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Cómo ser un referente a seguir en lugar de un jefe.

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¿Te estás preguntando qué debes hacer para poder influir en los demás y que se te valore en tu posición como responsable de otros?. Si es así, hoy te hablaré de lo que debes y no debes hacer para que las personas te consideren válido en ese papel..

Dicen que para conseguir que las personas que lideras crean en ti, te sigan en lo que haces y lleguen a motivarse en su trabajo, debes reunir una serie de facultades; la más importante es saber relacionarte con las personas, ya que la gente no valora y acepta del todo lo mucho que sabes y la experiencia que puedes aportarles hasta que son conscientes de que tu interés por ayudarles es real.

Se puede tener don de gentes y no ser un buen líder, pero no se puede ser un buen líder sin tener don de gentes. Esta es una de las principales razones por las que las empresas intentan encontrar perfiles que tengan la habilidad de saber trabajar y desarrollar relaciones con las personas cuando se trata de cubrir un puesto en el que, quien lo asuma, deberá enfrentar la responsabilidad de guiarlas.

Sí…, he dicho “guiar” y no “dirigir”. A menudo se tiende a confundir el significado de estos dos términos como si fuesen lo mismo, pero están más alejados entre sí de lo que muchos piensan.

A diferencia de lo que era común hace 40 ó 50 años, la idea que se tiene hoy del liderazgo en las empresas no es la de dirigir a las personas, sino la de guiarlas hacia su desarrollo individual y colectivo para que sean más eficientes, estén más motivadas y se sientan más satisfechas con lo que hacen.

Pero esto es algo que es difícil de entender para mentalidades ancladas en el viejo modelo; aquel en el que unos “dirigen” (los jefes) y otros (el resto) prácticamente se limitan a hacer lo que deben bajo la supervisión de los primeros.

Tal vez esa sea la razón por la que muchos responsables parecen priorizar antes el interés de proteger su imagen y posición en la organización que a hacer que las personas que están a su cargo hagan su trabajo cada vez mejor. Esto, además de desmotivar a las personas, es un freno para el desarrollo tanto individual como colectivo en los equipos.

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La innovación es lo que distingue al líder de los jefes.

Afortunadamente se está empezado a aceptar la necesidad de un cambio de enfoque y de replantear el significado que tiene eso de “estar al cargo de otras personas”. Muchas empresas están tratando de implementar ese criterio en el funcionamiento de su organigrama.

Ese criterio parte de la idea de que el liderar a otros no consiste simplemente en decir a los demás lo que tienen que hacer y de asegurar que lo hagan, sino que la responsabilidad de quien la asume es el tener cuidado de aquellos que están a su cargo para que sean estos los que lleguen a preocuparse por sí mismos y por su contribución a los objetivos que comparten con el resto.

La mayoría de las personas que son propuestas para asumir ese rol no suelen tener mucha idea de cómo hacer eso, y el problema es que las empresas tampoco saben cómo entrenarlas para poder hacerlo. Así que nunca resulta fácil para nadie el asumir responsabilidades de liderazgo y llegar a convertirse en un auténtico guía para su equipo. De hecho, hay quienes rechazan esa posición por no verse capacitados para asumirlo.

Por esa dificultad de las organizaciones para enseñar a los responsables a ser verdaderos lideres se tiende a que surjan en ellas más “jefes que dirigen” que “líderes que guían”. Y esto tiene una explicación.

Por lo general, lo normal es que internamente se promocione a las personas que demuestran ser más eficientes en sus tareas y aportan más valor a la organización. Tú entras en una empresa, te esfuerzas en el trabajo duro, en adquirir conocimientos y en mejorar tus habilidades para hacer mejor tu trabajo; al cabo de un tiempo, la empresa premia tu esfuerzo y eficiencia ascendiéndote en responsabilidades. De repente, has dejado de ser tú quien hace ese trabajo que tan bien dominas para ser quien estará al cargo de quienes lo harán en lugar tuyo a partir de ahora.

¿Y qué haces tú?; pues en lugar de centrarte en el desarrollo de las personas que forman tu equipo, les dices lo que tienen que hacer en todo momento, ya que sabes que eres el mejor en esa tarea en concreto y que por ese motivo estás al frente de todos ellos. Pero el caso es que, en este nuevo modelo, no se te pone ahí para eso; al menos no solo para eso…

De esa confusión es de donde empiezan las verdaderas dificultades para que tengas éxito en tu tarea como guía para los demás; tú sabes cómo hacer el trabajo productivo, pero no sabes cómo conseguir mejorar a los miembros de tu equipo; por lo tanto, lo que acabas haciendo es actuar como un jefe que simplemente dirige, creyendo que debes hacerlo así porque eres mejor que ellos en ese trabajo, algo que te ves en la necesidad de demostrar constantemente imponiendo la supuesta autoridad que te da el ser responsable.

En definitiva, no estás siendo el guía que la empresa necesita, porque no estás ayudando a que las personas a tu cargo se desarrollen y sean mejores, que se valgan por sí mismos y estén motivados; solo contribuyes a que se cumpla con el trabajo que tú hacías tan bien y por el que te promocionaron a ese puesto.

Pero no has llegado a ese puesto para realizar tú el trabajo; estás para ayudar a otros a que lo hagan, para reconocer sus éxitos cuando lo tienen y asumir todas las responsabilidades de su fracaso cuando se produce, y para desarrollar un propósito común como equipo por el que las personas se sientan identificados.

Hay quienes se dan cuenta de esto desde el primer momento y hay quienes tardan mucho en hacerlo o simplemente no lo consiguen nunca; lo cierto es que nadie está totalmente preparado para saber estar al cargo de otros desde el primer día y saber hacer de guía.

Algunos responsables disponen de un carácter que les permite avanzar más rápido en su aprendizaje y otros se ven incapaces de hacerlo; pero lo cierto es que cualquier persona puede llegar a ser un buen líder ya que se trata de una habilidad, y todas las habilidades pueden desarrollarse con entrenamiento y constancia.

En esa transición que debes completar tendrás que aprender a anticiparte a los conflictos, a mediar entre las personas, a promover en ellas un espíritu de colaboración alejando el temor de la culpa y sabiendo reconocer cuándo las decisiones son equivocadas y requieren cambiar de dirección. Trabaja para desarrollar un propósito en el que las personas se sientan identificados como equipo.

En algún modo, el rol de liderazgo de personas requiere asumir una cierta soledad. A menudo no tendrás a nadie que te asista y te aconseje; estarás tú al cargo y eso significa que serás el único responsable de la evolución del conjunto de tu equipo.

Una de las claves para afrontar ese reto será tu capacidad para ponerte en el lugar de los demás y tratar de entender sus percepciones y sentimientos. Como líderes, la empatía nos permite establecer conexiones emocionales con nuestro equipo, generando esa confianza que es tan necesaria y fomentando un ambiente de trabajo colaborativo.

Si un miembro de tu equipo está pasando por un momento difícil, tu labor no solo se limita a preguntarle cómo se siente, tienes que escuchar activamente sus preocupaciones y ofrecerle apoyo. La empatía nos permite comprender las necesidades individuales de nuestros colaboradores y es imprescindible para adaptar nuestro liderazgo y poder satisfacerlas lo mejor posible.

Para ello, uno de los riesgos en los que tienes que evitar caer es en la tentación de agarrarte a tus propias convicciones y creencias en lugar de adoptar una visión más amplia de las cosas, ya que solo abriendo los ojos y siendo más observadores se pueden descubrir nuevos caminos y soluciones para afrontar los desafíos.

De hecho, tener perspectiva es un aspecto crucial. Si quieres que las personas te reconozcan como un guía a quien escuchar y seguir, tendrás que ser capaz de ver las cosas desde múltiples ángulos. Esto implica considerar diferentes puntos de vista antes de tomar decisiones importantes.

Adoptando una perspectiva amplia, evitamos el sesgo y fomentamos la inclusión de diversas opiniones, lo que a su vez promueve la innovación y la resolución creativa de problemas en las personas. Así, tu labor se hace más inclusiva y equitativa, para que cada miembro del equipo se sienta valorado y representado.

Por insistir en la clave, tanto el ser empático como el tener una visión abierta de las cosas son actitudes fundamentales para un buen liderazgo. Eso nos permite ser auténticos, generar confianza y fomentar relaciones positivas y fuertes. También nos ayuda a estar preparados para enfrentar los desafíos de manera más asertiva y poder así aprovechar la diversidad de pensamiento para impulsar las capacidades y obtener la mejor disposición y contribución de cada uno.

Te animo a practicar estas habilidades. Recuerda que el liderazgo no es un don que se te ha dado de nacimiento; lo debes construir con la práctica y el compromiso constante. Gracias por acompañarme en este episodio sobre empatía y perspectiva como claves del liderazgo. Espero que hayan encontrado inspiración y consejos prácticos para aplicar en su vida profesional.

Nos vemos en el próximo episodio. ¡Hasta pronto!

Miguel Ángel Beltrán

Guiar con empatía: El poder del Liderazgo Amable.

Me gusta ser agradable con las personas. Siempre he pensado que el dirigirse de manera amable hacia alguien es una buena forma de iniciar cualquier conversación y provocar una buena sensación.

El transmitir cordialidad y confianza es algo que facilita mucho las relaciones, y hay quienes, con la simple expresión de su rostro, ya generan esa reacción inicial; aunque lo malo de eso es que podrían llegar a esconder detrás de ese rostro dulce el carácter de un impresentable o de un auténtico psicópata.

Sin embargo, hay otras personas que desean sinceramente construir buenas relaciones con la gente pero que les pasa como a mí; que les precede una especie de expresión natural en la cara como de limón agrio; y esto es algo que nos obliga a tener que compensar esa primera impresión con un esfuerzo adicional en la cortesía con la que iniciamos cualquier conversación, para que quien tenemos en frente no se asuste antes de tiempo. No se trata de la cara que ponemos, sino de la que nos ha tocado tener.

El problema de tener que esforzarse en no dar la impresión de ser alguien poco agradable cuando aún no has abierto la boca es que, a veces, de tantas prisas por querer evitarlo y forzar la imagen contraria, puedes pasarte de la raya y acabar pareciendo poco creíble o directamente un cínico, y provocar con ello el efecto contrario al que buscas. Parecer amable a otros no es lo mismo que serlo de verdad.

Para esto de la cordialidad hay un bonito proverbio judío que dice…

“Quien conversa con un rostro amable, llena de alegrías los corazones de los demás”

Cuando lo leí por primera vez creí haber perdido toda esperanza… Porque si eso es así, con esta cara que me acompaña, (que da la impresión de esté permanentemente cabreado con el mundo), no podré entonces llegar muy lejos en lo de cultivar amistades.

Ya sé que hay relajarse un poco y sonreír por la vida, a mí me lo han dicho muchas veces, pero el Joker también lo hace y no creo que la expresión sonriente que tiene ese personaje pueda llenar de alegría el corazón de Batman.

Con este dilema, tal vez sea buena idea acudir a los clásicos y ver qué decían sobre el tema…

Probemos con Platón, que fue un filósofo griego, maestro de Aristóteles y conocido por sus doctrinas sobre las relaciones humanas. ¿Os suena lo del “amor platónico”?.

Platón defendía la idea de que existen unos entes, que no son materiales, pero sí son universales, de los que deriva todo lo que sostiene a ser humano civilizado. Esos entes serían, por ejemplo, la justicia, la virtud o la bondad.

De ese pensamiento surgieron expresiones atribuidas a él como esta…

“Sé amable con todo el mundo, pues cada persona libra algún tipo de batalla”

Lo que quiere decir Platón con esto es que debemos tratar de afrontar con amabilidad las situaciones que nos vengan dadas por los demás. Ser compasivos con sus sentimientos de dolor, frustración, alegría o tristeza; ya que, si nos dejamos arrastrar por ellos, (es decir, si nos dejamos llevar simplemente por la primera impresión que nos dé esa persona y por su manera particular de plantearnos esos sentimientos), acabaremos por juzgar en lugar de por avanzar.

Ser amable y buena persona o tener capacidad de tolerancia y respeto, son actitudes que deberían estar por encima de cualquier otra consideración en nuestro día a día, sea en nuestra actividad profesional como en la personal, ya que viene a ser como el pegamento que mantiene unida la convivencia entre las personas.

Además, es que ser amables y cordiales nos ofrece una gran capacidad para poder influir positivamente en otros, ya que estas tienden a adquirir el mismo comportamiento cuando perciben esa cordialidad, y es de ahí de donde arrancan bien las buenas relaciones sociales y el trabajo en equipo para seguir adelante y alcanzar objetivos comunes.

Una regla esencial en el modo correcto de comportarse y de relacionarse con los demás es el tratar de que las personas que con las que interactúas se sientan importantes. La razón de ello es que el ser humano vive permanentemente con la necesidad natural de ser apreciado y valorado.

Esta regla sobre las relaciones humanas no es nueva. Si por ejemplo echas un vistazo a la Biblia, verás que estaba muy presente en las enseñanzas que impartió Jesús en Judea hace 2000 años, pero también en las de otros grandes filósofos a lo largo de la historia; porque ser amable y cordial, o mostrar respeto hacia los demás, es un pilar de la convivencia en cualquier entorno social. Por esto es tan importante en el liderazgo de los equipos de trabajo y en el conjunto de las organizaciones.

