probable no conectes con el público y pierdas el privilegio que supone el que te dediquen su tiempo y atención.
En cualquier caso, muchos oradores no perciben el tener que hablar en público como un privilegio, sino como una prueba peligrosa y una preocupación, ya que siempre existe un riesgo de que, además de transmitir tus cualidades y conocimientos, también des a conocer tus defectos y limitaciones; y a nadie le gusta exponerse a una cosa así. Por eso hay que aprender técnicas de oratoria y aplicar ciertas pautas en tus presentaciones para que tu argumentos sean entendidos y aceptados.
No hay duda de que, para hacer una presentación exitosa, se debe tener un buen conocimiento del tema a tratar; es muy difícil resultar creíble si no tenemos mucha idea de lo que sale por nuestra boca. Pero aun teniendo ese conocimiento, eso no garantiza el buen resultado por sí solo. El ponente va a necesitar otras cosas para conseguir atraer el interés y lograr convencer. Será muy importante demostrar flexibilidad y capacidad de adaptación a las características de la audiencia a la que se dirige, además de desarrollar estrategias que le permitan transmitir agilidad y seguridad en el modo en el que lo hace, tanto vocalmente como expresivamente, ya que también la comunicación no verbal tiene su peso en este juego.
Una preparación adecuada en ese sentido va a depender de un conjunto de factores. El primero es, obviamente, el saber de qué se habla, pero también el entender las características del público al nos queremos dirigir, qué número de asistentes esperamos tener y qué pretendemos conseguir con lo que vamos a explicar, ¿se trata de informar, de convencer para que nos compren algo, de darles formación o simplemente de entretener?. Todo esto es necesario para determinar el modelo de presentación que llevaremos a cabo, ya que cada situación requiere un modo distinto de actuación. No es lo mismo improvisar un argumento sin preparación previa alguna, que memorizar un conjunto de ellos y exponerlos siguiendo un guion o simplemente leer frente a un micrófono un contenido previamente redactado. Cada uno de ellos puede tener sentido en función del contexto en el que se aplique, pero ese contexto hay que determinarlo.
Algo que también ayuda para la preparación y siempre que eso sea posible, es conocer el espacio donde tendrás que dirigirte al público y tener un contacto previo con él. Si no puedes desplazarte al lugar personalmente, trata de conseguir algunas fotografías en diferentes ángulos. Tal vez puedas pedirlas a la organización o buscarlas por internet. Esto es muy útil para tener una visión general del lugar que te ayude a proyectar mentalmente tus ensayos. Y ensayos frente al espejo, frente a una cámara o frente a un grupo pequeño de personas es aconsejable que hagas y muchos. De esta forma, cuando te pongas frente al micrófono te será más fácil acomodarte a la visión que tendrás, ya que no te resultará tan desconocida.
Recuerda que una correcta presentación debe contar con un contenido variado, pero bien estructurado siguiendo las pautas básicas de la retórica, para que el público no se pierda en palabrería inconexa que haga imposible seguirla y entenderla. La argumentación tiene que ser sólida y contrastada para que sea aceptada, pero también habrá que canalizarla correctamente para facilitar su comprensión y asimilación.
La retórica es una disciplina para construir oratorias con el propósito de persuadir sobre una opinión y orientar a los demás hacia una determinada manera de pensar y actuar frente a ellas. Cicerón fue un filósofo y orador romano considerado como uno de los grandes retóricos de Roma. Él decía que “la verdadera elocuencia en un discurso consiste en tratar las materias humildes con delicadeza, las cosas importantes con solemnidad y las cuestiones corrientes con sencillez.” Es buena idea el aplicar este enfoque en el modo en que prepares tus presentaciones.
La retórica es una disciplina para construir oratorias con el propósito de persuadir sobre una opinión y orientar a los demás.
No te compliques con frases de relleno sin valor en el discurso, ve al grano y céntrate en lo que realmente puede ser interesante; cuida la pronunciación y juega con el tono de la voz procurando no parecer plano, aplica energía a las explicaciones para enfatizar las cosas importantes o los silencios oportunos para generar momentos de mayor expectación. En otro episodio entraré más en detalle con este apartado.
Otra cuestión a tener en cuenta es que una presentación puede tener un enfoque formal o informal en función de cómo sea el público y de la interacción que se pretenda establecer con él durante la presentación. Es probable que en tus comienzos prefieras optar por un guion formal, más estructurado y rígido; sobre todo si se trata de exponer un tema que no dominas. Este es un modelo habitual para una sala con un público numeroso donde esa interacción se hace menos posible. La ventaja en este caso es que el orador no necesitará ser un gran experto en el tema a exponer, ni tener grandes dotes para involucrar a la gente y hacerla participar con sus aportaciones y opiniones; esto sería más típico en un enfoque informal, donde la improvisación es más habitual, pero para esto se requiere tener bastante habilidad para coordinar al mismo tiempo argumentos, público y tiempos; algo que nunca es fácil.
Ten también presente que no solo es necesario un buen contenido; el ponente tiene que transmitir motivación y entusiasmo en sus expresiones, no permanecer estático como una estatua; utilizar la expresividad de brazos, manos, rostro y voz. Tampoco es que tengas que ponerte a hacer aspavientos como si te hubiese dado un ataque, pero es mejor demostrar una cierta energía y pasión en el modo en el que transmites tu mensaje, ya que ayudará a que el público mantenga su atención; lo peor que hay en un orador es resultar soporífero, por muy interesante que sea el tema que aborda.
Todo ponente tiene el objetivo de que su oratoria sea percibida y entendida correctamente, que sea valorada de forma positiva, asimilada por el público y posteriormente utilizada, ya sea para compartir lo aprendido o para aplicarlo directamente. El conseguir esto requiere mucha práctica para ir adquiriendo soltura, pero aún llegando a dominar todo lo que he dicho anteriormente, recuerda que la práctica en sí misma no te permite corregir tus defectos, hay que prestar atención a nuestro modo de actuar y mantener un espíritu crítico sobre nosotros mismos para ir viendo donde podemos ir mejorando cosas. Fíjate en otros oradores y observa de qué modo se desenvuelven ellos; trata de detectar esos detalles que hacen de sus discursos algo interesante y cautivador; toma nota y ve construyendo tu propio estilo.
En definitiva, ya seas un maestro, un político, el directivo de una empresa o un vendedor, en algún momento tendrás que expresarte en público para transmitir una idea o información. En cualquiera de esas ocasiones se pondrá a prueba tu conocimiento sobre la materia, tu experiencia y tu capacidad de comunicación; pero también habrás de demostrar detalles personales de estilo que tendrán su relevancia en el nivel de aceptación de lo que digas. Al fin y al cabo, la capacidad de persuasión es algo que no está principalmente en la información, sino en el modo en que la transmitimos; de ahí que sea tan importante añadir a tus palabras su dosis de pasión, sensibilidad, empatía y entusiasmo.
Hasta aquí este episodio dedicado al arte y la técnica de hablar en público. Te propongo seguir hablado de esto en los próximos contenidos que compartiré contigo en La Guarida de Lycon. Profundizaremos más sobre cómo desarrollar tus habilidades para comunicar, persuadir, emocionar y convencer. No dudes en compartir cualquier sugerencia o comentarios que me puedan ayudar a mejorar mis contenidos y dale al botoncito de “seguir” para que no te pierdas el próximo.
Te espero. Hasta pronto!.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
El liderazgo es un asunto que va ganando importancia en el mundo laboral actual, por lo que siempre es interesante el conocer un poco en qué consiste, ya que nunca sabes en qué situación te podrías encontrar en el futuro. Puede que un día se te presente la oportunidad de acceder a un puesto de trabajo que te interesa y de repente te hagan alguna pregunta sobre este tema de cuya respuesta dependerán buena parte de tus posibilidades de ser el elegido. Así que, entremos en materia.
Para empezar, algo en lo que no hay duda es que ciertamente no es lo mismo dirigir que liderar; seguro que lo habrás oído por ahí. Eso de aplicar el ordeno y mando lo sabe hacer cualquier jefecillo al que le han dado autoridad sobre otros. Pero liderar es algo distinto; entre otras cosas, se trata de tener visión para inspirar a los demás, de saber ayudarlos a que den lo mejor de sí mismos y de lograr que se comprometan con pasión y motivación en los objetivos compartidos.
Aunque es cierto que no todo el mundo tiene esa capacidad, si alguna vez te han dicho que un líder nace y no se hace, el que te ha soltado esa estupidez o no tiene mucha idea de lo que habla o simplemente te ha engañado. Cualquier persona puede aprender a liderar si tiene claro en qué consiste realmente, si se prepara correctamente para ello y si aplica ciertas pautas que son invariables para asumir ese papel y que tienen bastante que ver con la actitud y el carácter, no con tus habilidades, conocimientos y experiencia, aunque todo ello sea de ayuda.
Aclaremos otra cosa en ese sentido…; el tener dotes de liderazgo no tiene por qué estar necesariamente vinculado con ser un gran profesional en una materia concreta, ni con tener buena oratoria para convencer de cualquier cosa al que se te ponga por delante. Nada de esto te garantiza el tener éxito al frente de un equipo si nos basamos en lo que realmente se busca para esa posición. Puedes ser el mejor mecánico de coches, un extraordinario cirujano o un ingeniero espacial en la NASA y ser incapaz de liderar eficazmente a otras personas, hacer que estas trabajen en equipo y conseguir que sean más productivas sin que pierdan la ilusión y motivación por hacerlo.
Tener dotes de liderazgo no tiene está necesariamente vinculado con ser un gran profesional en una materia concreta.
En el pasado, el concepto de liderazgo no se escuchaba como tal en las organizaciones, tal vez porque en su lugar se hablaba más bien de dotes de mando, que al fin y al cabo no deja de ser también la facultad de ejercer un liderazgo sobre otros para comprometerlos en el logro de los objetivos. Hoy el término “liderazgo” parece entenderse de una forma más amplia ,además de que el contar con esa habilidad se valora muy bien por las empresas, incluso en empleados que no están al frente equipos, por eso resulta un elemento diferenciador en el perfil profesional de cualquier candidato a un empleo.
Pero…, ¿cuál es la razón de que las organizaciones valoren tanto este aspecto?. Aquí entramos en valoraciones personales; desde mi punto de vista, la razón principal es porque las empresas lo tienen cada vez más difícil para abrirse paso en sus mercados, por lo que necesitan ser más eficientes y productivas para mantenerse competitivas. Puesto que la eficiencia y la productividad dependen mucho del nivel de motivación, compromiso y contribución de las personas que la integran, promover ese enfoque en la forma de funcionar de las personas y de los equipos de trabajo resulta fundamental; de ahí la importancia de promover los conceptos que definen el liderazgo a lo largo de la propia organización, como una manera de impulsar su rendimiento en todas las áreas.