Y es que todos queremos que se nos trate con amabilidad; que se nos respete, se nos apruebe y como no, que se nos reconozca por lo que hacemos y lo que aportamos.

Queremos sentir que somos también importantes y que se tiene aprecio sincero por nosotros. Todos esperamos recibir esa calidez y buenos elogios en el trato con otras personas, porque nos cargan de ánimo y nos hacen sentir bien y motivados. Y la manera de obtener todo eso de los demás también para ti, es más sencilla de lo que pueda parecer, ya que consiste simplemente en ofrecerles lo mismo a ellos con generosidad, pero sin adulación.

De hecho, parece ser que ser amables resulta beneficioso para la salud, según un reciente estudio presentado por la Universidad de Estudios Sociales de Varsovia, el cual determina que los pequeños actos, como sonreír, un saludo cariñoso o hablar bien de alguien causan un bienestar evidente a quienes lo hacen con frecuencia.

Además, es que no cuesta nada hacerlos, se trata de algo sin coste; un simple gesto como dar un cordial buenos días; mantener una conversación relajada con alguien; invitar a un café o preguntar por la situación de algún compañero, no representa un esfuerzo y merece la pena acostumbrarse a hacer ese ejercicio constantemente.

Por el contrario, y según ese mismo estudio, el andar haciendo justo lo contrario; es decir, siendo deshonestos, criticones o impertinentes, podrían tener un efecto negativo en la salud. Supongo que de ahí vienen expresiones como “tener mala baba”.

De impertinentes parece estar el mundo lleno y eso no es bueno. La impertinencia no es una virtud, sino un defecto en la forma de comunicarnos que además parece extenderse como un virus en nuestra sociedad actual. Hay una tendencia a que los comentarios irrespetuosos hechos con intención de anular a una persona o de alimentar un conflicto se hagan cada vez más habituales con la excusa de una supuesta honestidad, sobre todo en el entorno de trabajo; donde a veces estas situaciones degeneran empujadas por intereses o circunstancias.

Los impertinentes metepatas son esos que, con el argumento de mantener por norma una estricta sinceridad en sus comentarios y valoraciones, se escudan en este razonamiento para justificar la crítica gratuita o los comentarios crueles hacia otros, sin importar el daño que puedan causar con ello. Nada de medir las palabras; mi verdad la pondré por delante siempre. Qué fácil es llegar a ser un cretino…

Comunicarnos con otros requiere tacto y sensibilidad. El mostrar lo que uno piensa de manera espontánea e impulsiva, sin aplicar ningún filtro, puede ser imprudente si lo que se pretende es mantener una conversación amigable o productiva.

El expresarse en un momento determinado sobre cualquier tema de conversación siempre hay que hacerlo con confianza, pero sin ofender. Ser alguien con quien merece la pena dialogar, trabajar en equipo o construir una relación de amistad requiere respetar unas reglas, además de aplicar ciertas habilidades con el objetivo de que la persona con la que se habla se sienta bien contigo.

Esas reglas y habilidades son, por ejemplo, la autenticidad, la coherencia o la transparencia; pero también la aceptación y la tolerancia; ya que la persona a quien nos dirigimos no tiene por qué pensar de la misma forma que nosotros, algo que parece que le cuesta entender a mucha gente.

Acepta a los demás tal como son; cada persona tiene su historia, sus capacidades, cualidades, defectos y circunstancias. Platón ya lo decía con aquello de “…cada persona libra algún tipo de batalla”

Intenta conocer a los demás y entender sus inquietudes y formas de pensar. Trata de aplicar la empatía, poniéndote siempre en su lugar para comprender sus puntos de vista y comportamiento. No se trata de que te conviertas en un psicoanalista, pero darle un par de vueltas a las cosas antes de juzgarlas puede ser un buen ejercicio para no meterte en problemas.

Al final, el que seamos percibidos como “gente cordial y amable”; como alguien en quien confiar y a quien seguir por las personas con las que nos relacionamos, va a depender entre otras cosas de nuestra capacidad para no agredir su forma de pensar, de opinar o de actuar; ni por supuesto ofender a su autoestima y dignidad.

Y no tengas prisa para agradar. Si de entrada tienes habitualmente una expresión de limón agrio en esa cara, como me pasa a mí, ve poco a poco dándote a conocer, cultiva la confianza en tu buen carácter; sé siempre sincero, pero teniendo tacto con los sentimientos de los demás; y muestra autenticidad cada día en lo que dices y haces. Se trata de un esfuerzo que requiere constancia, pero que merece la pena.

Aquí finaliza este nuevo episodio de La Guarida de Lycon. Espero que te ha parecido de interés. Si es así, te propongo que te suscribas a este canal para que no te pierdas el siguiente episodio en el que seguiré compartiendo consejos para ayudarte en tu desarrollo personal y profesional.

Te espero

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

Exigir el respeto de Capone y ejercer la crítica de Calígula

Al Capone dijo algo así una vez :

“He dedicado buena parte de mi tiempo a dar a los demás una vida placentera de agradables momentos y todo lo que recibo son insultos; soy un hombre perseguido por la incompresión y la injusticia”.

Este peligroso gangster, considerado a primeros del siglo XX como el enemigo público número uno en EEUU, hizo un auténtico negocio con el contrabando en el Chicago de los años 20 durante la ley seca, utilizando medios violentos bajo el amparo de la corrupción política y policial de la ciudad.

Ganaba el respeto de los demás a través del miedo;  mientres disfrutaba con el reconocimiento y los aplausos de los que le rodeaban, en parte provocados por su falsa imagen de benefactor público, ya que solía hacer donaciones a organizaciones benéficas con el fin de cubrir sus actividades criminales con una espesa capa de azúcar glasé. La realidad es que ejercía el crimen organizado, y la orden de palizas y asesinatos de oponentes llegó a ser algo habitual, mientras parte de la población lo veía incomprensiblemente como un referente preocupado por el bienestar ciudadano.

En la antigüedad, el imperio romano también se consideraba por muchos como el pilar moral y cultural del mundo conocido hasta entonces; una luz que iluminaba a los pueblos, los cuales iba conquistando por medio de la masacre primero y de la reconstrucción después, para la que imponía un control dictatorial liderado a veces por auténticos déspotas que manejaban aquel inmenso poder con mano de hierro y gran crueldad.

Un ejemplo de esos déspotas fue el emperador Calígula, quien ha sido descrito a lo largo del tiempo como un psicópata narcisista. Como buen dictador egocéntrico, gustaba de ser alabado por su pueblo como un dios; así se mostraba él y como tal era considerado, gustase o no..

Según las crónicas, Calígula sufría grandes problemas de insomnio, por los que a duras penas era capaz de dormir más de dos horas en noches interminables. Pero eso no le impedía disfrutar de sus famosas fiestas y orgías, en las que desplegaba unos niveles de perversión que fueron también descritos posteriormente por las narrativas históricas.

De hecho, a raíz de aquellos excesos, Calígula cayó en la enfermedad y pasó un largo tiempo postrado, algo que casi le cuesta la vida. Sus incondicionales rezaron diariamente por su salvación, ofreciendo todo tipo de ofrendas y promesas a los dioses por la salvación de su emperador.

Finalmente consiguió recuperarse y esquivar a la muerte; un trance que, lejos de hacerlo reflexionar sobre su vida desenfrenada, deformó aún más su carácter hasta el punto de que, cuando se recuperó, una de las primeras decisiones que tomó fue la de ejecutar a quienes habían ofrecido sus vidas a los dioses si el emperador recobraba la salud; y es que, por lo visto, había que asegurar que se pagaba la promesa, no fuese a ser que los dioses se ofendieran y cambiaran de opinión.

Otra bonita costumbre de este gran hombre era el deleitarse con la tortura y la ejecución de los que llegaba a percibir que no eran de fiar o de quienes interpretaba que no demostraban un respeto absoluto a su incuestionable forma de gobernar; así que los quitaba de en medio de manera preventiva por el bien de Roma; no era algo personal…

Al final, después de una trayectoria repleta de abusos y barbaridades, una conspiración de senadores y pretorianos lo dejó como un colador a puñaladas en un momento en el que su despiadada tiranía era ya insostenible. Eso sí…, al igual que Al Capone, Calígula siempre tuvo su conciencia tranquila, porque él entendía que su manera de actuar era la correcta respecto de sus superiores valores morales, por lo que cualquier intento de cuestionarlos era necesariamente un acto propio de traidores que había que eliminar.

Podría seguir hablando de muchos otros ejemplos sobre líderes o personajes inefables cuya manera de ganarse el respeto de las personas les llevó a comportamientos extremos; de esos que, ante cualquier oposición o crítica, no tienen ningún problema para perseguir, castigar o incluso asesinar a alguien simplemente por su manera de pensar; sobre todo si no se alinea con sus intereses, valores o creencias personales, las cuales siempre están por encima de los intereses, valores o creencias de los demás; por lo tanto, son capaces de exponer, hacia sí mismos y hacia los demás, un amplio rosario de justificaciones sobre su razonada y acertada decisión.

Han pasado siglos y esos comportamientos siniestros aún provocan escalofríos; pero siguen siendo tan humanos como tú o como yo.

En realidad, aunque esos personajes parezcan muy alejados de nosotros, la utilización de determinados razonamientos falaces para justificar nuestra manera de actuar con los demás está muy presente en todas partes y en todos los niveles sociales.

Estas cosas se pueden dar en muchos escenarios. Por supuesto, también se da en nuestro entorno laboral por parte de personas que creen tener derecho a ello simplemente por mantener una determinada posición en el organigrama de la organización, lo que supuestamente les otorga el derecho a que sus razones deban ser respetadas por el resto casi sin objeción alguna, bajo riesgo de ser penalizados o despedidos.

Después de muchos años observando estas cosas, me he dado cuenta de que la gente siempre exige respeto hacia sí, pero pocos son capaces de valorar con honestidad si ejercen ese mismo respeto hacia los demás. Además, da la sensación de que esa actitud tiende a generalizarse cada vez más.

En realidad, ese respeto que tanto exigimos solo puede ganarse (o perderse) a través de nuestro comportamiento. Por descontado, el respeto no se gana a través del ejercicio de la simple crítica hacia el comportamiento de otros; ni mucho menos escondiendo nuestros propios errores o negando nuestras áreas de mejora con un montón de justificaciones.

Si fuésemos capaces de ser honestos con nosotros mismos, nos daríamos cuenta de que andar juzgando siempre a los demás sin mirarnos antes al espejo es un esfuerzo inútil y muy arriesgado.

Hay que tener cuidado con no pasarse de la raya en estas cosas; la crítica hacia otros es peligrosa porque es una patada a su orgullo. Si la persona a la que se dirige no mantiene controlada la influencia que su ego tiene en su autoestima, seguramente le producirá resentimiento. Si produces resentimiento en la persona a quien criticas, no puedes esperar que ganes su respeto, mucho menos su simpatía y confianza hacia ti, a menos que el respeto pretendas ganar sea el de Al Capone o Caligula.

Somos humanos y tenemos tanto deseo de aprobación como miedo a la crítica; por eso hay que tener tacto a la hora de ejercerla, ya que ese resentimiento que produce puede traer consigo un efecto negativo si lo que intentas es construir buenas relaciones o equipos de confianza. Y no se trata únicamente de las consecuencias hacia ti con respecto a ese objetivo, sino también de las que sufre el propio criticado si percibe que hay un intento de ponerle en evidencia en lugar de tratar de corregir, para bien, algo que para ti es evidente que está mal.

De hecho, un crítica inoportuna o hiriente por un error cometido, incluso las supuestamente bien intencionadas, a menudo no persuaden a quien van dirigidas y su reacción es ponerse a la defensiva, pudiendo llegar culpar a otros (o a todos) de lo sucedido, o incluso llegar a verse a sí mismo como víctima de todos ellos.

Pero siendo sinceros, todos somos humanos y esa es una reacción bastante común. Nos resulta tremendamente fácil el sacar conclusiones sobre el comportamiento de los demás, pero tenemos grandes dificultades para hacer lo mismo con el nuestro.

Tales de Mileto fue un filósofo griego al que se le atribuye una frase muy adecuada para definir nuestra tendencia a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Él dijo que, como seres humanos que somos, “lo más difícil es llegar a conocernos a nosotros mismos y lo más fácil es hablar mal de los demás”.

Nos cuesta mucho reflexionar sobre cómo actuamos y lo mucho que nos equivocamos. Tenemos como un velo en los ojos que nos impide reconocer nuestras faltas y defectos con claridad; sin embargo es asombrosa nuestra capacidad para verlas en otros, incluso sin conocerlos.

Lo cierto es que hay muchas personas que parecen necesitar el estar permanentemente valorando y corrigiendo la conducta de otros, pero no tienen la misma necesidad de intentar aplicarse eso a sí mismos. Se trata de una actitud que se ve mucho en los malos líderes; tal vez porque con ello tratan de compensar sus incapacidades a través de la mala educación en las formas. Qué gran error…, ya que las heridas que infringimos en la autoestima de los demás pueden llegar a no cicatrizar nunca y luego no hay posibilidad de redención, ya que probablemente esas personas no olvidarán jamás el daño sufrido.