Además de esto, hay otros aspectos coyunturales y sociales que entiendo deben tener su peso en todo esto. Tiempo atrás, la formación de muchas personas venía del aprendizaje a través de la práctica en empresas y de la mano de algún veterano en el puesto. Ahora la situación es algo diferente; tenemos un mercado laboral con muchos titulados universitarios, pero faltan profesionales de oficio. Si a eso le añadimos que el acceso al mercado laboral en personas de menos de 30 años se ha convertido en un auténtico desafío, es posible que quien se presente de candidato a un empleo, incluso para un puesto de poca entidad y con un salario ridículo, o tenga una formación académica mínima o presente un título de ingeniería, dos máster y tres idiomas, pero en ambos casos sin la más mínima experiencia laboral. Podemos imaginar la importancia de contar con personas que tengan dotes de liderazgo y sean capaces de contribuir con su actitud y su visión de las cosas a que unos y otros puedan desarrollar su potencial, además de mantenerse motivados y comprometidos por igual en la consecución de los objetivos.
No tengo duda de que la cuestión a resolver para lograrlo es el poder ayudar a que las personas se sientan mejor con lo que hacen y satisfechos con lo que aportan; y tengo claro que la función del líder es inspirarlos de manera individual y colectiva para mantener una actitud de colaboración, una visión de objetivos compartidos y una motivación alta frente a los objetivos de la empresa. Pero no vayamos a pensar que lo de la motivación es algo que se resuelve aplaudiendo y jaleando a las personas, como si fuésemos animadores de un equipo de fútbol.
La función del líder no es motivar, sino inspirar a los demás hacia una actitud de colaboración y una visión de trabajo en equipo.es inspirarlos de manera individual y colectiva para mantener una actitud de colaboración, una visión de objetivos compartidos y una motivación alta
Es que me resulta ridículo el enfoque que algunos le quieren dar a determinados aspectos sobre este tema. Por ejemplo, el rollito ese de la motivación de los miembros del equipo como una de las habilidades que supuestamente debe tener un líder, algo que desde mi punto de vista es una memez. Ningún buen líder tiene la capacidad real de motivar a otras personas a hacer, con gusto, lo que no saben o lo que no quieren hacer. Lo que sí puede ocurrir es que un mal líder sea capaz de desmotivar a cualquiera que ya esté haciendo bien su trabajo o que esté intentando hacerlo.
Así que borremos eso del manual, ya que partimos de un error si lo que esperamos de quien lidera es que se convierta en una especie de psicólogo para los miembros del equipo. La motivación es algo que cada individuo debe desarrollar por sí mismo; el líder lo que debe hacer es ayudarle a aprovechar su potencial, facilitarle el camino, aportarle consejo y evitar ser un estorbo.
Luego están los distintos tipos de liderazgo, que los hay, pero en general se podrían resumir en dos: el “transaccional” y el “transformacional”. Se supone que ambos pretenden trabajar desde la cultura de la empresa para mejorarla, pero es interesante saber en qué se diferencia el uno del otro para entender los distintos caminos que siguen las empresas en lo que se refiere a la dirección y coordinación de sus equipos de trabajo y los motivos que tiene cada una para ello.
El liderazgo transaccional es una forma de liderazgo que, en resumen, se basa en recompensar a los que hacen bien su trabajo y destacan por encima de los demás en su contribución a los objetivos de la empresa; un sistema de reconocimiento con el que se pretende motivar a otros a hagan lo mismo. En este caso el estilo de liderazgo es el típico gerencial de toda la vida, en el que las buenas relaciones entre las personas resultan un factor importante para el funcionamiento general, pero manteniendo el orden y la planificación de la estructura.
Es decir, el líder dice lo que hay que hacer y tú eres quien debe esforzarse para hacerlo muy bien si quieres verte incentivado. En este sistema se aplica la retroalimentación positiva y negativa, utilizando la recompensa cuando las cosas salen bien, e incluso la penalización cuando salen mal. Vamos que…, este tipo de liderazgo está plenamente orientado al cumplimiento y el logro de objetivos a través de la supervisión y la organización. El líder transaccional supervisa y organiza, tratando que el rendimiento sea óptimo y se alcancen los objetivos. ¿Te suena de algo?.
El liderazgo transaccional no es malo en sí mismo y puede ser interesante si mantienes un buen nivel de motivación personal, ya que te ofrece la posibilidad de obtener beneficios por tu esfuerzo y rendimiento personal e incluso crecer más rápido dentro de la empresa al dar mayor visibilidad a tu contribución. En algunos casos, como el de los equipos comerciales, suele funcionar bien este sistema, ya que los incentivos por resultados de ventas son una base importante de motivación, por no decir la principal. Sin embargo, en otras actividades profesionales no es muy efectivo ni tampoco aconsejable, ya que podría reducir el nivel de compromiso por el trabajo y el de motivación en el equipo.
El liderazgo transformacional me parece más interesante… Aquí el modelo trata de cambiar las cosas para mejorarlas. Se trabaja sobre la realidad colectiva del grupo, entendiendo sus expectativas, valores, ideales y motivaciones para impulsar una transformación positiva. Se trata de conseguir que cada integrante se comprometa y colabore con el resto, creando una dinámica conjunta que impulse la motivación individual y el trabajo en equipo.
El líder transformacional trata de conocer a las personas para intentar que saque lo mejor de sí mismos. Está interesado en que crezcan individualmente en torno a un objetivo común, estimulando su participación y compromiso, promoviendo la escucha activa y dando valor a lo que aporta cada persona y el conjunto del equipo a la organización.
Ambos modelos están presentes en el mundo empresarial; la aplicación de un modelo u otro dependerá de las necesidades de cada organización y de su propia cultura. Sea una u otra forma de liderazgo la que se te plantee en tu futuro laboral, si quieres desarrollar tus capacidades para liderar a otras personas, tendrás que empezar por conocerte bien a ti mismo, entender tu personalidad, tu forma de relacionarte y de interactuar con los demás, así como tu capacidad de influir en su comportamiento.
En esto de adquirir dotes de liderazgo hay que tener paciencia y ser disciplinado, ya que son habilidades que no se adquieren en unos meses de cursillo o en un par de años de experiencia, sino que se desarrolla a lo largo de la vida. Es un error el asumir una posición de liderazgo sin haber profundizado en el conocimiento de las fortalezas y debilidades de tu personalidad, ya que es la base para avanzar en tu desarrollo personal y en tu preparación para poder afrontar esa responsabilidad.
Y por descontado, el liderazgo no es una responsabilidad fácil de asumir. La mayoría de personas en realidad no están capacitadas para ejercer un rol que exige todas estas capacidades de las que he hablado antes, y alguna más. Hay mucha gente que ni por asomo quiere asumir competencias de liderazgo, mientras que hay quienes están deseando dirigir a otros sin haber entendido antes en qué consiste y la dimensión de esa responsabilidad. De estos últimos he conocido a unos cuantos; algunos de ellos han demostrado escasas capacidades pese a considerarse inicialmente más preparados que los demás y han resultado ser un auténtico suplicio. En todo caso, la verdad es que yo no creo que haya alguien que esté realmente preparado para esto, es más duro y complejo de lo que parece. Quienes han tenido que estar al frente de otras personas saben bien a qué me refiero.
Por ir resumiendo los puntos clave e ir cerrando este contenido… Las empresas buscan la forma de ser más eficientes, productivas y competitivas, por lo que necesitan una mayor eficiencia y rendimiento. Para que eso pueda suceder, las personas que forman parte de los equipos de trabajo necesitarán de un responsable que los lidere, no solo para decirles lo qué tienen que hacer y cuando deben hacerlo, también para ayudarles con visión y experiencia a mejorar cada día y a mantener un espíritu de colaboración, respeto y compromiso.
El rendimiento de un equipo no sólo dependerá de la motivación y capacidades de sus miembros, sino también de cómo se organiza para aprovechar mejor sus capacidades. El líder está para coordinar el trabajo y organizar el talento, pero también para identificar las habilidades de los miembros y potenciarlas, mejorar el nivel de competencia del equipo y contribuir a que cada persona se sienta más comprometida en ese objetivo, aportando lo mejor de sí misma para poder conseguirlo.
Ahora que ya te he explicado en el líneas generales de qué va esto del liderazgo, ¿crees realmente que el concepto sirve para algo o no?. ¿Hay alguien en tu entorno laboral en quien veas esas actitudes o lo que aprecias son justo las contrarias?. Prueba a prestar atención a ello y analizar qué tipo de liderazgo es el que están aplicando y piensa si es el mejor para el equipo. Es un buen ejercicio para ir asimilando conceptos. Cuando lo consigas y lo utilices en tus entrevistas de trabajo seguro que te ayudarña a destacar. Ya me contarás.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Buscar un empleo siempre es una labor complicada, sobre todo cuando se trata de la primera vez. Aunque da igual que acabes de salir de tus estudios o que cuentes con una larga experiencia laboral; sea cual sea tu situación, no será tarea sencilla y mucho menos en estos tiempos, por lo que tendrás que prepararte para hacerlo bien.
Si piensas en buscar tu primer empleo o simplemente encontrar otro mejor, tal vez te estés preguntado cual debe ser el primer paso. Sin duda, antes de presentarse a cualquier candidatura, lo primero que debes hacer es actualizar tu currículum personal de manera adecuada para que los reclutadores entiendan tu formación y experiencia. Pero también tendrás que poner en marcha otras acciones de las que te hablaré un poco a continuación.
En los tiempos en los que buscaba mis primeras oportunidades laborales, los aspirantes no teníamos muchas alternativas para encontrarlas, salvo el puerta a puerta, los anuncios enganchadas en los tableros de las oficinas de empleo o los publicados en últimas páginas del periódico dominical. Más allá de esto, lo que quedaba era la vinculación con algún conocido que te ayudara a entrar en una empresa o los golpes de suerte inesperados. Todo era distinto y bastante más limitado, porque tenías menos alternativas para acceder a la información sobre nuevas ofertas a menos que te patearas toda la región en busca de ellas o dedicaras horas a rebuscar en el listín telefónico para tratar de conseguir información haciendo llamadas en frío.
No digo que ahora las cosas sean más fáciles, pero al menos se tiene acceso a diferentes alternativas a través de Internet, con redes sociales como LinkedIn o a través de páginas web de empresas especializadas en la búsqueda de talento, donde de forma rápida puedes informarte de las oportunides laborales que más se adaptan a tu formación y experiencia, además de poder ponerte en contacto con ellos.
Posiblemente la red social más importantes en este ámbito es LinkedIn; una opción muy aconsejable para quienes buscan empleo ya que, gracias a la enorme cantidad de empresas conectadas, circulan por ella un gran número de ofertas de trabajo cada día. Es una alternativa muy a tener en cuenta en tu objetivo, ya que las empresas que buscan candidatos con perfiles concretos suelen utilizar también esta red para detectarlos e incluso contactar con ellos; por eso es muy importante el tener un perfil bien definido en LinkedIn.
Ten presente también que se trata de una red pensada para poder interactuar con otros miembros como parte de una comunidad global de profesionales en multiples áreas. Aprovecha esto para unirte a grupos que se alineen a tus intereses profesionales. Potencia tu presencia y gana en notoriedad compartiendo regularmente comentarios o incluso publicando artículos o contenidos que puedan ser de interés para otros. Si mantienes una presencia y actividad regulares, podras ir acumulando contactos valiosos con los que interactuar.