Si quieres corregir eso y empezar a ganarte ese respeto y reconocimiento que tanto buscas, empieza por respetarte a ti mismo. Eso solo es posible a través del autoconocimiento, pero da mucha pereza ponerse a ello ¿verdad?. Esta sociedad actual parece estar más centrada en defender su ego individual a capa y espada que en ser consciente de sus propios defectos para poder corregirlos y mejorar.

Si quieres que nadie te respete, solo tienes que dedicarte a hacer críticas constantes a otros, tanto si los sujetos a quienes las diriges está presentes como si no. Verás como, por mucho que esas críticas sean justificadas, poco a poco te irás quedando solo y los únicos que permanecerán cerca de ti serán los que un día te darán una puñalada en la espalda, como hicieron los senadores y los pretorianos cuando asesinaron a Calígula. Así que…, no me seas Calígula.

Puedes hacer una prueba…, intenta aplicarte la norma de no hablar mal de nadie y de centrarte en todo lo bueno que sepas de las personas durante un tiempo. Verás que cuesta mucho acostumbrarse a hacerlo, ya que lo fácil para cualquiera es siempre criticar, censurar y quejarse de los demás sin mirarse a sí mismo al espejo.

Una vez más…,

…si tu objetivo es ganarte el respeto y elogio de otros, ser reconocido como una persona valiosa y a la que merece la pena escuchar y seguir, nunca vayas contra lo que es justo ni cierres los ojos ante algo que no es correcto, pero tampoco pretendas simplemente juzgar y criticar a los demás; antes de eso trata de comprender porqué hacen lo que hacen y  cuales fueron sus razones o las causas por las que actuaron de esa manera antes de sacar conclusiones.

Eso será mucho más provechoso y más interesante que la simple crítica; ya que de ahí surge no solo el respeto y elogio que buscas, sino también el verdadero desarrollo y el crecimiento de las personas.

Miguel Ángel Beltrán

¿Cómo ser un líder auténtico para las personas?.

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Hoy quiero proponeros unos minutos para profundizar un poco más sobre el significado del liderazgo y la importancia de desarrollar nuestras habilidades en este ámbito, no solo para aplicarlo en lo profesional, sino también en nuestras relaciones con otras personas.  

Sin duda, una parte importante del liderazgo consiste en inspirar a los demás y en hacer que se sientan motivadas para dar lo mejor de sí mismos, y para eso lo primero que vas a necesitar es conectar con ellos.  

Cuando estableces una conexión sincera y personal se crea un vínculo de confianza; y a partir de esa confianza es cuando las personas se empiezan realmente a comprometerse y se involucran de verdad.   Ahora bien…, la confianza en tu liderazgo solo puede desarrollarse si eres auténtico y accesible, demostrando que tu prioridad es hacer que las personas mejoren, que se sientan bien con lo que hacen y con lo que aportan hacia el objetivo que compaten con los demás. Y para llegar a generar esa confianza, debes ser siempre coherente entre lo que dices y lo que haces.

Ten muy presente que tu labor es la de impulsar el trabajo del equipo o de las personas que pretendes liderar, y vas a tener que ponerte siempre en el lugar de los demás, tanto en el modo en el que te comunicas como en el que actuas. Esto no es fácil, y va te va requerir que seas capaz de hacer una profunda reflexión interior, te mires al espejo y te preguntes si realmente tu manera de comunicarte y de actuar se puede estar percibiendo realmente como tú crees que debería percibirse, algo que a menudo no sucede.  

Somos una sociedad en la que las dudas y el miedo están siempre presentes. Se tiene miedo a perder lo que tenemos, lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo, nuestra posición, nuestro puesto o nuestra propia autoestima… y eso nos condiciona en el trabajo, en nuestras relaciones personales y en nuestra capacidad de influir en los demás; de ahí la importancia de saber transmitir una sensación de seguridad cuando nos comunicamos o cuando tomamos una decisión que afecta a otros, sobre todo si es una decisión difícil, ya que esa seguridad es necesaria en las personas para sostener su estado emocional. Hay que proyectarles la sensación de que hay alguien frente a ellas que realmente sabe lo que hace, que afronta las dificultades con decisión, que se preocupa por lo que hacen y de que se sientan seguros haciéndolo.  

¿Pero cómo se consigue eso, si a menudo no somos capaces de transmitir suficiente confianza hacia nosotros mismos?.

En esto del liderazgo hay que intentar evitar el transmitir dudas. Por el contrario, se requiere mostrar mucha convicción y determinación para afrontar los problemas.   Otra cuestión importante es la solidaridad hacia las personas, la cual debe estar presente en todo momento, sobre todo cuando las situaciones se complican y se presentan dificultades que hay que resolver con rapidez. Eso sí…, esto de solucionar problemas siendo solidario no significa el estar dispuestos a tirarse por un barranco o inmolarse si fuese necesario; también la sinceridad es indispensable cuando no tienes respuestas a todos los problemas, porque es mejor reconocer una debilidad o una incapacidad que dar una mala respuesta.  

La sinceridad hacia los demás siempre ha sido una disciplina a respetar por encima de todo. Tú no estás para solucionar todos los problemas, sino para hacer que sean los miembros de tu equipo los que se consigan hacerlo por sí mismos. Cuando eso pase, habrás cumplido con una de tus principales atribuciones.  Eso sí…, llegados a ese punto, no se te ocurra hablar de lo que has conseguido tú; limítate a destacar el éxito de los demás por encima del tuyo. Porque el único éxito al que tú puedes aspirar como líder es a contribuir al éxito de los demás.

Céntrate en valorar positivamente lo que ha alcanzado tu equipo.   Esa es una buena forma de motivar, aunque siempre he pensado que las personas no podemos motivar a los demás. Lo que sí podemos llegar a hacer, por nuestro mal comportamiento, es llegar a desmotivar.

Esto vendría a tener una cierta similitud con el objetivo que tenemos todos de alcanzar la ansiada felicidad… En realidad, la felicidad es un estado de ánimo que no se alcanza, como tampoco es el final del camino hacia una meta; sino que se trata de algo así como un estado mental en el que decidimos estar o no.  Supongo que cualquier persona, líder o no, puede contribuir a facilitar las cosas a otra para que consiga alcanzar ese estado mental de felicidad al que me refiero, pero desde mi punto de vista, en absoluto puede una persona hacer feliz a otra; eso es algo que nadie puede hacer salvo esta última.

No obstante y al igual que pasa con la motivación, lo que sí puede conseguir cualquiera a través de su actitud es hacer profundamente infeliz a cualquiera. Por esto digo que la función de un líder es guiar, inspirar y allanar el camino en lo posible para que sean los demás los que lo recorran por sí mismos.

Otro aspecto importante en el liderazgo es el de las relaciones personales. Tu estilo de liderazgo debe mostrarse abierto y accesible, priorizando la ayuda a los demás para hacer que se sientan capaces de superar sus límites y poder avanzar; pero si te pasas de frenada, puedes transmitir la imagen de alquien que se mete donde no le llaman, llegar a incomodar y a generar el efecto contrario al que se pretende. Cuidado con eso…

Una buena manera de evitar una situación como esas es desarrollar las habilidades de comunicación y la escucha activa para fortalecer la confianza personal.

Trata de encontrar momentos en los que compartir tus propios problemas y razonamientos para que se perciba apertura y sinceridad. Compartir detalles de las líneas generales que definen tu visión de las cosas es positivo para ganar esa confianza y para conectar con las personas, ya que permite que se entiendan mejor las motivaciones de tus decisiones y de tu manera de proceder.

Una vez más, recuerda que tu función principal es ser guía y apoyo con un objertivo principal: conseguir que las personas que lideras desplieguen lo mejor de sí mismos, tanto de forma individual como colectiva. No estás ahí para ser el padre o la madre protectora de todos ellos, pero tampoco lo estás para ser un simple controlador que marca normas y procedimientos a seguir.

En tu papel, debes demostrar flexibilidad, ya que todo lo positivo que pueda aportar tu personalidad natural, las particularidades que definan tu estilo de liderazgo o cualquier otro aspecto de valor que podamos plantear, no tendrán siempre un mismo resultado, ya que eso dependerá de un entorno y circustancias cambiantes. Por esto necesitarás tener capacidad de adaptación a esas circusntancias para poder sacar el máximo partido de tu labor.

Por ir resumiendo, la característica más importante de un buen líder es su capacidad de inspirar y motivar a otros. Un líder debe poder comunicar su visión y objetivos de una manera que resuene en la personas y en los equipos; ofrecer orientación y apoyo cuando sea necesario, y al mismo tiempo ser capaz de reconocer las fortalezas y debilidades individuales de los miembros del equipo y también las propias, para aprovecharlas o corregirlas.

No olvides que las habilidades de liderazgo no nacen con la persona; requieren tiempo, esfuerzo y constancia para poder desarrollarlas. Y esto no tiene final…, es necesario estar actualizándolas permanentemente en línea con esta sociedad tan cambiante en la nos encontramos.

No dejes de practicar la escucha activa siempre, ya que es indispensable poder comprender mejor las necesidades de las personas, ya que los líderes deben esforzarse por crear un entorno en el que todos se sientan cómodos expresando sus ideas y opiniones, ¿cómo va a sentirse cómodo alguien si no se siente escuchado?.

Si quieres llegar a ser un buen líder, mi consejo es que te pongas a trabajar en esto de inmediato, poco a poco pero sin pausa, ya que el desarrollo de estas habilidades aporta muchos beneficios, tanto para la persona que las adquiere como para los distintos ambitos donde las pueda aplicar después.

Ten presente que tener la capacidad de inspirar a otros y liderarlos positivamente es algo cada vez más valorado por las empresas y por las organizaciones, ya que quienes demuestran poder influir en ello pueden aportarles un gran valor fomentando la colaboración y la creatividad, contribuyendo a una mayor productividad y capacidad en la resolución de problemas y a fomentar un ambiente de relaciones sólidas entre las personas.

Y hasta aquí el episodio de hoy. Te invito a que me sigas a través de este podcast para que no te pierdas el próximo episodio de La Guarida de Lycon.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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El poder de tus convicciones te hará liderar.

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Es probable que nadie esté realmente preparado para afrontar un futuro que desconoce, todos sentimos una cierta inquietud sobre lo que está por venir y es natural que esto sea así, aunque unos lo lleven mejor que otros. El tener al lado a alguien con un fuerte sentido de convicción hace que los temores se hagan más soportables, y esto pasa en la vida profesional y en la personal.

Tal vez esta sea la explicación de hasta que punto ese convencimiento interior es tan importante para quien pretende transmitir a los demás una idea, una opinión, la necesidad de tomar una decisión sobre algo o simplemente generar confianza en el futuro.

El poder de convicción es una cualidad que todos necesitamos para avanzar hacia los objetivos que nos hemos marcado en la vida y siempre está muy presente de forma poderosa en las personas y en los líderes de éxito. Es sin duda algo muy importante en quienes tienen que asumir la responsabilidad de ponerse al frente de otras; ya sea para guiarlas, para darles formación o simplemente para exponerles una idea u opinión sobre algo

La convicción firme en los propios valores e ideales es algo que se percibe en la actitud y que permite proyectar una imagen de seguridad que es determinante en la capacidad de influencia sobre los demás. Pero cuando hablamos del poder de convicción no nos referimos a la generación de confianza y seguridad, eso viene después; de lo que hablamos es de la capacidad de defender una determinada visión de las cosas, llegando incluso a que los propios planteamientos y valores sean adoptados por otras personas. Hablamos de persuadir, convencer y de influir en la actitud de los demás a partir de la fortaleza de la nuestra.

La convicción firme en los propios valores e ideales es algo que se percibe en la actitud.

Ciertamente la convicción es una cualidad inherente al liderazgo. Puedes fortalecerla si te pones en ello; empezando por determinar y comprender perfectamente tus propios valores y creencias, así como los motivos que te han llevado a ellos. Puede no parecer importante, pero lo es, ya que tener claro en qué consisten esos valores y creencias en los que te apoyas y mostrar determinación por defenderlos, será imprescindible para hacer que quien te escucha perciba autenticidad en lo que le estás diciendo.

Ten esto bien presente, porque deberás demostrarlo cuando tengas que hacer una presentación a directivos de tu empresa o dar respuestas en una reunión difícil con clientes, redactar un artículo que quieres publicar o grabar un podcast como este que escuchas. Y no solo eso, también será importante en tus relaciones personales y familiares, porque el tener convicciones fuertes va de cómo afrontamos los desafíos que nos plantea la vida, no solo el trabajo.

Sin duda, todo esto condiciona el desarrollo de nuestra vida personal y profesional. Desde que comienza el día nos lanzamos a una continua labor de comunicar y convencer a otros de nuestros deseos, valores, ideales y percepciones sobre lo que nos rodea; todo aquello que creemos que es importante según nuestra visión personal.

Por ese motivo, el transmitir autenticidad en el modo de hacerlo y decir siempre la verdad sobre la base de esa visión personal, sin entrar en la hipocresía o en la prepotencia, es lo que realmente marca la diferencia respecto a los demás y atrae a las personas, las cuales acabarán por querer escuchar lo que quieres decir y por valorarlo.

Es en este punto donde empieza tu capacidad de persuadir, de ser relevante y de ser también respetado. Si eres fiel a tus ideas, crees firmemente en tu visión de las cosas y consideras que es importante compartir ese enfoque con los demás para que puedan beneficiarse de ello, en lo que acabas convirtiéndote es en un divulgador de valores y con ello comenzarás a adquirir capacidad de influencia. Como decía anteriormente, la convicción es una característica del liderazgo y es imprescindible para poder inspirar y generar entusiasmo en los demás.

El líder de éxito requiere una fuerte convicción. En el ámbito profesional las cosas cambian rápido y en los tiempos de incertidumbre como los actuales resulta agotador mantener la mente centrada y la tranquilidad; las circunstancias del entorno son cambiantes y esa constante sensación de inestabilidad pone en riesgo precisamente la percepción de seguridad y confianza en las personas.

Estas son las situaciones que todo líder quiere alejar de su equipo como sea y es en la fortaleza de sus principios y convicciones en lo que apoyará cualquier iniciativa que emprenda para conseguirlo.

La convicción es una característica del liderazgo y es imprescindible para poder inspirar y generar entusiasmo en los demás.

Lo que aporta el poder de convicción es la capacidad de transmitir certeza ante situaciones estresantes. Promover la idea de que las cosas saldrán bien es una potente medicina para reducir la ansiedad y el miedo en un contexto incierto, porque la percepción de seguridad y de convencimiento en que se superarán los problemas es algo que se va filtrando en el subconsciente y nos hace reaccionar positivamente; nos levanta el ánimo. De ahí que el verdadero liderazgo de éxito no sea el que trata simplemente de dominar o controlar la situación a través de la imposición de una autoridad o de una disciplina rígida para mantener a cada uno en su puesto.

Lo que esperan las personas del papel que desempeña el líder es un comportamiento ejemplar el cuál imitar; alguien que aporte esa sensación de certeza y de confianza en el futuro inmediato, que no aplique la fuerza de su liderazgo sobre las personas sino sobre los problemas a superar; que sea un guía con instinto y convicción para resolver problemas.

No hay duda de que, si hay algo que caracteriza a los buenos líderes, es que suelen tener esas fuertes convicciones y una evidente confianza en sí mismos. Su visión del futuro la tienen más clara que los demás y lo afrontan con un entusiasmo que no tratan de disimular en absoluto, aunque evitan pasarse de frenada y parecer pedantes; de hecho, la humildad es otra de las características típicas de estas personas. Parece que arrastren una aureola invisible que ejerce su propia fuerza de gravedad, atrayendo a su órbita a otras personas necesitadas de algo que les ayude a superar su espiral de desmotivación y de dudas.

El entusiasmo y el optimismo son siempre contagiosos y mucho más cuando las cosas se han puesto difíciles.

El verdadero líder con convicciones es el que realmente inspira confianza en los demás. Y lo hace con las acciones, no solo con las palabras. Aquí no se trata de ser un excelente predicador, capaz de hipnotizar a otros con palabrería endulzada para llevarlos a su terreno. Los líderes con convicción y las personas que tiene éxito en lo que emprenden, sea un negocio, crear una familia o escalar el Everest, no dudan en intervenir frente a una dificultad cuando es necesario y demuestran a quienes dependen en algún modo de ellos una actitud resolutiva y un comportamiento que debe ser un ejemplo de lo que deben hacer también.

Este tipo de gente no se mira en el espejo de los demás para actuar, lo hacen sobre la base de esas convicciones y son autocríticos en el caso de estar equivocados o en el caso de que no lo estén; reflexionan sobre el resultado positivo o negativo de sus decisiones y se ponen inmediatamente a trabajar en las correcciones que sean necesarias para mejorar el resultado. De hecho, no les cuesta reconocer los errores; asumen sin matices sus responsabilidades cuando el resultado de una decisión no es bueno.

El verdadero líder con convicciones es el que realmente inspira confianza en los demás.

Conozco a muchas personas que suelen quedarse bloqueadas ante las dificultades, anuladas por una especie de pánico e incapaces de reaccionar. ¿Te has parado a pensar en ello?; ¿cómo reaccionas tú cuando los problemas se te han acumulado de golpe?, ¿te bloqueas o te lanzas a por ellos?. Es una interesante reflexión, porque cuando miramos hacia nuestro interior y analizamos nuestro comportamiento en determinadas situaciones es cuando realmente podemos ver donde estamos en relación con nuestras convicciones personales.

En ese sentido, hay algo que deberíamos tener presente; es el hecho de que todos arrastramos nuestra propia carga de angustia y miedo. Al fin y al cabo, compartimos la misma fragilidad biológica y la misma exposición al desgaste emocional que provoca el no tener el control total sobre nuestras circunstancias; la diferencia entre quien aguanta esa carga y quien tiende a hundirse con ella está en cómo deciden unos y otros actuar ante esa realidad.

A mí me gustaría tener control en todo y sentirme a salvo cada minuto de mi vida, pero de la misma manera que te pasa a tí, yo también vivo a merced de mi entorno y es importante entender que no podemos mantener todo bajo control. Lo que sí tenemos en nuestras manos es la decisión de creer que podemos hacerlo y convertir eso en nuestro punto de apoyo para que seamos nosotros mismos los que tomemos decisiones sobre cómo afrontar esas circunstancias y no que estas sean las que decidan.

En definitiva, las situaciones pueden tomar múltiples direcciones diferentes, por lo que tratar de tener control absoluto en todas ellas representa un consumo de energía demasiado grande. La solución no es obsesionarse por el control, sino por mantener la calma y no permitir que el estrés nos paralice.

Las personas con fuertes convicciones son capaces de transmitir confianza; es por esto, entre otras cosas, que son admirados por su actitud y considerados por las organizaciones para liderar a otros. Ellos han aprendido a manejar sus propias emociones de manera inteligente, controlando ese miedo que se produce de forma instintiva cuando aparece la incertidumbre e impidiendo así que se apodere de la situación.

Aquí acaba este episodio dedicado al poder de la convicción, una cualidad que sin duda es muy importante en tu desarrollo personal y profesional. Espero que te haya parecido interesante; si es así, te agradeceré que lo valores positivamente y lo compartas con otras personas a las que creas que les puede ser de utilidad. Y si te gusta La Guarida de Lycon, suscríbete para que no te pierdas los próximos contenidos.

Te espero.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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El reto de emprender y no romperse la crisma.

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Hoy me apetece cambiar de tercio; no tengo ganas de hablar de desarrollo personal o de liderazgo. El día está frío y ventoso, me duele la espalda y no estoy de humor para ponerme serio, valga la contradicción.

Quiero hablaros de verdades incómodas, sobre todo a los que seguís persiguiendo sueños como pollos sin cabeza y que, obsesionados en conseguirlo, os empeñáis en dar tumbos entre ideas repentinas que empiezan por la ilusión e intentos fallidos por hacerlas realidad que acaban en la frustración.

Me dirijo a los que alguna vez se han levantado dormidos en mitad de una madrugada de calor asfixiante, se han dirigido hacia la nevera de la cocina para remojar un gaznate absolutamente reseco y por error le han dado un largo trago a una botella de vino abierta hace tres semanas, vino completamente agriado, pensando que era agua fresca. A mi me pasó…, fue toda una experiencia que me hizo despertar de golpe.

Un momento inolvidable de desagradables ardores de estómago y de irritación de mucosas que me sirven hoy de metáfora para describir las consecuencias de quienes se lanzan a emprender algo medio adormilados y después sufren las consecuencias de lo que ellos mismos suelen definir como una mala decisión tomada con la mejor de las intenciones.

Pues sí…, después de muchos intentos frustrados de llegar a hacer algo por ti mismo, acabas por darte cuenta, gracias al batacazo sufrido, de que el riesgo que debes asumir al tomar una decisión debe ser, como mínimo, el doble del resultado que deseas alcanzar y directamente proporcional a tu falta de sentido común. Son matemáticas simples; no existen los atajos o las recetas milagrosas salvo en las películas y en los podcast de advenedizos que pretenden ir de gurús diciendo a los demás cómo tienen que planificar sus vidas. Y yo no pretendo hacerlo aquí, lo juro por Snoopy.

Las posibilidades de alcanzar el éxito en aquello que buscamos, pero sin asumir el riesgo de que nos abramos la cabeza, son extremadamente pequeñas…

Tan pequeñas como que aún logrando salir airoso del trance, tengamos alguna posibilidad de que el resultado final se corresponda con lo soñado; vamos…, ni por asomo.

El 80% de las emprendedurías fracasan antes de los dos años de vida, el 90% en el caso de las que se atrevan a hacerlas en el ámbito de la tecnología; así están las cosas. ¿Significa esto que 8 de cada 10 emprendedores son unos irresponsables o unos auténticos inútiles?; en absoluto. Si pensáramos así, posiblemente estaríamos todavía viviendo en cavernas.

Si hay una regla básica que deberíamos aceptar en cualquiera que sea nuestro objetivo en la vida, es que cuanto mayor es el premio que queremos conseguir, mayor es el riesgo que debemos afrontar en nuestras decisiones. Plantear un objetivo personal o profesional sin pasar por el trance de exponerse a perder algo, aunque solo sea el tiempo y esfuerzo empleados, no lleva a ninguna parte. Y si nos apoyáramos en la suerte para alcanzar nuestros objetivos, ¿qué sentido tendría el reflexionar sobre cómo tomar nuestras decisiones y planificar nuestros esfuerzos, si todo dependería de cómo estén dispuestas las estrellas o de lo que digan las cábalas?. Si quieres jugar tienes que prepararte, actuar y arriesgar, punto.

Ciertamente en la aventura de emprender no puedes contar con la suerte, la única oportunidad realista de alcanzar el objetivo que te marques la tendrás si llevas en las alforjas un cierto conjunto de cosas; digamos que una mezcla de conocimiento, motivación y determinación, todo ello aderezado con un poquito de ambición y de mucha perseverancia. Si te falta alguno de estos ingredientes mejor ni lo intentes, porque a menos de que seas bendecido por el poder celestial, lo más probable es que te equivoques y le pegues un trago a la botella de vino agrio.

Pero no quiero quitar a nadie la ilusión de tratar de alcanzar sus sueños, ni mucho menos… Yo soy el primero que lo ha intentado varias veces y probablemente lo seguiré intentando en el futuro. El que nace con ese gusanillo nunca se lo quita de encima totalmente, eso va incluido de serie en el carácter para lo bueno y lo malo. “No aprendes”, me ha dicho más de uno después de algún fracaso, aunque la verdad es que tampoco es eso exactamente…; me refiero a un fracaso del que no has aprendido nada; porque ya lo creo que aprendes…; lo haces cada vez que te estampas contra una pared.

De hecho, ciertamente algunos solo podemos aprender a golpes, pero aprendes al fin y al cabo, siempre y cuando tomes consciencia de tus propios errores y aproveches esa mala experiencia para mejorar. Que sepas que, desde mi discutible punto de vista, esa será tu única oportunidad de llegar a alguna parte; no es seguro si al lugar que deseas, pero tal vez a algún destino razonablemente bueno después de todo. El problema es que hay muchos cabezotas que son incapaces de reconocer su torpeza, ni aunque ésta les deje en evidencia de forma vergonzosa. Estos nunca aprenden nada.

Recuerdo a un jefe infame que tuve hace tiempo. Un personaje retorcido y manipulador, un verdadero demonio, pero que tenía momentos de lucidez que después de muchos años he sabido reconocer. Contaba con una habilidad natural para sacar a relucir la incapacidad que tienen muchas personas a la hora de aceptar, sin tapujos ni excusas baratas, las responsabilidades de los errores derivados de sus propias decisiones o de no haberlas tomado.

La mayoría de las personas tienden a eludir culpas ante una equivocación que provoque un daño o pérdida a terceros o incluso a sí mismos. Es una reacción muy humana que viene dada unas veces por el miedo a las consecuencias y otras por la negativa a perder un poquito del propio ego tras la posibilidad de tener que reconocer que has quedado como un idiota. Somos tan sensibles frente a las situaciones en las que quedamos en evidencia ante los demás, que estamos dispuestos a negarlas ante cualquiera con mil razonamientos, correr un tupido velo y agarrarnos al primer clavo ardiendo que nos permita salir del trance lo antes posible.