Aumenta tu presencia en redes sociales como LinkedIn y únete a grupos que estén alineados con tus intereses profesionales.
No dudes que los contratadores irán accediendo a tu perfil de LinkedIn; podrán llegar a él a través de palabras clave utilizadas por los motores de búsqueda. Para saber cuales son esas palabras clave, una alternativa puede ser el buscar varias descripciones de puestos de trabajo similares que te interesen y localizar en ellas las palabras más comunes utilizadas, las cuales podrás incorporar después en distintas secciones de tu propio perfil. Esto ayudará a que los sistemas de búsqueda a que puedan detectarlo y ser valorado por las empresas.
Por cierto, ya que te pones en esto, haz un revisión de tus hábitos en las redes sociales, ya que los reclutadores cada vez más hacen sus incursiones en las redes para analizar a un candidato. A veces lo que encuentran es de ayuda, pero otras veces pueden llegar a impactar negativamente en tus posibilidades de ser elegido. Tu marca personal debe estar libre de señales de alerta en el caso de ser aspirante en una oferta de empleo. Una de las maneras de evitar sorpresas es ajustar la configuración de seguridad para asegurarse de que tus cuentas privadas quedan inaccesibles a miradas inoportunas, sobre todo cuando estás en un proceso de búsqueda de empleo. Y no olvides configurar tu cuenta en las redes profesionales como LinkedIn para que te puedas anunciar como candidato abierto para los reclutadores.
Entrando ya en el detalle del currículum; cuando te pongas con él, recuerda la importancia de mantenerlo actualizado y optimizado constantemente, ya que se trata de tu marca personal. Si es tu primer trabajo lo que buscas y no cuentas todavía con experiencia laboral, puedes detallar tu formación académica y enumerar tus habilidades más destacables, ya que esto también puede ser valorado a la hora de seleccionar a un candidato.
Mantén permanentemente actualizado y optimizado tu currículum. Es tu marca personal.
No hace falta que insista demasiado en que la información que aportes en tu currículum deberá ser clara y concisa, y por supuesto sin faltas de ortografía; cuida mucho este detalle. Procura que esa información resuma correctamente tus áreas de especialización, de forma breve, suficientemente descriptiva y sobre todo honesta. No te pases añadiendo palabrería de relleno que no tiene interés, ya que quienes lo revisarán son expertos en separar el grano de la paja y en mirar entre líneas. Están preparados para detectar contradicciones y fantasmadas. Así que no te extiendas demasiado con información irrelevante; céntrate en exponer lo que realmente puede ser valioso desde un punto de vista profesional. Explica qué funciones has desempeñado en otros trabajos, tus logros personales o el periodo de tiempo que estuviste haciéndolo.
Intenta además que la fotografía que incluyas en tu currículum o en tu perfil en redes profesionales sea de calidad y adecuada a la imagen que pretendes dar, para hacerla más accesible a los reclutadotes cuando la examinen. Estás buscando un trabajo, no el crear un grupo de amigos para ir de copas o para jugar al padel.
En la descripción que hagas sobre ti mismo y más allá de la formación académica y de la experiencia acumulada, no olvides hacer mención sobre aspectos relacionados con cualquier otra capacidad personal que pueda ser relevante y llamar la atención de las empresas. De hecho, hay habilidades que son consideradas como transferibles y que debes incluir también en tu currículum; son aquellas cosas en las que destacas y que se pueden “trasferir” a distintos roles en una o en dintintas empresas. Por ejemplo, la capacidad de liderazgo, el trabajo en equipo, las dotes comunicativas, la resiliencia, la gestión del tiempo o la resolución de problemas. Se trata de habilidades no especializadas, pero de gran valor para las empresas. Piensa que cada día hay son más lA organizaciones que ponen estos conceptos en valor a la hora de decantarse por uno u otro candidato; a veces y dependiendo de las características del puesto, incluso por encima del nivel académico que se tenga.
En el caso de disponer de ella, una nota de recomendación aportada por un responsable de la empresa para la que trabajaste anteriormente también será útil. De hecho, hay estudios que indican que es 10 veces más probable que consigas un trabajo cuando tu solicitud va acompañada de una recomendación, ya sea de quien te contrató o de alguien con quien colaboraste en ese periodo, ya sea un cliente o un compañero de profesión. Por esto es tan interesante el convertirte en un networker activo.
Adjunta a tu currículum una nota de recomendación de un responsable anterior, un colaborador o un cliente.
Por otra parte, algo que normalmente no es conocido por quienes buscan un empleo es que las empresas de reclutamiento utilizan herramientas automatizadas para el seguimiento de candidatos. Estos sistemas se denominan ATS; sirven para filtrar la información y ayudan a establecer un cierto criterio de preselección entre ellos. Piensa que una oferta disponible en cualquier sitio web específico en el que vas a introducir tus datos personales y profesionales, utilizará estos sistemas para detectar aspectos relevantes que harán posicionar tu candidatura en un determinado lugar del embudo de personas que optan al puesto. Estas herramientas buscan palabras específicas para clasificar el talento, por lo que en tu descripión será importante que incorpores términos que sean clave en la industria a la que estás dirigiéndote para que sean captados y den mayor visibilidad a tu perfil.
Y no te quedes solo en el currículum, añade también una carta de presentación correctamente redactada. Esto puede ayudarte a destacar frente a otros candidatos. Se trata de una información complementaria, por lo que aquello que escribas en la carta, además de ser redactada con un lenguaje respetuoso, deberá guardar coherencia con lo que hayas escrito en él. Una carta de presentación resulta útil porque te ayudará a contextualizar tu perfil personal y profesional con el que busca la empresa que quiere contratar. Podrás explicar en su redacción el motivo por el que crees que puedes ser un buen candidato al puesto, haciendo hincapié en lo que puedes aportar de valor para ella.
Bueno…, ahora ya tienes el currículum actualizado y tu carta de presentación preparada, por lo que es el momento de comenzar a buscar oportunidades laborales y a presentarte a ellas. Pero antes de empezar a hacerlo, asegurate de conocer bien tus capacidades y trata de centrarte en las oportunidades de trabajo que realmente estén alineadas con ellas. No inviertas tiempo en posibles ofertas de trabajo que no se correspondan de forma razonable con tu perfil profesional. Piensa que el proceso de selección es frecuentemente largo y con diversas fases; intenta aspirar a aquellas con posibilidades de que puedas avanzar en ese proceso y rechaza las demás. Debes optimizar tu tiempo.
Piensa que la empresa siempre buscará personas con habilidades específicas para el puesto que ofrecen; de nada servirá que acredites una extensa e invatible formación académica si lo que sabes hacer no es lo que realmente necesitan las empresas. Los reclutadores quieren saber dónde has estado trabajando, qué has aprendido, cómo te has formado como profesional o cómo esperas llegar a hacerlo. Estudiarán tu currículum, pero también tu actitud, tu capacidad narrativa, tu modo de gesticular o tus reacciones a preguntas contradictorias. Todo esto los ayudará a comprender el valor de tu candidatura y eso ocurrirá incluso antes de que llegues a la primera entrevista.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
¿Cómo vas en lo del objetivo de mejorar tu vida y tus circunstancias?, ¿vas avanzando en ello o sigues con tu miedo a fracasar en el intento?.
Si te has parado aquí después de leer el título de este contenido, es probable que el motivo que te ha llevado a hacerlo sea que te inquieta alguna incertidumbre que se está dando en tu entorno personal, algo que percibes como un riesgo para tu estabilidad o para tus proyectos futuros. Si es así, bienvenido seas al club de afectados más grande del mundo, el de los que sufren el síndrome del miedo al cambio. Aunque la verdad es que esto no tiene nada de síndrome; es una simple reacción natural que conviene aprender a gestionar.
Ambas cuestiones, el cambio y la incertidumbre, están relacionadas entre sí. De alguna manera una es el resultado de la otra, independientemente del orden en el que pongas en la ecuación a estos dos factores, ya que el resultado siempre suele ser el mismo: el miedo.
Las personas tenemos miedo a lo que pone en riesgo nuestra seguridad, la de nuestra familia, la de nuestros hijos, la de nuestro trabajo…; como si la seguridad fuese un concepto perfectamente definido y delimitado…, como si lo único que pudiera llevarnos a la felicidad fuese el alcanzar una sensación total de seguridad.
¿Pero quién está realmente seguro en este mundo…?, en realidad, nadie lo está. Obsesionarse por buscar la estabilidad es probablemente una pérdida de tiempo y de energía. Intentamos contantemente alcanzarla reteniendo todo lo que de manera errónea hemos llegado a creer que nos garantiza el conseguirla, evitando cualquier riesgo de perder lo que entendemos que son los pilares donde descansa nuestra tranquilidad. Pero cuando afrontamos la incertidumbre del cambio desde esa perspectiva, sí que nos ponemos en verdadero riesgo; el de entrar en una espiral de preocupación, estrés y miedo, que es donde acaban atrapadas muchas personas convencidas de que el conseguir la estabilidad es lo único que las puede llevar a la felicidad, y no…, no lo es.
Si pretendes avanzar en tu desarrollo personal, debo decirte que vas a necesitar tener buena capacidad de adaptación al cambio y de superar el miedo a la incertidumbre éste lleva asociado. Tenemos la percepción de que los cambios son peligrosos, que conviene pecar de prudente y no moverte demasiado para no salirse del camino; que vivir en un entorno estable es lo aconsejable, y que todo se hace más fácil de esta manera. Pero esa visión es subjetiva, ya que se apoya en un decorado que no es real. Lo cierto es que, lo aceptes o no, ese decorado cambiará por mucho que pongas de tu parte para evitarlo.
Empieza a revisar tu perspectiva sobre ello y no te obsesiones en tratar de evitarlo, ya que el cambio forma parte de absolutamente todo. ¿O acaso no estás donde estás por el proceso de transformación que has vivido a lo largo de tu vida?. El cambio es siempre necesario, porque impulsa un proceso imprescindible para poder hacernos mejores. Si nos negáramos a él, aún estaríamos viviendo en cavernas y alimentándonos de raíces. La evolución no es más que el resultado de una necesida; la de ir transformando las cosas para mejorarlas. Por eso, el pretender vivir siempre en un entorno estable y supuestamente seguro es un error que impedirá tu crecimiento como persona y como profesional.
Seguro que estás leyendo esto porque sientes la inquietud y la necesidad de cambiar tu situación, pero también sientes el miedo por verte en la obligación de tener que hacerlo sin saber qué te vas a encontrar por el camino. Entiendo muy bien esa percepción, la he vivido personalmente y la he visto en personas de mi entorno. De hecho, no conozco a nadie que no sienta algún miedo a la incertidumbre. Tendemos a mostrar resistencia ante toda necesidad de afrontar algo que no conocemos y que nos saca de nuestra área de confort; eso se da mucho en el ámbito laboral, donde los cambios están a la orden del día y nos hacen sufrir el temor de fracasar, poniendo con ello en riesgo nuestra estabilidad.