Uno de los numerosos días en los que aquel director nos reunía a todos los responsables de sección para arengarnos en nuestras tareas nos explicó, con toda la vehemencia que su carácter prepotente y narcisista podía permitirle, que una empresa es como un barco en el que conviven dos clases de tripulantes; una está formada por aquellos que, cuando llegan a la línea roja que supone la toma de una decisión difícil o trascendental, optarán por no saltarla para evitar el riesgo de equivocarse y quedar expuestos a las consecuencias de la crítica y del daño a su imagen personal o a su autoestima. La otra parte la forman los que, al llegar a esa línea, no dudan en saltarla. Son los que no eluden los problemas, ni tienen miedo a los desafíos o a las consecuencias que puedan derivarse de fallar al intentarlo y prefieren asumir el riesgo de dar el paso, siempre y cuando ese paso y riesgo merezcan la pena. Estas personas suelen tener inquietud de liderazgo; son ambiciosos, innovadores y emprendedores; gente ideal para afrontar grandes empresas. El problema es que también se pueden incluir en este grupo aquellos que se pasan de frenada; los imprudentes, los irreflexivos, los irresponsables y los locos.

Siguiendo con la metáfora marinera, hay personas que prefieren ser simples remeros en galeras durante toda la vida y hay otros que necesitan trabajar en cubierta, sentir el viento en la cara mientras el barco navega, participar en su gobierno y mojarse durante cualquier tormenta si es preciso, aunque eso suponga el riesgo de caer por la borda en cualquier golpe de mar. Estos no están exentos de acabar igualmente agarrando el remo como los primeros, pero tendrán muchas más posibilidades de alcanzar cualquier meta en la vida.

Lo que queda claro es que resulta imposible el alcanzar metas sin tomar decisiones y asumir sus riesgos, aunque, de todas formas, en esto de perseguir sueños, plantearse retos y superar objetivos, la realidad es mucho más compleja que la imaginada a través de cualquier metáfora simplista.

De entrada, una decisión importante no se puede tomar nunca a la ligera; debe estar meditada, tomando en cuenta sus pros y contras, los riesgos asociados y la preparación adecuada para afrontarlos. En este sentido, nuestro deseo interior por emprender algo que nos ilusiona y que soñamos alcanzar suele ir a menudo más deprisa que nuestro sentido común, tanto que puede acabar pasándonos por encima, (créeme…, sé bien de lo que hablo por propia experiencia), por lo que no vamos a descubrir nada extraordinario al afirmar que los retos que decidamos afrontar y las decisiones que se tomen al respecto, deben ser planteados en proporción a los riesgos asociados y a las consecuencias que estemos dispuestos a asumir.

El emprender no es un juego, es algo muy serio. Cuando le estamos dando vueltas a esa idea hay que tener bien desarrollado nuestro autoconocimiento; una palabra que suena un poco rebuscada, pero no me sale otra más adecuada. Tienes que conocer realmente qué es lo que pasa por tu cabeza y tus motivos, ya que es posible que en tu deseo de iniciar un proyecto personal te estés centrando únicamente en lo que te gustaría hacer y eso puede ser un grave error. Si quieres tener éxito en lo que emprendas, no intentes basar esa idea en hacer lo que más te gusta; eso de que no hay nada mejor que trabajar en lo que a uno le gusta es una memez desde un punto de vista emprendedor. En lo que debes enfocarte a la hora de emprender algo, si lo que quieres es tener éxito de verdad, es en aquello que sepas hacer mejor, y seguro que hay algo en lo que destacas, aunque todavía no hayas tomado conciencia de ello.

Tienes que descubrir en qué eres realmente bueno y darle vueltas hasta saber cómo sacarle partido. Cuando aclares esto, el siguiente paso será determinar la verdadera razón por la que deseas emprender. ¿Qué es lo que quieres conseguir?, ¿cuál es tu propósito en la vida?, ¿cuál es tu meta?, ¿para qué demonios te quieres meter en líos, con lo calentito y tranquilo que se está en casa?. Pero ya veo que finalmente estoy tendiendo a hacer lo que no quería…, decir a los demás lo que tienen que hacer para poder avanzar, cuando en realidad solo existen ciertas sugerencias a valorar en lugar de directrices a seguir que además no te garantizan absolutamente nada.

Llegados a éste punto, debo confesar que me resulta paradójico que esté escribiendo el episodio 24 de un podcast que se supone tiene el propósito de compartir planteamientos para ayudar a otros a ir avanzando hacia sus metas, cuando es posible que su verdadero objetivo sea el ayudarme a mi mismo. Si esto es así, ¿qué meta puedo estar buscando para estar empleando parte de mi tiempo libre en escribir y en grabar estos audios si probablemente los escuchen cuatro o cinco personas y por casualidad?.

Te contaré un secreto…, si a mi me preocupara el fracaso que pueda suponer el que estos audios no tengan interés para nadie o que no me reporten ningún beneficio concreto, podría pensar que invierto mi tiempo para nada; pero la verdad es que no me preocupa en absoluto. Creo que, por lo general, los emprendedores hacemos las cosas por otra razón distinta que poco tiene que ver con la ambición personal o con el ego.

Es posible que la razón de no estarse quieto sea el deseo de ganar notoriedad para sentirnos realizados o simplemente sentir que hemos hecho algo de valor por nosotros mismos y que además pueda servir de ayuda a otras personas. Sea la razón que sea, lo que me preocupa no es fracasar al poner en marcha una iniciativa personal que me parezca motivadora, sino el dejar pasar el tiempo sin ni siquiera haberlo intentado.

Te espero en el siguiente episodio.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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Fortalece tu resiliencia y tira esa incertidumbre a la basura.

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Seguro que has oido hablar del desarrollo de la resiliencia y de su importancia para superar los golpes y decepciones de la vida; o al menos de tener mayor fortaleza para que podamos sobrellevarlos mejor. Es un tema que resulta particularmente interesante, sobre todo en estos años tan angustiosos que nos ha tocado vivir y en los que mucha gente está sufriendo para poder tirar adelante.

La resiliencia es una capacidad que podemos desarrollar en cualquier momento de nuestras vidas, sobre todo en la etapa de transición hacia la edad adulta, cuando los interrogantes sobre el futuro son mucho más grandes y la incertidumbre se presenta delante de nosotros como una gran montaña. Pero estamos en un momento en el que, independietemente de la edad que tengamos, si hay algo que no nos falta a la mayoría son interrogantes sobre el presente y sobre el futuro, mucha incertidumbre y montañas de dificultades que debemos escalar. Todos estamos sufriendo esa misma coyuntura y por supuesto, todos nos vemos en la necesidad de desarrollar o de reforzar nuestra resiliencia.

Déjame que te hable de Bruno. Se trata de un adolescente de 13 años que estudia educación secundaria y que está a punto de iniciar, con muchas dificultades, la etapa final de esta. Bruno es inteligente, pero incapaz de prestar atención en clase, y mucho menos de mantener una cierta disciplina en los estudios, tanto en la escuela como en su casa, donde comparte una pequeña habitación con sus otros dos hermanos y donde no dispone ni del espacio ni del silencio necesarios como para que su falta de autoestima, su mente confusa e insegura y su déficit de atención le permitan alcanzar un nivel suficiente de concentración como para retener y sobre todo entender lo que está estudiando.

Ante esto, cuando llegan las notas trimestrales y la necesidad de ser firmadas por los padres, se va repitiendo el drama de tener que dar explicaciones. Con una media de tres o cuatro asignaturas suspendidas es evidente que no se está avanzando adecuadamente para afrontar esa última etapa educativa que le exigirá un mayor esfuerzo si quiere emprender posteriormente el camino hacia la universidad. Su entorno percibe un horizonte de fracaso en los estudios y ya ha empezado a hacerle ver que le será prácticamente imposible cualquier posibilidad de llegar a un cierto nivel que le facilite las cosas para alcanzar las metas y sueños que siempre tuvo en su cabeza para el futuro.

“Se imponen acciones”, se plantean los padres aconsejados por el profesor tutor, el cual informa en su valoración profesional que, pese a ser un muchacho con sobradas capacidades como para superar el curso, “no lo conseguirá ya sea porque no se esfuerza, porque pone muy poco por su parte, porque no le motivan los estudios o porque simplemente no le da la gana”; así son habitualmente las conclusiones más motivadoras que se pueden leer en el informe que se adjunta a sus calificaciones trimestrales. Pero no está todo perdido…; trabajando juntos para cambiar algunos de sus hábitos negativos por otros que le hagan reaccionar positivamente podría corregir esa tendencia. Nunca es tarde para intentar reconducir las cosas, pero Bruno está perdido; no sabe como hacerlo…

La cuestión de fondo es que alguien se pueda atrever a establecer, a partir de una simple valoración numérica, una sentencia sobre las posibilidades de cualquier persona respecto de si puede o no puede alcanzar lo que desea. En realidad, lo que Bruno necesita es orientación, consejo y guía; ya que esta etapa es crítica para él porque no sabe hacia donde quiere ir, ni tiene idea de cuál es su verdadero potencial que, sin duda, es mucho mayor del que reflejan sus notas y las conclusiones que parecen entenderse a partir de ellas. Es un momento peligroso en el que el apoyo es fundamental y en el que las palabras pueden ser también peligrosas, puesto que en caso de ser erroneas podrían quedar grabadas en su cabeza para toda la vida, condicionando aún más sus decisiones y su futuro, por lo que hay que ser cuidadoso y tener claro cómo manejar la situación sin empeorarla aún más.

Esta sociedad y el sistema por el cual funciona tienden a debilitar el carácter y autoestima de las personas. Lo hacen con cualquiera de nosotros y por supuesto lo hacen también con Bruno, a quien su entorno, en lugar de ayudarle a descubrir todo su potencial, le recuerda constantemente lo que no va a llegar a ser y le crean con ello mayor inseguridad y frustración, con lo que tiende a ir perdiendo motivación y confianza en sí mismo.

Que hay mejores y peores estudiantes es una realidad; como que también lo es que un buen estudiante pueda ser un fracaso en su vida adulta y que un mal estudiante llegue a alcanzar grandes metas. También hay personas que tienen más recursos a su alcance y por ello puede parecer que están en mejores condiciones de tener éxito en esa vida, ya que aparentemente disponen de ciertas ventajas a las que otros posiblemente no puedan acceder.

Sin embargo eso no es garantía de nada. A veces, un consejo inspirador, una simple frase dicha en un momento oportuno en la vida de alguien, podría ser determinante y cambiar drásticamente la situación, porque consiguen despertar unas capacidades que aún se desconocen porque están ocultas detrás de un montón de prejuicios y suposiciones, cosas que Bruno o muchas otras personas son incapaces de ver por sí mismos.

La interacción con educadores y familia debe orientar y aconsejar, ya que no se trata únicamente de formar a las personas en el conocimiento de un temario, sino también de ayudarles a desarrollar fortalezas y habilidades que serán clave para afrontar las situaciones que se sucederán en la vida y superarlas aprovechando la experiencia que va acumulando para ir avanzando. Esto no solo va de decir a Bruno que “se esfuerce porque puede conseguirlo”, se trata de desarrollar en él un carácter resiliente que le fortalezca como persona y le aporte seguridad y confianza. Exactamente de lo que adelece mucha gente en la actualidad, y así nos va…

Al fin y al cabo, la resiliencia es esa capacidad que nos permite superar las situaciones difíciles e incluso salir más fuertes de ellas; es algo que no se adquiere de nacimiento, sino que puede ser desarrollado, incluso cuando es casi nula debido a unas circunstancias personales difíciles. Y lo primero que vamos a necesitar para ello no es únicamente el darnos cuenta de lo débiles que somos, sino de que también tenemos un potencial oculto que aún está por descubrirse.

De hecho, la primera de las características que definen a una persona resiliente es que son conscientes de sus potencialidades y de sus limitaciones. Eso se llama autoconocimiento, otra cosa que Bruno (y cualquiera de nosotros) deberá ir desarrollando a lo largo de la vida. Y esa es otra de las claves a tener en cuenta, porque cuando alguien se conoce bien a sí mismo, sabe trazar mejor sus objetivos y gestionar sus recursos de forma objetiva y sin autoengañarse o ser engañado por las valoraciones de terceros.

Si lo consigue, la resiliencia de Bruno le permitirá encontrar soluciones creativas ante múltiples problemas que se puedan presentar. Y si estos problemas generan daños, su creatividad y disposición le ayudarán a repararlos y a transformar un hecho desgraciado en una experiencia de la que sacar algún beneficio. De aquí que sea tan importante mostrar a Bruno que sus capacidades van mucho más allá de lo que se pueda imaginar y que solo tiene que confiar en si mismo e ir sacando partido de todo el aprendizaje que pueda ir teniendo a su alcance a través de la experiencia en su propio desarrollo personal.

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Hay un concepto que está últimamente muy de moda: el “mindfulness”; es algo que va de avanzar hacia la plena conciencia. Un Bruno resiliente tendrá mayor conciencia de lo que es y de donde está para disfrutar del aquí y del ahora; ir dejando atrás las frustraciones e inseguridades y aprender a quedarse con su parte positiva para disfrutar del presente sin obsesionarse en exceso por el futuro, para que la incertidumbre no acabe dirigiendo nuevamente su estado de ánimo, sobre todo soi lo hace hacia la deriva; aceptará su realidad y comenzará a disfrutar de ella.

Relativizar los problemas y las dificultades es otra de esas costumbres que nos ayudan a ver la vida con mayor objetividad y es otra característica más que definen a las personas resilientes. Ser realista frente a nuestros sueños es parte de ese ejercicio de autoconciencia y de relativización de las cosas. Tenemos unos recursos entre los que se incluye nuestro tiempo disponible y las personas resilientes no están dispuestas a perderlo en pesimismos y frustraciones. Nos podemos imaginar lo importante que puede ser el cultivar en Bruno esta actitud, no solo ayudarle a ir mejorando en sus estudios. ¿De qué sirven unas asignaturas aprobadas con buena nota si no hemos conseguido potenciar el carácter y la autoestima?.

Ciertamente, el que Bruno fracase debido a su bajo rendimiento en los estudios es algo que podría ser difícil de evitar, pero no habrá nada que no pueda superar si aprende a levantarse y a confiar en sus propias capacidades. Hay que poner esa preparación en la lista de prioridades ya que, en definitiva, es lo que va a tener que afrontar muchas veces a lo largo de su vida como adulto. Una vez más, se trata de enseñar a Bruno a desarrollar su resiliencia y a sacar beneficio de toda experiencia en forma de aprendizaje.

No olvidemos que los errores y los fracasos tienen una importancia relativa, ya que son necesarios para mejorar. Puede que cueste un poco entenderlo, pero para eso están los educadores, para ayudar a asimilar esa manera de enfocarlos. Debemos llegar a entenderlos como una oportunidad de aprender y también de identificar nuestras reacciones emocionales para saber gestionarlas. Hay que cambiar nuestra percepción, aprender a adaptarnos a un entorno que se transforma constantemente y en el que la inteligencia emocional será nuestra tabla de salvación.

Precisamente en un episodio anterior de La Guarida de Lycon hablaba de la aceptación del cambio, ya que forma parte de nuestro desarrollo personal y preparación para lograr sentirnos felices. No podemos negarnos a ir cambiando a medida que cambian nuestras circunstancias personales; a esto se le llama capacidad de adaptación o flexibilidad, y una persona resiliente necesita mucho de eso. Seguro que tú, que me estás escuchando ahora mismo, sabrás a qué me refiero.

Lo que ahora tienes, lo que vives y con quien lo compartes, un día cambiará de forma inevitable; comprender y asimilar eso forma parte también de nuestro desarrollo como personas. Aceptar esas circunstancias e intentar adaptarnos a ellas es muy importante, ya que se trata de vivir el presente y el presente no es algo estático; está cambiando cada segundo y tú deberás adaptarte siempre a él, ya que no hay otra alternativa.

Por ir acabando, de algún modo no solo Bruno debe tratar de desarrollar su resiliencia, todos nosotros lo estamos haciendo de forma consciente o inconsciente. Si os soy sincero, una de las cosas que hago para ir desarrollando mi propia resiliencia, mejorar con ello el concepto que tengo de mi mismo y de mis circunstancias personales, sacar el máximo posible de mis propias capacidades, contribuir con algo que me haga sentir satisfecho, llegar a valorar y a disfrutar del presente, ver las cosas con más optimismo y con más perspectiva…, es haciendo lo que estás leyendo o escuchando en este preciso momento.

Hay personas que escriben en un diario sus experiencias y pensamientos; yo los escribo en el guion de un diálogo que después comparto en este podcast o en un blog. Lo hago porque es una forma de encontrarme con mi conciencia y tal vez conectarla con la de otras personas. Si has llegado hasta este punto del episodio, es posible que de alguna manera te sientas identificado con ello. Si es así, empieza a buscar el modo de potenciar tu propia resiliencia.

Acabo por hoy este episodio de La Guarida de Lycon. Espero que te haya interesado lo que te he explicado y también espero que vuelvas por aquí. Si te gustan estos contenidos, te propongo que le des al botón de suscripción y así te llegará el aviso del próximo, que espero compartir en unos días. Cualquier sugerencia sobre un tema concreto que te interese o sobre cualquier aspecto que me ayude a mejorar este lugar no dudes en hacérmelo saber y me pondré con ello, te estaré muy agradecido.

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¿Por qué deberías desarrollar tu marca personal?.

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Hay muchas razones por las que debes trabajar en tu marca personal. El mundo laboral ha cambiado mucho, igual que la propia sociedad; ahí fuera hay una jungla en la que para sobrevivir tienes que conseguir destacar, dar a conocer tus capacidades, tu forma de ser y de actuar. Pero esto hay que hacerlo con criterio y coherencia a partir de una estrategia adecuada para no transmitir una imagen equivocada sobre ti. Desarrollar tu marca personal siguiendo unas pautas adecuadas es lo que puede ayudarte a conseguirlo.

Seguro que mucha gente, cuando oyen hablar de “marca”, inmediatamente piensan en un producto o en una empresa; lo cual no deja de ser correcto. La marca es un conjunto de conceptos destinados a distinguir a una empresa en su mercado objetivo, así como a transmitir su misión y valores.

La imagen, calidad y reputación de esa empresa están vinculadas a la marca y todo ello sirve para que sea identificada por el público al que se dirige y poder diferenciar ante él sus productos y servicios con respecto a sus competidores. La marca personal viene a ser más o menos lo mismo, solo que obviamente está relacionada con el perfil de una persona y no el de una empresa o producto.

En cierto modo, todos disponemos de nuestra propia marca personal, ya que es lo que nos define e identifica ante los demás con respecto a nuestra forma de ser y de actuar, nuestras habilidades, valores, etc. La marca personal no deja de ser la imagen que queda de nosotros en la mente de otros a partir de la experiencia que compartimos con ellos. Por lo tanto, en la medida que podamos mejorar esa huella que dejamos en la percepción de los demás, ganaremos en capacidad de influencia y relevancia, conceptos que son imprescindibles para ir creciendo profesionalmente e ir avanzando hacia el éxito en lo que vayamos a emprender.

Nuestra marca personal tiene, en definitiva, el objetivo de conseguir diferenciarnos para tener éxito en nuestras metas personales y profesionales, algo que sucede a través del modo en el que nos relacionarnos e interactuamos con otras personas. Ya podrás imaginar lo importante que puede ser el contar con una marca personal, puesto que es lo que explicará cómo eres y qué se puede esperar de ti a partir de la interpretación que tengan los demás sobre ello.

De la misma forma que una marca empresarial genera confianza en base a la reputación que ha ido construyendo alrededor de ella a lo largo del tiempo en el que ha desarrollado su actividad, tu marca personal también deberá transmitir esa confianza a partir de tu propia reputación, la cual habrás desarrollado a lo largo de los años a través de la relación que vayas teniendo con tu entorno. Por lo tanto, para conseguir una marca personal diferenciada y poderosa tendrás que asegurarte de que tus valores, capacidades y comportamiento mantengan coherencia con la imagen que transmitas, ya que será esto lo que definirá, de un modo u otro, la percepción que los demás tengan de ti. Por eso hay que trabajar esos tres aspectos permanentemente y mantenerlos alineados con una estrategia.

Recuerda que la reputación es la opinión, acertada o no, que llegan a tener sobre ti otras personas, algo que vas construyendo a lo largo de la vida a través de las experiencias, decisiones y comportamientos éticos y morales que vayas demostrando con quienes te relacionas.

Muchas de las marcas empresariales más famosas e importantes están siempre muy vinculadas con la reputación de la marca personal de los emprendedores que las han creado. Para tener éxito en cualquier proyecto que inicies, será clave el desarrollar la tuya, ya que aquellos a los que te vas a dirigir y que determinarán la evolución de ese proyecto, solo lo apoyarán si lo relacionan con alguien en quien se puede confiar. Y esto depende y mucho de la reputación personal que llegues a tener.

La reputación es lo que te permitirá hacer crecer tu marca y te hará crecer a ti. Comprenderás con ello lo difícil que puede ser alcanzar tus objetivos si lo que transmites a través de tu marca personal es la imagen de una persona poco formal, sin criterio o sin ética. Una vez más…, recuerda que la reputación no deja de ser el resultado de una percepción en la mente de las personas con las que te relacionas; puedes ser alguien con elevadas capacidades y valores, pero si tu marca personal no los refleja correctamente, no tendrán un impacto positivo en esa percepción o incluso se te valorará de forma totalmente alejada de la realidad por un mal planteamiento de la estrategia de marca que pongas en marcha.

La reputación es el músculo de tu marca personal. Lo es todo.

El impacto que consigas a través de la reputación de tu marca personal en un determinado grupo de interés o mercado en el que estás interesado, dependerá del grado de conocimiento que estos lleguen a alcanzar sobre la imagen y valores que transmites. Toda persona de éxito ha llegado a serlo porque ha invertido esfuerzos en desarrollar su marca personal y porque ha tenido claro desde el principio sus objetivos. Si decides empezar a construir la tuya, lo primero que necesitarás es tener muy claro qué es lo que pretendes alcanzar.

Y hay muchos objetivos a elegir en los que el tener una marca personal atractiva será determinante para alcanzarlos. Por ejemplo, si tu intención es crear una empresa, tu marca personal aportará confianza y lealtad a tus clientes, y es muy probable que otros posibles nuevos clientes potenciales les consulten a ellos sobre tus conocimientos, experiencia o forma de actuar; aspectos que obviamente están ligados con tu marca personal.

También podría ser que te decidas por tratar de ampliar tu círculo de relaciones y de amistades, conseguir socios o clientes para un proyecto, ganar visibilidad en redes sociales, un mayor reconocimiento en la empresa donde trabajas o que otra se interese por ti para una determinada posición. Cualquiera que sea el objetivo que te plantees, tu marca personal podrá ayudarte a conseguirlo.

Llegados a este punto, ¿cómo empezar a desarrollarla?.

Lo primero es entender en qué condiciones está tu marca personal hoy. Para eso podemos trabajar con un análisis DAFO que supongo conocerás o del que seguro habrás oido hablar. El Análisis DAFO es un método de autoconocimiento que nos permite describir nuestras Debilidades, Fortalezas, Amenazas y Oportunidades ante el objetivo que nos queramos plantear para saber que deberemos hacer para intentar alcanzarlo.

Son cuatro apartados en los que iremos describiendo todo lo se nos ocurra sobre cada uno de ellos, algo que nos ayudará después a entender con mayor claridad nuestra posición actual frente al reto que nos planteamos y su entorno. Nos aportará información importante para preparar nuestro plan estratégico y de acción. Cuanto más precisos seamos en este ejercicio, mejor será el análisis que podamos realizar con posterioridad.

El análisis DAFO personal es una herramienta con un proceso sencillo y práctico de autodescubrimiento, ideal para las personas que necesitan identificar con precisión de qué modo transcurren sus vidas y determinar qué acciones acometer y hacia donde hacerlo para poder mejorar y avanzar. Pero es un sistema que, si quieres que funcione, deberás afrontarlo con espíritu de autocrítica y de forma muy honesta, ya que es la única manera de llegar a conocer los aspectos internos de tu personalidad. No puedes engañarte a ti mismo en esto, ya que acabarías mostrando una imagen irreal que no te servirá para lo que pretendes conseguir.

Siguiendo el proceso DAFO vamos a determinar cuáles son las competencias que te diferencian y las que necesitas desarrollar. Por lógica, se requiere esto para poder actuar en tu desarrollo y mejora personal; saber en qué debes enfocar tus mayores esfuerzos. Defines una meta, identificas los recursos que necesitas para alcanzarla, indagas para saber con cuales de ellos ya cuentas y con cuales de ellos no, e inicias tu trabajo de capacitación para obtener o reforzar estos últimos.

Pero el proceso DAFO no se queda ahí, también sirve para reconocer el entorno en el que tendrás que moverte, ofreciendo una definición de factores externos que te afectan tanto en tus capacidades como en tu modo de actuar. Aquí es donde se describen las amenazas y las oportunidades; dos aspectos en los que no tenemos control para poder cambiarlos, ya que no dependen de nosotros. Reconocer ese entorno e identificar las dificultades a afrontar es lo que te ofrecerá pistas para establecer tu plan de acción y estar preparado para manejarlas.

El proceso es muy sencillo; empieza por dibujar un cuadro que a su vez dividirás en cuatro partes iguales. En el cuadrante superior izquierdo irás escribiendo tus fortalezas y en el superior derecho tus debilidades. Los dos cuadrantes inferiores son los que identifican al entorno; el izquierdo será para las oportunidades y el derecho para las amenazas. Puedes encontrar fácilmente plantillas DAFO en internet con las que practicar.

En el apartado de las FORTALEZAS nos centraremos en las competencias personales y profesionales en las que consideras que puedes destacar respecto a los demás o simplemente en las que tienes más habilidad. Incluye otras cosas que se te dan particularmente bien y que también podrían ayudarte a ser más competitivo. Si te cuesta identificarlas, prueba por hacerte preguntas como

  • Cuáles son las cosas que hago mejor.
  • De qué formación y conocimientos dispongo
  • Qué cosas me gusta hacer y me motivan.
  • En qué aspectos destaco frente a los demás.

En el apartado de las DEBILIDADES habrá que describir aquellas capacidades personales y profesionales en las que pensamos que estamos más flojos y en las que debemos mejorar. Nos basaremos en lo relacionado con nuestra formación y conocimientos, pero también con nuestra actitud, carácter, control emocional, comunicación, relaciones personales y con cualquier otro aspecto que pueda representar una limitación que debilite nuestras opciones. Algunas cuestiones que te podrías plantear son:

  • Qué cosas no se me dan bien o no me motivan
  • Qué defectos o hábitos pueden afectarme negativamente
  • Qué aspectos de mi personalidad pueden frenar mi desarrollo
  • En qué creo que debería mejorar.