Estas situaciones pueden bloquearte, algo que sucede como respuesta a lo que tu subconsciente entiende como una amenaza y una posibilidad de perder lo que has ido consiguiendo hasta ahora. La paradoja es que han sido este tipo de supuestas amenazas las que, lo largo de tu vida the han hecho aprender y avanzar. No eres un bicho raro, ni un cobarde por sentirte afectado por ello, ya que esto es algo que nos pasa a todos. Tu habilidad para gestionar esa reacción natural será lo que te permitirá superar los desafíos que se te presenten e ir superándolos.
Claro que…, dirás que el afrontar esos miedos no te garantiza el avanzar. De hecho, también podría ser que esas amenazas sean reales, no se superen y supongan un retroceso. El cambio puede tener una resultante negativa, por supuesto; las cosas pueden salir mal, ¿pero qué es la vida sino un ensayo de prueba y error?. La manera de encontrar solución a un problema requiere de ese ensayo. Estas son las reglas de juego, así que si quieres participar tendrás que adaptarte a las condiciones cambiantes de tu entorno profesional o personal. Esa capacidad de adaptación se llama resiliencia, algo que se aplica a las personas y a las organizaciones, las cuales también tienen que adaptarse constantemente para mantenerse competitivas; de ahí precisamente esos cambios constantes a los que te ves empujado a enfrentarte en tu trabajo.
De la misma manera que una estrategia de éxito, la cual aporta beneficios a una organización, un día deja de hacerlo y por ello tiene que desarrollar otra para seguir siendo competitiva, las personas también nos enfrentamos a situaciones similares en nuestro entorno profesional. No puedes pretender seguir haciendo siempre lo mismo y de la misma manera; te tienes que adaptar a las circunstancias para poder superar tus limitaciones y hacerte más valioso para los demás.
Ser resiliente es no dejar de buscar soluciones para afrontar los desafíos y superarlos satisfactoriamente.
Los retos que se te presenten lo harán de diversas maneras; ser resiliente es no dejar de buscar soluciones para afrontarlos y superarlos satisfactoriamente, aunque inicialmente nos parezcan muy difíciles. Es buscar nuevas oportunidades a pesar de la posibilidad de fracasar. No se avanza frenando constantemente las iniciativas; el asumir un cierto riesgo es inevitable para crecer profesionalmente.
El sentirse cómodo en tu trabajo y envuelto en certeza durante muchos años, es algo que te va apagando poco a poco y que acaba debilitándote. Eso sí que es peligroso, sobre todo en tiempos de cambio como los actuales; ya que, si debilitas tus capacidades, después resultará más difícil el poder adaptarse a las nuevas situaciones que vengan y a las que no tendrás más remedio que enfrentarte. Ser resiliente te permite mantener el enfoque en tus objetivos y no permitir que las preocupaciones sobre el futuro y los cambios repentinos que puedan llegar tomen el control de tu cabeza y de tu estado de ánimo. Céntrate en superar los problemas que tienes sobre la mesa hoy, lo que vengan mañana ya se verá cómo los afrontas.
Distánciate de los elementos tóxicos que te hacen perder tu energía; de la mala actitud y de la negatividad. Trata de mantener la calma cuando la situación aparenta ir mal o cuando hay demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo para ello. Esta es otra de las características que definen a las personas resilientes frente al cambio; en lugar de perder la compostura, aceptan el reto y no piensan demasiado en las consecuencias de no conseguirlo, salvo para poder predecir cómo manejarlas en el caso de que algo se complique. Has llegado aquí porque te muestras siempre dispuesto a luchar, afróntalo.
El cometer errores no es un fracaso, sino una oportunidad de mejorar y de seguir adelante.
¿Y qué pasa si fracaso nuevamente en el intento?, pues ahí tendrás que mantener una actitud positiva. Los fallos suceden por una importante razón; son necesarios para aprender. Incluso cuando estos fallos nos han afectado negativamente con alguna penalización en nuestros resultados o incluso con la pérdida de nuestro trabajo. Estas son lecciones que hay que aceptar y aprovechar para mejorar. Hay quien tarda más y quien tarda menos, lo importante es perseverar y no dejarse hundir por ello. Se aprende de las experiencias pasadas, tanto de las positivas como de las negativas. ¿Te imaginas que solo aprendiéramos de las positivas?. Si todo fuese fácil y seguro, o si el camino fuese siempre llano y sin obstáculos en los que poder tropezarnos, acabaríamos por perder la motivación por recorrerlo. Si intentas superar algo es porque ese algo te reta a hacerlo ofreciendo un riesgo. Si no hay riesgo no hay reto, y el cometer errores no es un fracaso, sino una oportunidad de mejorar y seguir adelante.
Pero somos humanos y no podemos dejar de sentirnos decepcionados cuando fallamos en el intento. De la decepción se sale manteniendo las cosas en perspectiva, analizando el motivo por el que las acciones salieron mal y tratando de sacar de la experiencia algo de provecho para el futuro, en lugar de compadecerse por el batacazo. De hecho, el tiempo nos demuestra que lo que pensábamos que eran verdades absolutas al final evolucionan y se transforman en otra cosa. Las creencias hay que relativizarlas y para ello necesitamos ser flexibles y capaces de adaptarnos a las circunstancias. ¿Dónde pretendes ir aferrándote a una idea o una visión fija de las cosas, si no hay prácticamente nada que sea permanente?, ni las montañas lo son.
Sólo siendo flexibles y viendo las cosas de una manera más abierta podremos resolver situaciones que han dejado de funcionar tan bien como lo hacían antes y que ahora se han convertido en una complicación para nosotros. Cuando el escenario cambia, la visión que tenías de él pierde su vigencia; por lo tanto, te aconsejo que olvides el modo de actuar de siempre y que te pongas a hacer uso de tu imaginación y creatividad para encontrar salidas. Eso sí…, sin dejarte llevar por el agobio y manteniendo la calma. Al fin y al cabo, todo pasa en esta vida… Lo que te está sucediéndote ahora y cómo te está afectando, sea lo que sea, también pasará…, tanto si son cosas buenas como si no lo son. Como te decía antes, hay que procurar relativizarlo todo un poco.
Llegados a este punto, ¿crees que lo que te estoy diciendo es simple palabrería?; ¿has probado alguna vez el ponerte delante de una cámara y explicarte a ti mismo aquellas cosas que intuyes o sabes perfectamente que no estás haciendo bien, pero que ni siquiera intentas arreglarlas?; prueba a hacerlo y después escúchate a ti mismo. Es todo un ejercicio que te hace entender un poco mejor las razones por las que puedes haberte interesado por este contenido. Al fin y al cabo, lo que digas en esa grabación será solo para ti, así que intenta hacerlo siendo totalmente honesto contigo mismo, ya que es una buena manera de aclarar lo que realmente te da miedo y el motivo de seas incapaz de abandonar esa zona de confort en la que crees estar tan cómodo y seguro.
No pienses únicamente en el riesgo al que puedes enfrentarte por no esconder la cabeza ante una situación de cambio que percibes como un riesgo; piensa también en los beneficios que puedes conseguir dándole una patada a esa zona de confort, planteándote metas ambiciosas pero realistas y tratando de encontrar la forma de llegar hasta ellas. No es necesario que te marques objetivos exagerados que seguramente serán inalcanzables, ni que pretendas solucionar tus problemas de la noche a la mañana; es suficiente con ir superando otros más modestos que te permitan ir dando pasos adelante para crecer en motivación y seguridad en ti mismo.
En definitiva, afronta los cambios con valentía y déjate de pamplinas, o acabarás por ver pasar tu vida sin pena ni gloria. La mayoría de las personas, tarde o temprano, se arrepienten de no haber reaccionado en su momento y de no haber intentado superarse; otro error… En la vida no hay un momento concreto para reaccionar, lo puedes y lo debes hacer en cualquier momento a lo largo de ella sin importar la edad. Así que, ya estás tardando.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Ser capaz de persuadir a los demás no es lo único que caracteriza a un buen vendedor, ni siquiera lo es su capacidad de hablar con mayor solvencia sobre un producto concreto. Mucho menos su insistencia y ya no digo su agresividad para conseguir convencer al cliente. Hay que entender que el proceso de venta se sostiene cuando existe una aportación de valor añadido; y esto, a menudo, va más allá del producto que ofrecemos. Un buen vendedor no puede serlo sin tener en cuenta esa idea central en el modo en el que desarrolla su labor frente a un cliente potencial.
Ese valor añadido puede venir en múltiples formas; ya sea aportando asesoramiento especializado, cuidando la gestión de venta y post venta, ofreciendo soporte aplicativo o simplemente estando accesible ante cualquier incidencia o necesidad que se produzca. Ten muy presente un dicho muy generalizado en esta profesión, pero que define muy bien lo que significa ser un “buen vendedor”: no se trata de ganar una venta, sino de ganar a un cliente… Y esto solo se consigue construyendo una relación de valor y confianza con él, ya que esa será la base de su fidelidad en el futuro.
Para ir avanzando en ese camino va a ser muy importante el modo en el que conectamos con el cliente, la forma en la que nos relacionamos con él, le transmitimos la información y sobre todo, la capacidad que tengamos de saber detectar y entender sus necesidades y expectativas. Tengamos en cuenta que, para cualquier cliente, la línea que separa la imagen de un profesional de la venta al cual merece la pena escuchar, de un charlatán poco fiable que solo busca colocarle un pedido, la determina en la mayoría de los casos el modo en el que nos comunicamos con él. Por eso la comunicación es una de las habilidades más importantes que debe desarrollar un profesional de la venta.
La clave es encontrar la vinculación entre las necesidades del cliente y tu propuesta de valor.
Una buena comunicación debe estar encaminada a establecer una vinculación entre las necesidades del cliente y nuestra propuesta. Pero eso no se puede establecer simplemente hablando de tu producto; antes hay que obtener información que permita determinar cuales son las necesidades a cubrir o el problema a resolver. De ahí lo de saber escuchar y plantear las preguntas correctas, antes de ofrecer soluciones o propuestas precipitadas que puedan resultar mal entendidas o inadecuadas.
La impaciencia puede generar también una cierta ansiedad argumental en el vendedor poco profesional y dar la impresión de agresividad. La ansiedad es mala compañera frente al cliente, porque suele empujarnos a dejar de lado la escucha activa y el interés sobre sus prioridades y necesidades para centrarnos únicamente en hablar de nuestro producto, priorizando por encima de cualquier otra cosa la idea de convencerlo cuanto antes de que acepte la propuesta. Este es un error típico, ya que el buen vendedor no es aquel que consigue convencer al cliente de que le compre a fuerza de insistir y presionar con argumentos comerciales, sino el que es capaz de conseguirlo generando una experiencia de compra satisfactoria para el cliente, porque de lo que se trata no es de que su compra se quede ahí, sino de que vuelva a comprar en el futuro. Una vez más, la clave para conseguirlo está en el valor que el cliente recibe, no solo el asociado al producto en sí, sino también a esa experiencia de compra que comentaba.