Pasando a los cuadrantes que definen el entorno, empezamos por el de las AMENAZAS, donde vamos a describir qué factores pueden limitar tu desarrollo personal y profesional, así como los posibles cambios o situaciones de tu día a día que podrían poner en riesgo tu hacia los objetivos.

Como decía antes, las AMENAZAS son factores externos, por lo que las cosas que describamos en este cuadrante del DAFO tienen en común que no están bajo nuestro control, pero forman parte de tu realidad, aunque afectan a todas las personas o puede que te ocurran solo a ti de forma inesperada y frenar tu desarrollo; ya sea por un momento de crisis económica, perdida del empleo, enfermedad o cualquier otra cosa. Probablemente ninguna de ellas podrás evitarlas, pero sí anticiparte a sus consecuencias y tomar medidas con antelación para reducir su impacto en lo posible. Puedes trabajar este apartado haciéndote preguntas como…

  • Qué factores externos pueden frenarme en mis objetivos.
  • Cuál es la tendencia económica general y su previsible evolución.
  • Qué cambios en el entorno puede producirse a medio plazo que puedan afectarme.
  • Qué situación tengo con respecto a mis competidores.

Y finalmente, en el grupo de OPORTUNIDADES, señalaremos las principales opciones y situaciones que puedan representar una ayuda para poder avanzar y cuáles son las ventajas que nos aportarían para ello.

Las oportunidades se pueden entender como factores o situaciones personales de las que se obtendrá un beneficio si se trabaja sobre ella. Podemos determinar esas oportunidades cuestionándote cosas como…

  • Qué circunstancias de tu entorno podrían mejorar tu vida
  • Donde podrías aportar valor diferenciador con las fortalezas de que dispones.
  • Qué tendencias hay en el mercado objetivo al que te dirijes.
  • Qué aspectos de los que te definen son más demandados por ese mercado.

Mientras más información incluyas en los cuatro cuadrantes, mejor. Después tendrás que analizar toda esa información, de la que deberás una serie de conclusiones que te ayudarán a determinar hacia dónde y cómo dirigir tu plan estratégico y de acción.

Pero con el DAFO no acaba la cosa…, también tendrás que analizar a tu público objetivo y sus características antes de determinar el mensaje que quieres transmitir y el enfoque que utilizarás para hacerlo. También tendrás que establecer un procedimiento que te ayude a planificar el despliegue de esa estrategia y un modo de ir midiendo los resultados de lo que vayas haciendo, algo imprescindible para ir haciendo las correcciones que sean necesarias.

El modo en el que elabores esa estrategia y plan de acción se tendrá que apoyar en tres conceptos: la Misión, la Visión y los Valores de tu marca personal. Esto es más importante de lo que puedas pensar, ya que son la base que nos permitirá dar un sentido coherente al mensaje que transmita nuestra marca personal.

Por definir estos tres conceptos un poco…. Al igual que en el caso de la marca empresarial, en la marca personal la Misión es lo que define su actividad; qué es y qué hace.

Por otra parte, la Visión es la perspectiva de futuro de la propia empresa o persona; hacia donde se dirige, cuál es el objetivo final de su actividad y a dónde quiere llegar.

Y finalmente, los Valores se refieren al modo en el que ambos realizan su actividad; sobre qué principios éticos y profesionales se apoya para ofrecer lo que hace o el modo en el que interactúa entre las personas que estén de algún modo relacionadas con ese proceso, tanto las que pertenecen a la propia empresa o equipo, como las que están fuera de ella, como proveedores o clientes.

Por ir concluyendo…; el desarrollo de tu marca personal parte de tres preguntas esenciales que tienes que responder de forma clara y escueta antes de dar cualquier otro paso:

¿Qué hago?, ¿A dónde quiero llegar? y ¿Cómo lo hago?.

Por ejemplo, en mi caso particular…

  • ¿Cuál es mi Misión o qué es lo que hago?.

Me dedico a “crear contenidos destinados al desarrollo personal y profesional para ayudar a las personas a mejorar”.

  • ¿Cuál es mi Visión o dónde quiero llegar?.

Pretendo llegar a ser un buen referente para las personas que quieren reforzar sus capacidades y crecer profesionalmente.

  • ¿Cuáles son mis Valores ó cómo lo actúo en lo que hago?.

Lo hago con humildad y honestidad, siempre con espíritu emprendedor y con ánimo de ayudar a los demás.

Una vez hemos trabajado nuestro DAFO, desarrollado nuestro plan estratégico y de acción a partir de sus conclusiones, analizado en profundidad nuestro mercado y público objetivos y definidas la Misión, La Visión y los Valores que queremos transmitir a través de nuestra marca personal, lo que tocará hacer es decidir cuál será nuestro posicionamiento en el ámbito, mercado o grupo social al que nos dirigimos, pero esto es algo que compartiré contigo en un próximo episodio, ya que debo acabar aquí.

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El arte de comunicar y llegar a convencer.

Tener capacidad de oratoria y un buen dominio de la dialéctica y de la retórica para comunicar algo son habilidades que merece la pena desarrollar, ya que pueden ser clave para tu crecimiento personal y tu éxito profesional.

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Con ellas podemos transmitir nuestros argumentos con fluidez y precisión. Y lo cierto es que, si consigues dominar estas habilidades, no solo crecerás como profesional, también ganarás el respeto y admiración de quienes te escuchen, ya que la verdad es que no son muchos los que se atreven a coger el micrófono delante de una audiencia para explicar con fluidez algo interesante y conseguir captar la atención, y eso siempre es valorado.

La razón de que hayan pocos que se atrevan con esto es que el miedo al ridículo, a la crítica y a ser el centro de atención suele provocar un cierto rechazo en la mayoría de las personas. Sin embargo, se puede llegar a desarrollar nuestra capacidad de ser elocuentes en nuestro modo de comunicarnos y a controlar nuestras inseguridades siguiendo determinadas pautas que están sobradamente definidas desde hace mucho tiempo.

La elocuencia a la hora de expresarnos es la capacidad de transmitir con claridad lo que queremos decir y llegar a ser persuasivos ante los demás.

Con ella puedes atraer el interés de otras personas en cualquier ámbito en el que te encuentres y ser capaz de convencer a muchos de lo que dices e incluso convertirte en alguien que puede inspirar a otros. Sin duda, es una potente herramienta de proyección personal, ya que el poder expresar con facilidad, rigor y claridad una argumentación, es lo que te acerca a la posibilidad de destacar e influir en el comportamiento o en la manera de pensar de quienes te escuchen.

Hay quienes demuestran tener mucha habilidad para hablar y ser el foco de atención durante una conversación con un grupo de familiares o conocidos; sin embargo, frente a un micrófono y un público que los mira con atención a la espera de que empiecen a explicarse, las cosas cambian; esa facilidad de palabra con la que siempre han contado tiende a convertirse en inseguridad en muchos casos, mientras que la claridad y la contundencia de ideas con las que habitualmente se expresan en un entorno más informal y relajado desaparece y surgen los nervios y las dificultades para expresarse de manera fluida y coherente. Es la reacción común al miedo escénico y a quedar en evidencia.

Sin duda, uno de los principales temores del orador suele ser que, en el momento de verse delante de docenas o centenares de miradas expectantes, la mente se le quede en blanco y de repente no recuerde nada de lo que quería decir, ni de lo que tanto había ensayado durante varios días o semanas.

Es bastante probable que en alguna ocasión te veas en la obligación de hacer ese ejercicio de oratoria frente a un grupo más o menos numeroso de personas, ya sea para una ponencia sobre un tema concreto, la presentación de un proyecto o incluso para presidir una junta de vecinos; hay muchas más situaciones de las que parece en las que te puede pasar, tanto en tu vida profesional como en la personal.

Sea en un caso o en otro, cuando nos vemos en esa necesidad, todos tratamos de prepararnos lo mejor posible. Lo primero que hace la mayoría es escribir sobre un papel lo que se pretende decir para repetirlo una y otra vez hasta que se les quede grabado en la memoria y después exponerlo casi de forma literal. La razón de hacer esto tiene más que ver con el miedo a fallar y hacer el ridículo que con aprovechar esa oportunidad para hacer algo destacable.

En mi caso y después de haber realizado un número respetable de presentaciones en público, he llegado a la conclusión de que hay que intentar relajarse un poco con esto y plantear las preparación de otra forma. Desde mi punto de vista, es mejor trabajarla sin empeñarse en aprender de memoria un diálogo que previamente se ha redactado sobre un papel. La experiencia demuestra que la mejor manera de evitar el riesgo de quedarse en blanco es asimilar el significado de lo que se quiere transmitir y no tanto el memorizar párrafos que en realidad nunca se podrán exponer literalmente, ya que siempre surgirá algo que lo impedirá y que podría hacer perder el hilo de lo que se está diciendo, además de poner al orador en un aprieto. Yo no creo en la presentación sin fallos imprevistos, para mi no existe esa posibilidad; siempre ocurre alguna cosa que, por pequeña que sea, nos complicará la situación.

Decía Dale Carnegie, un famoso escritor especializado en relaciones humanas y comunicación, que…

“Siempre hay tres discursos por cada discurso que dar: el que practicaste, el que diste y el que te hubiese gustado dar”.

Dale Carnegie

Lo que quería decir con esto es que no hay un speech o una presentación que pueda ser perfecta; siempre habrá alguna cosa que saldrá de una manera distinta a la que habíamos pensado inicialmente y deberemos recurrir a la improvisación; así que el buscar la perfección absoluta a través de la memorización posiblemente será un esfuerzo inútil.

Ten muy presente que se te ha dado la oportunidad de ser escuchado, de compartir ideas y valores, de transmitir conocimiento y de poder influir en los demás, por eso es más importante haber asimilado bien lo que vas a explicar y creer en ello que pretender relatarlo como si leyeras un libro y sin saber realmente el significado de buena parte de lo que afirmas, ya que además de no resultar natural, probable no conectes con el público y pierdas el privilegio que supone el que te dediquen su tiempo y atención.

En cualquier caso, muchos oradores no perciben el tener que hablar en público como un privilegio, sino como una prueba peligrosa y una preocupación, ya que siempre existe un riesgo de que, además de transmitir tus cualidades y conocimientos, también des a conocer tus defectos y limitaciones; y a nadie le gusta exponerse a una cosa así. Por eso hay que aprender técnicas de oratoria y aplicar ciertas pautas en tus presentaciones para que tu argumentos sean entendidos y aceptados.

No hay duda de que, para hacer una presentación exitosa, se debe tener un buen conocimiento del tema a tratar; es muy difícil resultar creíble si no tenemos mucha idea de lo que sale por nuestra boca. Pero aun teniendo ese conocimiento, eso no garantiza el buen resultado por sí solo. El ponente va a necesitar otras cosas para conseguir atraer el interés y lograr convencer. Será muy importante demostrar flexibilidad y capacidad de adaptación a las características de la audiencia a la que se dirige, además de desarrollar estrategias que le permitan transmitir agilidad y seguridad en el modo en el que lo hace, tanto vocalmente como expresivamente, ya que también la comunicación no verbal tiene su peso en este juego.

Una preparación adecuada en ese sentido va a depender de un conjunto de factores. El primero es, obviamente, el saber de qué se habla, pero también el entender las características del público al nos queremos dirigir, qué número de asistentes esperamos tener y qué pretendemos conseguir con lo que vamos a explicar, ¿se trata de informar, de convencer para que nos compren algo, de darles formación o simplemente de entretener?.

Todo esto es necesario para determinar el modelo de presentación que llevaremos a cabo, ya que cada situación requiere un modo distinto de actuación. No es lo mismo improvisar un argumento sin preparación previa alguna, que memorizar un conjunto de ellos y exponerlos siguiendo un guion o simplemente leer frente a un micrófono un contenido previamente redactado. Cada uno de ellos puede tener sentido en función del contexto en el que se aplique, pero ese contexto hay que determinarlo.

Algo que también ayuda para la preparación y siempre que eso sea posible, es conocer el espacio donde tendrás que dirigirte al público y tener un contacto previo con él. Si no puedes desplazarte al lugar personalmente, trata de conseguir algunas fotografías en diferentes ángulos. Tal vez puedas pedirlas a la organización o buscarlas por internet. Esto es muy útil para tener una visión general del lugar que te ayude a proyectar mentalmente tus ensayos. Y ensayos frente al espejo, frente a una cámara o frente a un grupo pequeño de personas es aconsejable que hagas y muchos. De esta forma, cuando te pongas frente al micrófono te será más fácil acomodarte a la visión que tendrás, ya que no te resultará tan desconocida.

Recuerda que una correcta presentación debe contar con un contenido variado, pero bien estructurado siguiendo las pautas básicas de la retórica, para que el público no se pierda en palabrería inconexa que haga imposible seguirla y entenderla. La argumentación tiene que ser sólida y contrastada para que sea aceptada, pero también habrá que canalizarla correctamente para facilitar su comprensión y asimilación.