¿Pero cómo saber qué significa “valor añadido” para el cliente si no te comunicas correctamente con él para entender cuales son sus necesidades reales?. ¿Cómo obtener esa información que necesitas para ofrecerle una solución correcta si no estableces antes una comunicación abierta y de confianza con él?. El conentar con la visión del cliente es justo el primer objetivo en el camino del éxito en la venta, y el primer paso para alcanzarlo es siendo asertivo en la manera en que te comunicas, respetando los tiempos y la postura del cliente en todo momento, esperando el momento oportuno para transmitir tus argumentos de forma adecuada a sus expectativas.
La asertividad es una actitud que cualquier vendedor debe cultivar en el desarrollo de sus habilidades comunicativas. Mostrarse respetuoso con la forma de pensar de los demás es clave en cualquier diálogo. Por supuesto, también lo es en el que se establece entre el cliente y el vendedor. Cualquier persona merece ser tratada con respeto en la manera que le comunicamos nuestra visión sobre una cuestión concreta, incluso cuando sabemos que sus decisiones son erroneas desde nuestra perspectiva.
Precisamente el ser asertivo es una de las actitudes en la venta más importantes a desarrollar, pero requiere de mentalización y paciencia. Si no lo aplicamos en nuestra labor frente al cliente, podemos llegar a transmitir una imagen negativa de nosotros mismos y de lo que decimos, simplemente por cómo gesticulamos, por el tono que ponemos en lo que decimos o por cómo reaccionamos ante una respuesta de nuestro cliente que no es la que queremos escuchar.
Aprende a controlar tus impulsos y ansiedades, respeta las objeciones y transmite seguridad.
Ciertamente, las objeciones continuadas del cliente pueden llegar a generar frustración, afectar al tono de nuestras palabras y llevarnos a una insistencia en las argumentaciones comerciales que puede ser percibida incluso como impertinente por parte del cliente o como una falta de respeto a su opinión personal; esta es una de las razones por la que es tan importante el diálogo abierto, el preguntar y el dejar hablar al cliente para que exprese sus razones. El dejarnos llevar por las prisas y no respetar esto, puede ser fatal en la construcción de confianza, por lo que hay veces que es preferible retirarse respetuosamente y esperar una mejor ocasión para volver a intentarlo.
Ser asertivo supone el desarrollar la capacidad de controlar los impulsos y ansiedades que puedan aparecer durante la la labor comercial frente al cliente; no obstante, esa actitud no significa perder firmeza argumental en una negociación, sino ser capaz de transmitir con mayor claridad y seguridad los argumentos ante las objeciones del cliente, siempre con el objetivo de ayudarle a identificar la mejor solución a sus necesidades, resolviendo el problema y generando con ello un beneficio concreto para él. Ser asertivo en el modo en el que te comunicas te ayudará a conectar y a mejorar tu relación comercial con el cliente, además de transmitirle una imagen de seguridad y credibilidad profesional que, si no te ayuda a cerrar la venta en ese instante, puede que lo haga más adelante.
Pongamos un ejemplo…
Imaginemos que somos una empresa que recibe a un representante comercial de una marca de software líder en el mercado, la cual ha desarrollado una solución buena, pero muy cara. Este vendedor inicia su labor haciendo una presentación extensa sobre las características y funcionalidades del sistema que ofrece, sin embargo no ha mantenido una conversación previa suficientemente extensa y detallada para entender cuales son exactamente nuestras necesidades y prioridades. El liderazgo de su marca y el exceso de seguridad le hacen dar por sentado que su producto ofrece capacidades sobradas para cualquier cliente, y las prisas en cerrar una venta que considera casi segura le han llevado a centrar su argumentación en el producto, en sus prestaciones y es sus supuestas bondades. Por si fuese poco, su objetivo comercial, excesivamente ambicioso y poco realista, le hace proponer la configuración más completa y más cara del mismo sin haber tenido en cuenta qué funciones de las que se incluyen son realmente de utilidad para nosotros.
Si no nos ha preguntado y si no ha mostrado interés en escucharnos antes de empezar para obtener la información necesaria, ¿cómo va a saber qué es lo que nos puede interesar de su propuesta y con ello, cómo determinará cuales pueden ser las claves que nos hagan aceptarla?. Es más…, ¿qué idea podemos hacernos de ese vendedor y de la solución que nos ofrece?. Lo más probable es que percibamos en él muy poco interés real en ayudarnos, solo en convencernos de que hagamos la compra. Esto no generará confianza y sin ella es muy difícil que un cliente potencial muestre interés por continuar la conversación, mucho menos por acceder a comprar.
La cortesía y la empatía deben estar muy presentes en tu actitud como vendedor.
Esto no se queda ahí…, algunos malos vendedores, ante la falta de reacción positiva por parte del cliente, no solo no rectifican su manera de actuar en el proceso de venta, sino que llegan a mostrar su frustración con una cierta agresividad, incluso poniendo en duda la capacidad del cliente en identificar la solución que le conviene; algo que se puede llegar a entender como una falta de respeto; si llegamos a este punto, se acabó la conversación. La cortesía y la empatía deben estar siempre muy presentes en la actitud del vendedor.
En el arte de vender, los que tienen éxito no son los que hablan más y se muestran más simpáticos o lucen mejor sonrisa; o los que tiene una lista interminable de contactos e insisten en llamar o visitar constantemente al cliente; o los que, ante una negativa, persisten en retener la conversación y marearlo de forma cansina. Hay que evitar convertirse en una sujeto molesto, porque acabarán por no contestar a tus llamadas o a tus emails. Los vendedores de éxito son los que consiguen conectar con el cliente por medio de una comunicación sincera, los que preguntan y se interesan por sus necesidades y los que no tratan de convencerlo, sino de asesorarles para que sean ellos mismos los que encuentren las ventajas que les aporta la propuesta.
No debemos olvidar nunca que las ventas siempre se basan en saber descubrir las necesidades del cliente, las cuales no siempre están claras; hay veces que ni el propio cliente las sabe con exactitud. El buen vendedor debe tener la habilidad de detectarlas a través de una comunicación efectiva y, a partir de ahí, saber transmitirle las soluciones de manera clara, concisa y honesta.
Recuerda…, para esa comunicación efectiva, no olvides seguir las pautas que definen al vendedor asertivo; como la escucha activa, la empatía, el respeto ante las objeciones y la sinceridad. Eso no solo proyectará una imagen profesional de ti, sino que generará confianza. Esa comunicación tiene que ser, ante todo, concisa y fácil de entender. Hay vendedores que complican la argumentación introduciendo tecnicismos que no aportarán demasiado al interés del cliente. Hay que evitar convertir tu exposición en un tocho de palabrería excesivamente técnica y compleja, ya que en caso contrario contribuiremos a confundir al cliente haciendo que no pueda seguir el hilo conductor de lo que estamos explicando y pondremos en riesgo su nivel atención y comprensión. No nos vayamos por las ramas explicando las cosas, hay que intentar ser breve, aportando información de interés para el cliente y siguiendo un cierto orden para que se entienda el valor que aporta la propuesta.
Y por supuesto, hay que ser objetivos. Otra tendencia del mal vendedor es la de atribuir al producto que ofrece unas cualidades por encima de las reales o dar infomación confusa o incompleta sobre él. Esto es engañar al cliente y una venta con engaño tiene muy poco recorrido. Recordemos que se trata de conseguir a un cliente que nos siga comprando, no que nos compre una sola vez y se olvide de nosotros, y para ello necesitamos de su confianza. Procura repasar las argumentaciones de venta que utilizarás frente a tu cliente y contrastarlas debidamente para asegurar su veracidad.
Contrasta tus argumentos, cuida la comunicación no verbal y jamás olvides el entusiasmo.
Otro factor importante a tener en cuenta es la comunicación no verbal, ten presente que no hace falta abrir la boca para empezar a comunicar algo; la forma de vestirnos, una mirada o un simple gesto corporal pueden comunicar mucho más sobre nosotros de lo que parece. Hay quien no da importancia a este apartado, pero sí la tiene y mucha, ya que la primera impresión que transmitimos a un cliente objetivo lo hacemos con nuestra imagen personal; tanto la que da a entender nuestro aspecto, como la que se percibe de nuestra manera de mirar, gesticular o incluso de dar la mano. Todo ello tiene una influencia en el subconsciente del cliente y en la idea que éste se hace inicialmente sobre el carácter, la educación o el profesionalismo del vendedor. Esa primera impresión, aunque por sí misma no sea determinante, siempre será otra factor de relevancia en el éxito de la venta. Así que, cuida tu aspecto e higiene al máximo, utiliza un lenguaje cuidado, amable y respetuoso, evitando gestos corporales bruscos. Cuando hables a tu cliente, mírale a los ojos sin miedo, no desvíes la mirada, ya que es señal de falta de sinceridad; aunque no la mantegas excesivamente fija, ya que podrías dar la impresión de agresividad y eso tampoco conviene. Procura mantener un tono cortés, no eleves demasiado la voz, deja hablar al cliente y jamás lo interrumpas.
Y no dejes de hablar con una cierta energía y entusiasmo, ya que el tono de voz es importante para transmitir seguridad, convencimiento, credibilidad y confianza. Ten en cuenta que a la mayoría de las personas nos gusta percibir ese entusiasmo en los demás, ya que es una energía positiva y contagiosa que genera motivación. El hablar con un tono apagado y lento no es bueno en la forma de comunicarse con el cliente, se necesita de esa energía para activar el deseo de compra en el cliente. A veces no es suficiente con hacer una labor impecable de exposición comercial; hay que mantener un cierto ritmo en la conversación para acabar cerrando la venta de forma positiva.
Estos consejos sobre las habilidades comunicativas forman parte ineludible en la descripción del buen vendedor. El vendedor no nace con ellas, sino que las desarrolla con constancia y perseverancia a lo largo de tu vida profesional. Así que, esfuerzate en mejorar tus capacidades comunicativas y construye con ellas una imagen personal y profesional destacable; tendrás asegurada una parte importante de tu éxito como vendedor.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Hay quienes dedican mucho tiempo a intentar averiguar qué es lo que hace que las personas tengan éxito en su trayectoria profesional y entender el motivo por el que ellos no lo han conseguido. Están hartos de intentarlo, pero parece que se alejan cada vez más de ese objetivo. Si es ese tu caso, tal vez te interese lo que te voy a decir.
Se tiende a pensar que las personas de éxito lo son porque en la mayoría de los casos se han visto favorecidos por su entorno personal y económico, por una mejor educación recibida, por contar con un mayor nivel de inteligencia, porque se pasan el día trabajando sin descanso o incluso por tener suerte… No se puede negar que todo esto puede ayudar, pero en realidad ninguno de estos factores es en realidad una garantía para el éxito en lo que hacemos o deseamos conseguir, aunque parezca difícil de creer.
De hecho, el mundo está lleno de fracasados que se rompieron el lomo trabajando toda la vida, que acumularon un gran nivel de formación, que contaron con sobrados medios económicos o que aparentemente tuvieron todo a su alcance para poder conseguir lo que quisieran, pero que finalmente no llegaron ni de lejos a sus expectativas o metas. Entonces, ¿qué es lo que hace que las personas tengan éxito?.
Si le damos un par de vueltas al asunto podremos ver como hay una característica que sí está siempre presente en las personas de éxito y que con toda probabilidad es un factor clave en ello; esa característica es el entusiasmo. Probablemente no hay nada que sea más potente en la superación de las barreras para avanzar y crecer que sentir pasión por lo que haces, por querer aprender cosas útiles y por estar deseando tener la oportunidad de ponerlas en práctica. Estas personas ponen interés y energía en todo, se mantienen motivadas y disfrutan al hacerlo. Es como una forma de entender la vida; algo que se va cultivando con el tiempo y que suele dar resultados casi siempre, por no decir que es infalible.
Las personas que demuestran tener entusiasmo suelen preocuparse por el bienestar de la organización y de quienes forman parte de ella. Se comportan como si fuese su propia empresa y es que realmente la sienten así. Se muestran apasionados y deseosos de generar valor y de aportar un poco más cada día. Son personas que se comprometen y que demuestran constantemente que se puede confiar plenamente en ellas.
Si quieres avanzar y crecer en tu empresa, trata de hacer un buen trabajo todo el tiempo, sin importar si obtienes reconocimiento o no por ello. Intenta transmitir tanta pasión, energía y entusiasmo como te sea posible, verás como poco a poco algo empieza a cambiar. Piensa que el entusiasmo es contagioso y las personas nos sentimos atraídas por quienes lo transmiten, es inevitable.
Por descontado, todos pensamos que ese objetivo se hace mucho más fácil cuando tienes un trabajo divertido y ameno, que se disfruta desde el primer momento porque te aporta retos motivadores cada día o porque encaja con tus preferencias personales. No obstante, eso no suele suceder siempre; hay trabajos que difícilmente pueden ser agradables o divertidos, más bien todo lo contrario. Si estás leyendo esto es probable que te haya tocado a ti uno de ellos. Si es así, debes tener en cuenta que, para llegar al final del camino, primero tienes que recorrerlo y no siempre es agradable; hay tramos que son más duros e incómodos que otros, pero así son las reglas.
Por otra parte, ya sea un trabajo divertido o no el que tengas, el haberlo aceptado en su día fue una decisión personal tuya y solo tuya, nadie te obligaba a ello. Puesto que tomaste esa decisión y pese a que consideras que tu trabajo es una auténtico asco, seguro que entiendes que debes ser consecuente con ello y cumplir con tu compromiso, por lo que sería bueno que intentes encontrar la manera de ver su lado positivo y sobre todo de apreciar el valor de lo que aportas a otros con lo que haces en él, ya que si estás ahí es porque lo que haces es importante y necesario para alguien; no te quepa duda de que si no fuese así, no estarías ocupando ese puesto, ya que simplemente no existiría.
El darle valor a tu trabajo es el primer paso para sentirse satisfecho de tu aportación y para encontrar el camino del crecimiento profesional. Y si la tarea es monótona y no te motiva la rutina diaria de ese puesto, intenta una forma diferente de hacer las tareas que comporta y trata de ver cómo esa labor aporta un beneficio a los demás y les ayuda a que puedan realizar bien el suyo. Recuerda…, tu trabajo es importante y tu aportación también lo es, por eso hay que tratar de pensar cómo mejorarla pensando en formas nuevas y creativas de llevarlo a cabo, porque todo lo que consigas mejorar hará que mejores tú ante los demás y ante ti mismo.
Ya sé que eso no es fácil y que mantener el ánimo en algo que no te gusta ni te motiva es realmente duro, pero hay que pasar por ese trance. Todos queremos alcanzar nuestras metas lo antes posible, pero en esto hay que ir superando fases; si te muestras perseverante y confías en ti mismo al final todo llega. Piensa que, para avanzar en tu mejora personal y profesional, no solo hay que tener aspiraciones, también hay que actuar en lo que haces cada día, ya que es ahí donde tienes tu oportunidad; así que tira de innovación, asume riesgos con sentido común, aprovecha los éxitos que consigas y utiliza los fracasos para corregir y mejorar. Y sobre todo ríete de ti mismo y se humilde; no dejes que el éxito o el fracaso te condicionen, simplemente disfruta de lo que haces y aprende de todas estas experiencias.
Hay otras cosas que debemos hacer, como el transmitir una imagen positiva de nosotros mismos. Las personas con las que te relacionas deben confiar en ti, por lo que debes demostrarles que tienes iniciativa y que ofreces una imagen de seguridad y decisión ante los problemas, además de ser un compañero solidario, que ayuda a los demás compartiendo las experiencias y los conocimientos que has ido acumulando.
Esto es muy importante, ya que las personas generalmente se sienten atraídas como por un imán por quienes emiten energía positiva, mientras que tienden a alejarse de las que la absorben como una esponja. Tal vez esto ocurra por una reacción intuitiva que tenemos todos, pero lo que está claro es que el cultivar esa imagen y desarrollar una personalidad y un estilo que transmita con naturalidad esa energía llamará la atención a los demás incluso en lo más rutinario. Por lo tanto, si quieres mejorar en lo profesional, debes empezar por mejorar tu actitud personal, y con ello tu forma de comunicarte y de interactuar.
Y deja ya de compararte con los demás, hazlo contigo mismo y sé consciente de cómo vas avanzando. No esperes reconocimiento de otros, eso es como una droga para el ego de la cual mucha gente está enganchada. Hay personas que viven de eso; necesitan que los demás valoren de forma positiva y constante lo que hacen. Y si esa valoración no llega, se apagan, se hunden y se frustran; el caer en eso es lo que te hace fracasar. Una autoestima fuerte está bien si la construyes desde tu interior, no en la medida que los demás valoran lo que haces. Todo eso es una mentira de la que te tienes que proteger y alejar. Si los demás aplauden tu trabajo bien hecho, pues perfecto…, a nadie le amarga un dulce; pero la única valoración que vale la pena es la que haces tú de ti mismo, lo demás es irrelevante.
Recuerda que todo consiste en tener entusiasmo y mantener una actitud positiva. Solo puedes cambiar tu situación si cambias antes tu actitud mental. Si observas la actitud de las personas que logran éxitos en la vida, en la mayoría de los casos podrás comprobar que tienen un enfoque positivo de las cosas que viven en ella. Para crecer es esencial esa actitud, no solo por cómo te afecta a ti, sino por cómo influyes con ella en los demás y en cómo eso hace que interactúen después contigo.
Y no confundas la actitud con la aptitud. La energía que permite a alguien triunfar no está en la aptitud; no se consigue el éxito simplemente por ser un superdotado, tener tres carreras y hablar cinco idiomas; se alcanza el éxito gracias fundamentalmente a la actitud que tengas ante las circunstancias, ya que eso será lo que determina tu forma de actuar y es tu forma de actuar la que determinará tus posibilidades de superarlas.
Hay una cosa sencilla de entender sobre tu propia actitud y es que solo la decides tú. Hay quienes se hunden en los momentos y circunstancias difíciles, caen en la autocompasión y tratan de buscar alguna razón con la que justificar su fracaso. Después están los que, en lugar de hacer eso, deciden enfrentarse y actuar. No hay nada más tóxico para el ánimo personal que el rodearte de personas derrotadas y victimistas. Aléjate o levanta un muro que te proteja de ellas o te verás arrastrado a esa dinámica de destrucción.
La voz de tu conciencia debe resonar una y otra vez en tu cabeza diciéndote que no hay opción de compadecerse, de echar mano a victimismos y de sentirte incapaz de levantar el trasero del suelo. La compasión puede que sea una emoción noble en los seres humanos, pero la autocompasión es una enfermedad, un pensamiento envenenado que debilita las emociones, que te inutiliza y te bloquea. Si crees que estás en esa situación y no te ves capaz de cambiarla, por todo tu empeño en seguir intentando escapar de esa espiral. De ahí se puede salir, solo tienes que decidir cambiar de rumbo sin demora.
Y no te sientas culpable, que aquí no hay nadie perfecto. Si has cometido errores que te han llevado a esa zona oscura, piensa que a todos nos ha pasado. Cuando cometemos errores, la reacción instintiva es correr a escondernos, poner excusas o incluso mentir; que tire la primera piedra el que no lo haya hecho nunca.
No somos robots insensibles, somos seres humanos condicionados por las emociones y los miedos. Hay que acostumbrarse a afrontar los errores de cara y aprender de ellos. Uno se equivoca porque convive con las circunstancias del día a día y porque se aprende sobre la marcha, ya sea a ser padres, a ser compañeros o a ser simplemente personas. Y en ese aprendizaje los errores y fracasos son esenciales, ya que son la base de la experiencia para alcanzar el éxito futuro, no lo olvides nunca. Por esto no hay que culpar a nada ni a nadie de nuestros propios errores, sino que es mejor disculparse, reflexionar sobre el error cometido y preguntarte qué parte de todo lo que ha pasado puede servir para mejorar como persona y seguir avanzando.
Confía en que haciendo bien todo esto, tu recompensa llegará en forma de satisfacción personal por saber que estás dando lo mejor de ti mismo y también en forma de reconocimiento por parte de quienes te rodean en el día a día. Demostrar pasión y entusiasmo es un modo de inspirar y de contribuir a motivar y mejorar. Esto es algo muy poderoso en el objetivo de tener éxito en la vida, ya que son la base que da forma a tu capacidad de influencia y de liderazgo, aspectos que tanto las personas con las que nos relacionamos como las organizaciones saben apreciar.
En definitiva, si quieres tener éxito en tu vida profesional, hecha mano de tu entusiasmo, ponle interés y energía a todo, y disfruta del viaje. Si mantienes esto durante un tiempo, acabarás viendo los resultados y ya nada te detendrá hasta que alcances el objetivo.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Cuantas veces nos habremos preguntado cómo habrían sido las cosas si hubiésemos pensado bien nuestras decisiones antes de tomarlas. Si en lugar de dar pasos precipitados los hubiésemos meditado mil veces previamente. Las personas a menudo estamos demasiado obcecados en nuestras propios intereses, tanto es así que lo único que queremos hacer es ponerlos en práctica, incluso sin tener en cuenta cómo esas decisiones podrían afectar a los demás o a nosotros mismos. En este camino de crecimiento y mejora personal que quieres emprender, tendrás que tomar decisiones frente a las dificultades que se te presentarán y va a ser importante que te prepares bien y cambies algunas pautas de comportamiento.
Todos sabemos que con frecuencia algunas tomas de decisión, sobre todo las se han tomado de forma unilateral, son el origen de nuevos problemas que tal vez no afrontemos inmediatamente, pero que con bastante seguridad habremos de hacerlo en el futuro. Serán consecuencias de decisiones que se tomaron a toda prisa, sin ser estudiadas, analizadas, discutidas y contrastadas; basadas en unos supuestos inconsistentes que tenían más de sueño o de capricho que de sentido común. Pero tranquilo, que en esto no nos salvamos ninguno. Así somos las personas en general, ya que vamos aprendiendo a fuerza de equivocarnos una y otra vez, pero eso no significa que no podamos hacer algunas cosas para mejorar en este apartado.