La retórica es una disciplina para construir oratorias con el propósito de persuadir sobre una opinión y orientar a los demás hacia una determinada manera de pensar y actuar frente a ellas. Cicerón fue un filósofo y orador romano considerado como uno de los grandes retóricos de Roma. Él decía que…

“La verdadera elocuencia en un discurso consiste en tratar las materias humildes con delicadeza, las cosas importantes con solemnidad y las cuestiones corrientes con sencillez.”

Cicerón

Es buena idea el aplicar este enfoque en el modo en que prepares tus presentaciones.

No te compliques con frases de relleno sin valor en el discurso, ve al grano y céntrate en lo que realmente puede ser interesante; cuida la pronunciación y juega con el tono de la voz procurando no parecer plano, aplica energía a las explicaciones para enfatizar las cosas importantes o los silencios oportunos para generar momentos de mayor expectación. En otro episodio entraré más en detalle con este apartado.

Otra cuestión a tener en cuenta es que una presentación puede tener un enfoque formal o informal en función de cómo sea el público y de la interacción que se pretenda establecer con él durante la presentación. Es probable que en tus comienzos prefieras optar por un guion formal, más estructurado y rígido; sobre todo si se trata de exponer un tema que no dominas. Este es un modelo habitual para una sala con un público numeroso donde esa interacción se hace menos posible. La ventaja en este caso es que el orador no necesitará ser un gran experto en el tema a exponer, ni tener grandes dotes para involucrar a la gente y hacerla participar con sus aportaciones y opiniones; esto sería más típico en un enfoque informal, donde la improvisación es más habitual, pero para esto se requiere tener bastante habilidad para coordinar al mismo tiempo argumentos, público y tiempos; algo que nunca es fácil.

Ten también presente que no solo es necesario un buen contenido; el ponente tiene que transmitir motivación y entusiasmo en sus expresiones, no permanecer estático como una estatua; utilizar la expresividad de brazos, manos, rostro y voz. Tampoco es que tengas que ponerte a hacer aspavientos como si te hubiese dado un ataque, pero es mejor demostrar una cierta energía y pasión en el modo en el que transmites tu mensaje, ya que ayudará a que el público mantenga su atención; lo peor que hay en un orador es resultar soporífero, por muy interesante que sea el tema que aborda.

Todo ponente tiene el objetivo de que su oratoria sea percibida y entendida correctamente, que sea valorada de forma positiva, asimilada por el público y posteriormente utilizada, ya sea para compartir lo aprendido o para aplicarlo directamente. El conseguir esto requiere mucha práctica para ir adquiriendo soltura, pero aún llegando a dominar todo lo que he dicho anteriormente, recuerda que la práctica en sí misma no te permite corregir tus defectos, hay que prestar atención a nuestro modo de actuar y mantener un espíritu crítico sobre nosotros mismos para ir viendo donde podemos ir mejorando cosas. Fíjate en otros oradores y observa de qué modo se desenvuelven ellos; trata de detectar esos detalles que hacen de sus discursos algo interesante y cautivador; toma nota y ve construyendo tu propio estilo.

En definitiva, ya seas un maestro, un político, el directivo de una empresa o un vendedor, en algún momento tendrás que expresarte en público para transmitir una idea o información. En cualquiera de esas ocasiones se pondrá a prueba tu conocimiento sobre la materia, tu experiencia y tu capacidad de comunicación; pero también habrás de demostrar detalles personales de estilo que tendrán su relevancia en el nivel de aceptación de lo que digas. Al fin y al cabo, la capacidad de persuasión es algo que no está principalmente en la información, sino en el modo en que la transmitimos; de ahí que sea tan importante añadir a tus palabras su dosis de pasión, sensibilidad, empatía y entusiasmo.

Hasta aquí este episodio dedicado al arte y la técnica de hablar en público. Te propongo seguir hablado de esto en los próximos contenidos que compartiré contigo en La Guarida de Lycon. Profundizaremos más sobre cómo desarrollar tus habilidades para comunicar, persuadir, emocionar y convencer. No dudes en compartir cualquier sugerencia o comentarios que me puedan ayudar a mejorar mis contenidos y dale al botoncito de “seguir” para que no te pierdas el próximo.

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Miguel Ángel Beltrán

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Tu ruta hacia la mejor versión de ti mismo.

Alcanza tu máximo potencial a través del desarrollo personal y el liderazgo

¿Cómo afrontar el objetivo de alcanzar tu máximo potencial?. Tal vez te parezca un tema aburrido, pero te propongo quédate un ratito aquí y escuchar lo que quiedo explicarte, porque creo que podría haber alguna cosa que tal vez te resulte interesante o al menos sirva para hacer alguna reflexión sobre tu situación actual y sobre lo que quisieras cambiar.

Antes de empezar, déjame decirte que el desarrollo personal es como un parque de atracciones en el que decides entrar: te vas a encontrar con muchas situaciones emocionantes, con algunos momentos de temor que tendrás que superar y en los que experimentarás un cierto vertigo, pero en los que tu intención, si decides pasar por esa experiencia, es que al final salgas de ella con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque es verdad que no siempre sucede así, posiblemente porque depende mucho de la actitud con la que entres en el parque.

Por esto, como pasa en todo parque de atracciones, también en el viaje épico de la mejora personal hay algunas reglas importantes que debemos seguir para asegurarnos de ese viaje sea seguro y placentero. Así que, sin más preámbulos, aquí van algunas recomendaciones para que disfrutes al máximo de tu aventura hacia la automejora:

Lo primero que debes tener presente cuando inicies ese camino es el encontrar tu propio ritmo. El desarrollo personal no es una carrera, así que no te preocupes si no avanzas tan rápido como quisieras. Lo importante es que te sientas cómodo con el ritmo que estás llevando y que te permitas disfrutar de las distintas experiencias que tengas por el camino.

Esto es así, porque el desarrollo personal es un proceso continuo de crecimiento y mejora individual que aplicas en diferentes áreas de la vida, como la salud física, la emocional, las relaciones interpersonales, la carrera profesional y el bienestar espiritual. Tal como pasa con las tareas del día a día, quien pretende hacer muchas tareas a la vez, en realidad no consigue hacer ninguna en condiciones. Tienes que planificar y priorizar, pero sobre todo, debes adaptarte a tus posibilidades y ritmo para que no acabes quemándote y perdiendo el ánimo e interés.

Otro punto importante que tendrás que imponer en tu actitud de mejora es el NO compararte con los demás: Cada persona es única y tiene sus propios desafíos y oportunidades de mejora. No te sientas mal si otros parecen estar avanzado más que tú en alguna área de la vida. Recuerda que todos tenemos nuestras propias fortalezas y debilidades; lo importante es trabajar en lo que nos hace felices y satisfechos. Y eso puede variar mucho entre las personas.

Cada persona es única y tiene sus propias experiencias, personalidad, talentos y circunstancias que la diferencian. Es posible que compartas algunas similitudes con otros, pero también tendrás muchas características que te diferencian de ellos. Por lo tanto, no tiene sentido el comparar tu evolución, ni tampoco aportará nada positivo; más bien todo lo contrario. Así que evítalo.

Lo siguiente es el aprende de tus errores: Todos cometemos errores, y no todos ellos son malos; de hecho, mirándolo con perspectiva ningún error lo es. Lo importante es que sepas reconocerlos, aprender de ellos y seguir adelante. Como dicen por ahí, “errar es humano, pero rectificar es de sabios”.

Los errores son importantes por varias razones:

Nos ayudan a aprender, ya que nos muestran qué es lo que no funciona, por lo que nos dan la oportunidad de corregir y mejorar nuestras acciones. Al cometer un error, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre lo que salió mal, analizar cómo podemos hacerlo mejor la próxima vez, y así aprender de la experiencia.

Los errores nos hacen más fuertes, ya que al cometerlos y superarlos desarrollamos una mayor capacidad de resiliencia y adaptación. Aprendemos a manejar mejor la frustración, el fracaso y la incertidumbre, lo que nos permite enfrentar futuros desafíos con mayor confianza y seguridad.

Al cometer errores y enfrentarlos es cuando se activa nuestro verdadero potencial:  podemos descubrir habilidades o fortalezas que no sabíamos que teníamos. Siempre existe la posibilidad de que descubramos nuevas soluciones o ideas que no habríamos considerado si el error no se hubiese producido, lo que puede ser muy valioso para nuestro crecimiento personal y profesional.

El equivocarnos también nos mantienen humildes: Cometer errores nos ayuda a recordar que no somos perfectos y que siempre hay cosas que podemos mejorar. Esto evita que nuestro ego nos nuble la cabeza y nos desconecte de la realidad. La humildad nos ayuda a ser más compasivos y empáticos con los demás. Y esto es algo más necesario de lo que parece si queremos mejorar y crecer en la vida.

En definitiva, los errores son parte fundamental del proceso de aprendizaje y crecimiento personal. Aprender de ellos y utilizarlos como una oportunidad es clave para alcanzar nuestras metas y objetivos.

Otra recomendación para hacer tu recorrido más ameno y fácil…

Rodéate de gente positiva: La gente con la que te rodeas puede tener un gran impacto en tu vida. Trata de tener cerca a personas positivas y motivadoras, que te apoyen en tu camino hacia la automejora y te hagan sentir bien contigo mismo. Al fin y al cabo, tu objetivo de mejora es convertirte en una de ellas.

Una persona positiva es alguien que tiene una actitud optimista y constructiva ante la vida y las situaciones que se le presentan. Es agradecida por lo que tiene y por las personas que le acompañan en su vida. Tiene una mente abierta y está dispuesta a adaptarse a las situaciones cambiantes. No se deja vencer fácilmente por los obstáculos o las dificultades, y busca siempre el lado bueno de las cosas.

Las personas positivas comprenden las dificultades de otros, muestran compasión hacia ellos y tratan de ayudar a los demás. Se enfocan en buscar soluciones en lugar de permitir que los problemas se enquisten y quedarse abandonados a ellos. Una persona positiva busca formas de resolver las situaciones, son perseverantes y procuran tener una visión optimista. Ellos mantienen en su cabeza la idea de que las cosas van a salir bien, incluso en situaciones difíciles. Mejor alimentar tu mente con esta visión que con la de que se acerca el apocalipsis y ya no hay nada que hacer, ya que esto te hundirá.

Y además son proactivas: en lugar de esperar que las cosas sucedan, se mueven y actuan para crear cambios positivos. No se están quietos para verlas venir; procuran tener lo que se llama “pensamiento estrategico”, para intentar ver más allá y estar mejor preparados; algo de lo que ya he hablado en un capítulo anterior de La Guarida de Lycon.

Comprenderás lo importante que será para ti y para tu objetivo de mejorar el que la gente que te rodea tenga esa actitud en la vida, ya que es contagiosa y muy beneficiosa. No es que se trate de gente que siempre está feliz o que niega los problemas y dificultades a los que se enfrenta; sino que tienen una actitud optimista y realista ante la vida, y buscan siempre encontrar formas de mejorar y crecer. No dudes en seguir esa estela e incluso contar con sus consejos.

Y una última recomendación…, no te tomes las cosas demasiado en serio.

De hecho, el no tomarse todo demasiado en serio es una actitud muy saludable y liberadora. Significa no permitir que ciertas cosas que parecen importantes y que no lo son arruinen nuestro día. Por ejemplo, no darle demasiada importancia a las críticas o a las opiniones negativas de los demás, y aprender a reírnos de nosotros mismos cuando cometemos errores o hacemos algo torpe.

Esta actitud puede tener muchos beneficios, como reducir el estrés y la ansiedad, mejorar la autoestima y la confianza en uno mismo, fomentar la creatividad y la innovación, y mejorar las relaciones interpersonales. Al no tomar todo demasiado en serio, podemos disfrutar más del momento presente, ser más auténticos y espontáneos, y sentirnos más relajados y en paz.

Por supuesto, esto no significa que no debamos tomar en serio nuestras responsabilidades o metas importantes. Simplemente se trata de no aferrarnos demasiado a nuestras expectativas o a los resultados, y de aprender a disfrutar del proceso y del aprendizaje que conlleva.

En resumen, el camino hacia tu desarrollo personal es algo emocionante y lleno de oportunidades para crecer y mejorar tu vida. Pero recuerda que aunque pueda ser una meta muy importante, eso no significa que su recorrido no pueda ser divertido. Permítete reír y disfrutar de lo que haces para conseguirlo, ya que incluso de tus tropiezos puedes sacar algo positivo.

Elbert Hubbart fue un famoso escritor y filósofo que nos dejó una frase muy inspiradora y reveladora sobre lo que acabo de compartir contigo: “No te tomes la vida demasiado en serio, ya que nadie sale vivo de ella.”. No lo olvides.

Aquí finaliza este episodio de La Guarida de Lycon. Espero que te ha parecido de interés. Si es así, te propongo que te suscribas a este canal para que no te pierdas el siguiente episodio en el que seguiré compartiendo consejos para ayudarte en tu desarrollo personal y profesional.

Te espero

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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