Hay quien estará de acuerdo y quien no, pero lo cierto es que los problemas a los que cualquier persona se enfrenta en el presente casi siempre vienen determinados, en alguna forma, por algún error o serie de errores cometidos en el pasado. Y estos errores a menudo se relacionan con nuestra poca disposición a la paciencia. En estas cuestiones, las prisas nunca son buenas compañeras de viaje; de hecho, alguien comentó alguna vez que una de las grandes desventajas de hacer algo con demasiada prisa es que suele acabar también llevando demasiado tiempo, principalmente porque después tienes que dedicarte a reparar lo que se ha hecho mal. También un proverbio chino dice que el hombre corriente, cuando emprende algo, suele echarlo a perder por tener excesiva prisa por terminarlo. Seguro que la ansiedad por encontrar soluciones rápidas a los problemas tiene mucho que ver con la limitaciones que eso produce en nuestra capacidad para conseguirlas y con ello tendemos a parchear situaciones en lugar de a arreglarlas, dejando así las cosas sin ser resueltas de forma definitiva. No es de extrañar entonces que tarde o temprano nos volvamos a encontrar con los mismos problemas, posiblemente aún peor de como los dejamos.
La precipitación en la toma de decisiones es algo muy común en los mortales, ya que a nadie le gusta permanecer en una situación difícil e incómoda ni cinco minutos, ni tener que superar dificultades para conseguir algo que se desea; todos queremos pasar por encima de ellas lo antes posible, lo que nos genera una ansiedad e impaciencia que puede hacernos actuar de forma poco sensata. De hecho, una de las constantes que se producen en los momentos de dificultad o crisis personal es la tendencia a la precipitación, ya sea invirtiendo tiempo y dinero en ideas repentinas o haciendo sobresfuerzos, como si el trabajar más rápido y durante más horas nos pudiera sacar más rápidamente del barro.
Si te estás hundiendo en una ciénaga de lodo espeso, probablemente el chapotear con todas tus fuerzas para no hundirte sea una mala idea. Mejor es tratar de mantener la calma y moverse con cuidado en las situaciones arriesgadas, porque si no se meditan bien los pasos que vas a dar y no se dirigen los esfuerzos en la dirección correcta, lo que acabaremos consiguiendo será que cuanto mayor sea la energía que se aplique para resolver el problema, mayor será la resistencia que ese problema ejercerá contra ti y más complicada será su resolución definitiva. Hagámonos a la idea de que es inútil cualquier decisión que se tome o acción que se lleve a cabo si no se piensa bien y no se orienta adecuadamente. Por esto es tan importante el ejercicio de pensar muy bien las cosas antes de actuar, de tener claro cual es el origen del problema y determinar el factor que lo desencadena, porque es justo lo que se necesita para saber donde habrá que enfocar cualquier actuación o decisión.
En este sentido, estoy seguro que todos hemos caído más de una vez en esa trampa de la que deberíamos estar escarmentados, por lo que a esta alturas tendríamos que saber que el alcanzar una objetivo o resolver una situación difícil no está garantizado simplemente aplicando la ley del máximo esfuerzo en lo que tengamos que hacer. Quienes hacen esas cosas son los niños de corta edad, quienes no entienden lo de regular esfuerzos, sino que emplean durante una determinada etapa de su crecimiento una gran cantidad de energía no solo para su motricidad, sino también en labores que no tienen una finalidad concreta; simplemente aplican toda la intensidad posible en la ejecución de cada paso y en cada detalle de lo que hacen mientras les quede una caloría por quemar. El motivo de esto es porque para ellos lo más importante es el proceso y no el fin del mismo, justo lo contrario de lo que estamos hablando aquí. Para nosotros, sin duda, lo importante es el fin al que queremos llegar y para ello se necesita más cabeza que músculo, más planificación que fuerza. Es como cuando sales al monte con la bicicleta y después de varios kilómetros de ruta llana y cómoda te encuentras con una larga y empinada cuesta que pretendes subir al mismo ritmo que traías, sin valorar la pendiente ni tampoco tu capacidad de resistencia. Al final es muy probable que te quemes y tendrás que parar, eso si no llegas a lesionarte o te da antes una lipotimia que te deje para el arrastre.
De hecho, la vida cotidiana es en cierto modo como esa ruta en bicicleta; hay momentos en los que circulamos cómodos, avanzando con un ritmo razonable que podemos sobrellevar, incluso permitiéndonos disfrutar algo del paisaje. Pero de vez en cuando llegan repentinamente las subidas pronunciadas, a veces escondidas tras una curva, y es ahí donde tenemos que reaccionar correctamente y en segundos para poder afrontarlas sin que nos deje después agotados e incapacitados para continuar; ahí tenemos la clave. Y si no nos ha dado tiempo de analizar correctamente la ecuación antes de llegar a ese momento de dificultad, pues nos bajarnos de la bici y caminamos un rato; es mejor eso que correr un riesgo excesivo e innecesario. Ya habrán otros momentos mejores para dar un acelerón.
Pensemos que la vida nos pone contantemente a prueba y nos mantiene en un estado de tensión y presión permanente al que se van a añadir nuestras inseguridades, miedos o incluso momentos de pánico, los cuales podrían debilitarnos e incluso bloquearnos, pero en los que estamos igualmente obligados a tomar decisiones. Y ya sean estas decisiones grandes o pequeñas, todas van a ir encaminadas, de un modo u otro, a conseguir hacernos sentir mejor y más seguros; pero si convertimos este deseo en una obsesión, podríamos llegar a dejarnos arrastrar de tal forma que, ante cualquier problema, tendríamos la tentación de adoptar decisiones fáciles y cortoplacistas que nos aparten de él cuanto antes y así poder pasar página, pero sin resolverlo; algo que con el paso del tiempo se podría convertir en un boomerang que volverá para ponernos aún en mayores dificultades. Tengamos en cuenta que mientras más problemas a medio resolver vayamos dejando por el camino, peor futuro tendremos más adelante, porque nos los volveremos a encontrar nuevamente como un gran muro que seguramente ya no podremos sortear. A las personas nos cuesta entender que el motivo de estar hoy en una situación determinada de la que queremos salir no tiene porqué estar relacionado con una causa reciente, sino que puede venir como resultado de una situación anterior, incluso muy anterior, que no fue resuelta adecuadamente. Hay que cambiar de mentalidad y mantener otro tipo de actitud.
Las consecuencias de nuestras decisiones pasadas pueden manifestarse o influir de muchas formas en el futuro, por eso es tan importante tratar nuestros problemas de hoy desde una perspectiva más amplia que la de algo que simplemente nos llega sin más o nos viene impuesto por las circunstancias. Cuando se habla de cambiar de mentalidad, se trata en parte de entender nuestra realidad y de tenerla presente en nuestras decisiones, no de apartarnos de la parte de ella que nos incomoda, haciendo como si no existiera, dejando las dificultades y los obstáculos a un lado, sin enfrentarse y tratar de superarlos para seguir avanzando por el camino que nos lleva a nuestros objetivos. Ciertamente todos tenemos objetivos que de algún modo nos hemos marcado y sentimos instintivamente una especie de necesidad constante por querer alcanzarlos. Superar los problemas que nos vamos encontrando forma parte del juego; no sirve de nada ignorarlos salvo para convertirlos en un lastre cada vez más pesado.
Pero somos humanos, de esos seres que tropiezan dos o más veces en la misma piedra. Nos cuesta desprendernos de determinados vicios que cuelgan de nuestra personalidad, así que volverán a aparecer los miedos, las ansiedades y las prisas, por lo que una vez más tendremos la tentación de no meditar lo que vamos a hacer antes de fastidiarla. Y es que a esta sociedad de hoy no le gusta esperar a nada, todo se hace con la sensación de que el tiempo se acaba, de que nos pillará el tren, de que se nos pasará el arroz, sin entender que hay una verdad incuestionable que no podemos evitar: que las soluciones a los grandes problemas requieren de su tiempo. Esas soluciones a veces vienen de pequeñas acciones, de sencillos cambios en nuestro entorno; no existe la solución perfecta para nada, porque todo está sujeto y condicionado por muchas cosas.
Tal vez si fuésemos robots contaríamos con un sofisticado sistema de alerta que nos permitiera responder de forma automática y eficaz a cualquier situación que se produzca en nuestro entorno, pero no…, no somos robots; solo somos unos seres biológicos, enganchados a la endorfina, que actuamos más por reacción emocional que racional. Lo único que podemos hacer es conocer y tratar de gestionar nuestra forma de reaccionar, ya que el mecanismo del ser humano funciona de tal forma que nos resulta imposible mantenernos permanentemente alerta y ser capaces de percatarnos absolutamente de todo lo que sucede en nuestro alrededor para actuar de forma infalible, ya que eso probablemente nos volvería locos.
Nuestra tendencia natural es el reaccionar ante cualquier señal de peligro o necesidad casi de forma instintiva; a menudo sin paramos unos segundos a pensar cómo actuar; más bien reaccionamos de inmediato sin pensarlo lo suficiente y sin ser plenamente conscientes de las consecuencias de muchas cosas que hacemos o decimos. Estaría bien ser capaces de controlar todo eso, pero en la vida no podemos pretender analizar permanentemente y en profundidad hasta las problemáticas más simples del día a día, ya que para cuando hubiésemos llegado a una conclusión sobre la situación, ya nos habrían pasado por encima.
Está claro que es imposible tener control de todo y no equivocarnos en algunas cosas, pero podemos aplicar ciertas pautas que nos ayudarán a mejorar en ello. Ante todo, debes conocerte a ti mismo, ser consciente de tus emociones y de cómo estas condicionan tu actitud y forma de actuar frente a las condicionantes de tu entorno; eso sí…, me refiero a las condicionantes de hoy, no las que hubo en el pasado ni a las que supuestamente habrá en el futuro. El foco debes ponerlo en el presente, entender sus riesgos y ser consciente de tus posibilidades reales y de tus limitaciones. Intenta darte un margen de tiempo para tratar de ver las cosas desde diferentes perspectivas. En realidad, las decisiones no son correctas o incorrectas, solo son necesarias o irrelevantes, pero todas ellas son irrenunciables, porque la vida consiste en estar decidiendo constantemente, incluso a veces sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Unas decisiones que, en muchos casos, van a determinar nuestro futuro, pero que el no tomarlas nos impediría progresar positivamente hacia él.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
Todos queremos tener éxito y una vida satisfactoria, alcanzar un destino en el que nos sintamos bien con nosotros mismos y con lo que hemos conseguido.
Para llegar a esa situación ideal debes tener un plan de vida trazado. Necesitas saber hacia donde te diriges y qué metas te planteas. Si eres de los afortunados que lo saben, posiblemente ya hayas trazado ese plan y estés trabajando en ello. Si por el contrario no sabes hacia donde vas, es imposible que llegues a alguna parte y posiblemente acabes perdido.
Las personas que tienen éxito se diferencian de las que no lo tienen fundamentalmente porque saben hacia donde van, porque conocen qué camino deben tomar para llegar a sus metas y el motivo por el que han decidido recorrerlo y afrontar los obstáculos que se presenten.
Para poder saber cómo avanzar hacia el éxito en la vida es necesario el preguntarse antes qué significa eso. Sin embargo, hay quienes aún teniendo clara la respuesta a la pregunta, ni tan siquiera saben el destino al que quieren dirigirse porque no se han parado un momento a establecer su plan de vida y desconocen qué rumbo tomar.
Si este es tu caso, no hay por qué preocuparse ya que no hay nada excepcional en ello: a muchas personas les pasa… Se saben arrastrados por una corriente que no pueden dominar y finalmente se dejan llevar lo mejor que pueden por ella, renunciando a seguir luchando por sus sueños, ya que no saben como cambiar de rumbo, ni hacia donde dirigirse.
En las escuelas de primaria se les pregunta a los niños qué quieren ser de mayores, pero a menudo no se les explica lo que deben hacer para llegar a serlo. Esto deben ir descubriéndolo ellos mismos a través de la formación y experiencia que van adquiriendo, pero muchas veces su trayectoria o circunstancias particulares no les ayuda a avanzar en esa idea, sino que los acaba confundiendo a medida que van creciendo, llegando a una edad adulta sin haber resuelto la respuesta a la gran pregunta, con el riesgo añadido de derrochar tiempo y esfuerzo en una preparación que acabará llevándolos por un camino que no es el que en su día soñaron.
Es terrible el no saber qué queremos hacer en nuestra vida; te hace sentir mal, incompleto, perdido… La mayoría de las personas piensan que el momento de decidir su camino es cuando se es joven y tienes tiempo para tomar estas decisiones y luchar por conseguirlo. Si esto es así, entonces el no hacerlo cuando eres joven supone el riesgo de meterte rápidamente en los treinta y tantos pensando que has perdido tu tren y que ya no vas a poder alcanzar nada más allá de una vida que no te satisface y que te hará percibir que no has sabido aprovechar todos tus años de esfuerzo y que has desperdiciado tu tiempo.
Si no controlas eso, luego la cosa empeora cuando alcanzas la barrera de los cuarenta y empiezas a perder la motivación por seguir intentándolo; no te crees capaz de cambiar el sentido que toma tu vida y el sentimiento de inseguridad comienza a tomar el control. Ya no estás para aventuras, te dices, mientras aceptas que no te sientes preparado ni con ganas de luchar por mejorar, crees que ha llegado el momento de priorizar la estabilidad y la seguridad, de renunciar a sueños y ambiciones personales para ser más práctico y realista.
Te vas enfriando y cuando te has dado cuenta, has llegado a los cincuenta abandonando definitivamente cualquier deseo de esforzarte en conseguir algo mejor que lo que tienes, algo que se acerque mínimamente a lo que un día soñaste. Caes en la apatía y finalmente, casi sin darte cuenta, llegas a la edad cercana a la jubilación con una cierta o evidente percepción de fracaso; has acumulado experiencia y sabiduría suficiente para darte cuenta de los errores que cometiste a lo largo de todos estos años, de lo equivocado que estabas y de que ya es demasiado tarde para todo.
Si piensas esto, vuelves a equivocarte.
El error es que no hay realmente una edad para iniciar algo que quieras llevar a cabo. Lo único que hay es un lastre pesado, mezcla de frustración y desmotivación, que no te deja ver con claridad la realidad y que va aumentando de peso a medida que van pasando los años. Pero en realidad nada ha acabado del todo mientras estés vivo, por eso siempre hay que tener un plan vital, incluso cuando has finalizado tu etapa laboral y llegas a tu jubilación; de hecho, sobre todo entonces.
Si has llegado hasta este punto de mi relato, seguramente será porque de algún modo te identificas con lo que estoy diciendo. Si es así, piensa que lo tuyo no es una excepción. Mucha gente, sino la mayoría, nunca se ha parado a pensar seriamente en trazar su plan de desarrollo personal o un plan de vida. Esto es precisamente lo que las hace caer en lo que decía anteriormente; no saber qué quieres hacer y donde quieres llegar te consume. ¿Vas a consentir que eso pase contigo?.
Pues traza tu plan, busca tu propósito, define las metas…, hazlo en función de tus circunstancias personales, pero hazlo. Piensa donde quieres estar dentro de un año, de cinco o de 10; da igual la edad que tengas ni el momento en el que estés ahora, porque nadie sabe qué va a pasar en las próximas 10 horas. Ponte a trabajar en ese plan de forma inteligente y realista, pero no te pongas más límite que aquello que de verdad deseas conseguir.
Los planes deben incorporar metas a corto, medio y largo plazo. Y pueden ser metas diversas que se relacionan con los valores personales de cada uno. Muchas personas tienen cosas que les gustaría cambiar en sus vidas, iniciar otro rumbo y nuevas dinámicas que le alivien del estrés y le aporten bienestar. Y sí…, ya sé que es más fácil soñar estas cosas que hacerlas, pero al crear un plan de acción específico y seguirlo de forma constante, será mucho más fácil avanzar y las posibilidades de alcanzar el éxito serán mucho mayores. Contar con un plan te permite tener claros los pasos a realizar y corregir desviaciones en el camino. ¿Pero cómo debemos hacerlo?.
No hay fórmulas magistrales en esto, como en muchas otras cosas. Pero lo que es seguro es que lo primero que se debe hacer es concretar qué cosas son las que no funcionan bien en tu vida, porque cuando estás tratando de entender hacia donde ir para estar mejor, necesitarás saber antes qué se debe arreglar.
Empieza por ir enumerando todo aquello que percibas como algo negativo y evaluando cada factor desde diferentes áreas. Se puede plantear haciendo una lista escrita en una libreta, pero cubriendo los aspectos que son más importantes para ti, ya sea el trabajo, la familia, el bienestar, tu situación económica o tus relaciones personales. Piensa en ello en base al peso que tiene cada una sobre tu situación actual y determina cómo te están afectando realmente. Esto es necesario para tener claro lo que es realmente importante y lo que esperas conseguir.
Revisa en profundidad esa lista de cosas que crees que no están funcionando bien y plantéate cuales de ellas son las que te limitan o te absorben más energía. A menudo es importante parar un momento y mirar reflexivamente a nuestro entorno, ya que puede que aquello que pensábamos que nos afecta negativamente o nos bloquea, en realidad no sea la verdadera causa y resulte ser otra distinta mucho más cercana y más fácil de solucionar de lo que pensábamos. Te pondré un ejemplo.
Muchas veces dejamos pequeñas tareas por hacer y las dejamos para más adelante. Aunque no lo parezca, esto es un lastre que, de forma inconsciente, va consumiendo nuestra energía y nos crea estrés. No les damos importancia pero la tiene. Es aconsejable terminar estas tareas y quitarlas de tu subconsciente; verás que te sentirás mucho más aliviado para afrontar lo que te hayas propuesto. Ciertamente hay que priorizar, pero también se deben eliminar los pequeños obstáculos en el camino para poder dar pasos más grandes hacia las cosas que son realmente importantes para ti.
Establece actividades que te saquen de la rutina actual y que apoyen e impulsen el plan que decidas trazar. Por ejemplo, si deseas comenzar a hacer ejercicio con más frecuencia, incorpora esto como parte de tu agenda, ya que el establecer nuevas pautas en tu vida te ayudará a motivarte y a seguir adelante. Deja atrás el “debería hacer” y mete en tu cabeza el “lo estoy haciendo”, cambia tu escenario. Al final toda meta consiste en estar contento con el lugar en el que te encuentras en la vida y en este momento.
Piensa que las personas son prácticamente incapaces de sentirse totalmente satisfechos consigo mismos y con su situación personal actual, esto suele pasar casi siempre, incluso a aquellas personas que creen gozar de una vida equilibrada y exitosa. Los psicólogos dicen que esto se debe a que tendemos a llegar a situaciones concretas en la vida que supuestamente son ideales, pero que solo es al conseguirlas cuando nos damos cuenta de que carecen de significado para nosotros y de que no son lo que realmente deseamos o hemos soñado.
La verdad es que no hay ser humano que no tenga un deseo o un sueño. Y muchos de ellos posiblemente consideren que sus deseos y sueños son totalmente irreales e inalcanzables. Por lo tanto, la mayoría abandona cualquier intento de ir a por ellos por el miedo al fracaso o porque lo ven absolutamente fuera de su alcance. Pero seguro que entre ese sueño que está a años luz de nuestras posibilidades y nuestra situación actual, hay muchos otros que sí podemos alcanzar y que también nos harán felices. Solo hay que enumerarlos, establecer un orden de objetivos razonable y ponerse a trabajar.
Los sueños que se hacen realidad son los que pasas de tu cabeza a una hoja de papel. Tus ideas cobran vida cuando las transfieres de tu mente al mundo real, como un artista que pinta en un lienzo la imagen que solo él tiene en su imaginación. Y tu plan es como un lienzo en el que plasmas tus deseos personales; es un proyecto de vida el cual debe tener un seguimiento y también correcciones sobre la marcha. Son una sucesión de fases que debes ir superando y que debes ir revisando puntualmente para mantenerte en la dirección correcta a seguir a lo largo de los años.
No olvidemos que el plan de vida no es un guion infalible, también puede fracasar si no lo tomas en serio. En realidad ese plan es simplemente un compromiso que defines para ti mismo en base a lo que te gustaría ser o conseguir; es una promesa escrita en un papel en el que estableces las metas que deseas lograr.
Pero si solo se trata de concretar lo que uno tiene en mente ¿por qué es tan necesario escribirlo?. Pues simplemente porque tienes tantas cosas en la cabeza y suceden tantas cosas en el día a día que tenderás a olvidar lo que en su día planeaste y eso acabará sacándote de la ruta que marcaste, y eso hay que evitarlo.
Aristóteles decía que, para avanzar, lo primero que se necesita es tener un objetivo claro y definido al que dirigirse, además de contar con los recursos necesarios; sabiduría, dinero, herramientas y métodos. Después solo habrá que enfocar todos estos recursos para el logro de tus metas y aderezar todo eso con mucho trabajo. En este sentido, los mejores recursos con los que podrás contar para alcanzar el éxito con tu plan de vida serán, sin duda, tu esfuerzo y tu perseverancia. No lo dudes, empieza sin demora con ello.
Miguel Ángel Beltrán
DONATIVOS
Los contenidos de este Vlog son totalmente gratuitos, pero cualquier pequeña contribución de los seguidores será un valioso reconocimiento al trabajo realizado y una ayuda importante para su mantenimiento y mejora.
Tú decides el importe en el caso de que desees colaborar en ello. Gracias.
1,00 €
DESARROLLO PERSONAL y LIDERAZGO – Miguel A. Beltrán